Cuando los ejércitos son dueños de poderosos imperios económicos

La mayoría de los gobiernos autoritarios tienen el respaldo de las fuerzas militares. Si el papel de los uniformados en la economía es muy grande, aumenta su influencia en la toma de decisiones. Esto es lo que pasa cuando los militares son los empresarios más grandes de un país.

redacción internacional
26 de abril de 2019 - 03:00 a. m.
 El Ejército de Egipto ya era poderoso antes de la llegada del presidente Abedelfatah al Sisi.  / Getty Images
El Ejército de Egipto ya era poderoso antes de la llegada del presidente Abedelfatah al Sisi. / Getty Images
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“La escena maravillosa que crearon los egipcios con su inteligencia habitual cuando participaron en la votación sobre las enmiendas constitucionales, ejerciendo su derecho político y constitucional, se registrará con letras de orgullo en los anales de la historia de nuestra nación”, aseguró Abedelfatah al Sisi, presidente (¿eterno?) de Egipto.

Llama el presidente egipcio “inteligencia habitual” al sí que le dio el 88 % de los 27 millones de egipcios que participaron en el plebiscito que buscaba, entre otras cosas, que él se quedara hasta 2030 en el poder.

El mandato del mariscal, que llegó al poder tras un golpe militar en 2013 contra Mohamed Morsi, pasará de cuatro a seis años. Y algo que es quizá más preocupante: el referendo le otorga nuevos poderes al Ejército. ¿Más? Pareciera imposible en un país en donde el Ejército no solo tiene un poder absoluto, sino que es dueño de las empresas más importantes.

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El Ejército ya era poderoso antes de la llegada de Al Sisi, que, según los analistas egipcios, es más intolerante que el faraón Hosni Mubarak, derrocado en la crisis política de 2011.

Con el resultado del referendo el Ejército, “guardián y protector” del país, amplía sus competencias para poder juzgar a civiles mediante la justicia militar. Amnistía Internacional denunció que más de 15.000 ciudadanos han sido procesados por los militares en los últimos años. Entre ellos hay muchos menores de edad.

El Ejército de Egipto es el más grande de África y el tercero de Oriente Medio, después de Turquía e Israel. Es considerada una de las diez fuerzas militares más grandes de todo el mundo (con cerca de 500.000 miembros activos y 479.000 en reserva), una cúpula cohesionada y una buena imagen popular, a pesar de las violaciones de derechos humanos y los abusos de los que la oposición los acusa.

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Se calcula que el 40 % de la economía nacional está en sus manos: son dueños de clubes privados, complejos turísticos, gasolineras, fábricas de pasta y agua embotellada, cafeterías, agencias de servicio doméstico e inmobiliarias. Una riqueza que comenzaron a amasar cuando el presidente Gamal Abdel Nasser, en los años 50, comenzó con programas de nacionalización. Ellos justifican su alta participación en la economía en su deseo de “servir a la sociedad” y desarrollar al país. Citan como ejemplo la distribución de leche en polvo, a mitad del precio del que se vende en los supermercados.

“El papel del Ejército en Egipto hoy día es más completo de lo que ha sido en toda su historia. Participan profundamente en la economía, en el gobierno, en los medios, en la educación, en el sistema de salud… El Ejército está básicamente dirigiendo el país”, le dijo a ABC el profesor Robert Springbob, uno de los mayores expertos internacionales en las fuerzas armadas.

 

Venezuela: Ejército S.A.

No es el único caso de ejércitos con espíritu emprendedor. Desde que Hugo Chávez llegó al poder, en 1999, decidió convertir a los militares en empresarios. Hoy las Fuerzas Armadas de Venezuela son la entidad más poderosa del país.

Los uniformados controlan la importación de alimentos, las fábricas de uniformes tienen un canal de televisión, un banco, una ensambladora de vehículos y una constructora. En 2018 incursionaron en las empresas mineras y petroleras, con la creación de la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg), una especie de Pdvsa (la petrolera más grande del país). Así son los únicos que pueden distribuir productos de la industria minera y petroquímica.

En los primeros tres años de gobierno de Maduro, según señalaba el diario El Nacional, las Fuerzas Armadas abrieron once empresas: “El Banco de la Fanb (Banfanb), Empresa Agropecuaria de la Fanb (Agrofanb), Empresa Militar de Transporte (Emiltra), Empresa Sistemas de Comunicaciones de la Fanb (Emcofanb), Televisión Digital de la Fanb (TVFanb), Fondo de Inversión Negro Primero (Fimnp), Constructora de la Fanb (Construfanb) y Agua Mineral Tiuna (empresa mixta dentro del complejo industrial del Fuerte Tiuna)”, dice el diario.

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¿Se preguntan por qué no le han retirado su apoyo a Maduro? Además, tienen frecuentes aumentos de salario y acceso a productos y beneficios sociales que pocos venezolanos reciben. Además, tienen varios ministros y gente en puestos antes reservados a los civiles.

De acuerdo con Insight Crime, los uniformados en Venezuela, además de ser usados para mantener a raya a los venezolanos, tienen vínculos con el crimen organizado. “Participan y se benefician de actividades criminales como narcotráfico, minería ilegal, contrabando, secuestro y extorsión, con la aprobación no oficial del gobierno. La Guardia Nacional Bolivariana controla el contrabando de combustible y mercancía que pasa por la frontera hacia Colombia, además de haber dado origen al Cartel de los Soles (organización dedicada al tráfico de drogas e integrada por militares venezolanos). La FANB, en particular el Ejército, controla la actividad minera en el estado de Bolívar, con participación directa en la extracción y el contrabando de oro, coltán, piedras preciosas y otros minerales, además de intervenir activamente en el comercio de la droga.

Rocío San Miguel, directora de Control Ciudadano, una ONG experta en el tema militar en Venezuela, ha señalado que incorporar a los militares en actividades de la burocracia, en las que se manejan enormes cantidades de dinero, es un mecanismo que se ha perfeccionado en el gobierno de Maduro”.

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Irán y la Guardia Revolucionaria

Otros gobiernos como el de Irán recurren a la misma estrategia. Las recientes sanciones de Estados Unidos contra la Guardia Revolucionaria de Irán, el cuerpo élite del ejército de ese país, evidenció que son más que solo un grupo militar.

Los Guardianes de la Revolución fueron creados por el ayatolá Jomeini en 1979 para defender a la entonces naciente República Islámica de las amenazas internas y externas, cuenta con 125.000 hombres entre fuerzas de tierra, navales, aéreas y servicios secretos, mucho mejor dotadas que el Ejército convencional. Pero sobre todo tienen un inmenso poder económico que, como en los demás países, los convierte en actores políticos claves.

Sin ellos no se toma una decisión en Irán. Los miembros de la Guardia tienen representación en el Parlamento iraní y otros organismos del país. También se dice que la Guardia controla cerca de un tercio de la economía de Irán por medio de la industria de la construcción, proyectos de petróleo y gas, alimentos e incluso educación. Según Los Angeles Times, la Guardia factura más de US$12.000 millones al año por sus negocios.

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Se dice también que la Guardia controla el mercado negro, por el que llegan productos como alcohol a Irán, y se lucra con negocios clandestinos. Todas estas condiciones hacen de la Guardia una organización muy compleja. El actual presidente de Irán, Hassan Rouhani, ha criticado la presencia de la Guardia en la economía iraní y también en alguna ocasión los llamó “un gobierno con armas que había asustado al sector público”.

Phil Gunson, analista principal del centro de investigaciones International Crisis Group, advierte el riesgo en la toma de decisiones políticas cuando un ejército tiene tanto poder. “Los gobiernos están atados de manos y se convierten en el real poder de un país”, señaló a la BBC.

Por redacción internacional

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