La vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, tiene fama de salirse con la suya. “Probada en mil batallas”, fue uno de los elogios que Nicolás Maduro le dedicó al nombrarla su mano derecha en 2018. Una confianza que a lo largo de estos años ha sido bien correspondida por parte de la dirigente chavista.
La última prueba de lealtad que mostró Delcy, como la llama Maduro, ocurrió la semana pasada en Madrid, al mismo tiempo que el líder opositor Juan Guaidó, reconocido por más de 50 países como presidente encargado, buscaba desesperadamente una reunión con el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez.
En España ya se conoce el asunto como el caso Ábalos: una escala aérea que derivó en escándalo político y que no solo desestabilizó el plan de Guaidó en Madrid, sino también al nuevo gobierno de coalición en España.
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Alrededor de la medianoche del pasado sábado, un avión en el que viajaba Rodríguez aterrizó en la terminal ejecutiva del aeropuerto internacional Adolfo Suárez de Madrid. La vicepresidenta viajaba de Caracas a Estambul y en su parada en suelo español se encontró con José Luis Ábalos, ministro de Transportes español, considerado uno de los dirigentes de la máxima confianza del presidente Pedro Sánchez.
El gobierno español no informó del encuentro entre ambos dirigentes, que solo se conoció después, gracias a una información del medio local Vozpópuli. Solo entonces, Ábalos admitió haberse visto con Rodríguez, sancionada por la Unión Europea desde noviembre de 2017 como una de las personas a las que el bloque acusa de haber lastimado y socavado las instituciones democráticas en Venezuela.
Las sanciones que Bruselas aprobó en noviembre de 2017 establecen que los Estados miembros “adoptarán las medidas necesarias” para impedir que las personas sancionadas, como Rodríguez, “entren en su territorio o transiten por él”.
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Más madurista que chavista
Imprudente, enigmática y calculadora, podría decirse que Delcy Rodríguez es, más que chavista, una madurista convencida. Su ascenso en la política venezolana no se explica sin la presencia del hoy presidente venezolano, a quien ha acompañado en varios cargos del gabinete desde que Maduro llegara al Palacio de Miraflores en 2013.Con Maduro llegó a ser ministra de Comunicación e Información y luego se convirtió en la primera mujer canciller de Venezuela. Siguió así los pasos del propio Maduro, encargado de la diplomacia con Hugo Chávez antes de ser vicepresidente.
Graduada en derecho por la Universidad Central de Venezuela, de 51 años, es la hermana menor de Jorge Rodríguez, ministro de Información y Comunicación, otro de los pesos pesados del chavismo. El clan hace parte del círculo íntimo del presidente venezolano, que tras un año de presiones diplomáticas y económicas se ha mantenido tan fuerte como una roca.
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Ambos son hijos de Jorge Rodríguez, histórico dirigente de la izquierda venezolana y fundador de la Liga Socialista, un movimiento político de ideas marxistas que es mayoría en la Constituyente y al que perteneció Maduro en su juventud.
El padre de los Rodríguez murió a manos de los servicios de inteligencia venezolanos en 1976, durante la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez, un hecho que no perdona y que motiva a la actual vicepresidenta a ser leal al chavismo. “La revolución es nuestra venganza”, ha afirmado en más de una ocasión.
Ha sido también una funcionaria a la que la imprudencia le ha jugado a favor. El episodio de Barajas no es el primero en su prontuario de situaciones pintorescas, pues mientras era canciller, en 2017, en un momento en el que la legitimidad del gobierno venezolano empezaba a ser cuestionada en la región, Rodríguez se las arregló para ingresar a una reunión del Mercosur a la que no había sido invitada en Buenos Aires. Lo hizo a través de una ventana del Palacio San Martín, sede de la cancillería argentina. Cuando entró se tomó una foto, la publicó en sus redes sociales, y los demás cancilleres tuvieron que cambiar de salón para reunirse sin ella.
Sus enfrentamientos con otros líderes internacionales y su actitud beligerante para defender la bandera venezolana ocupan de forma recurrente la primera plana internacional. Las hostilidades entre Venezuela y Estados Unidos son constantes y Rodríguez llegó a afirmar que la ayuda humanitaria enviada por el país norteamericano estaba “contaminada y envenenada” y era “cancerígena”.
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Asimismo, llamó “escoria imperial” al secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, y negó la crisis en Venezuela: “En Venezuela no hay hambre, en Venezuela hay voluntad... Aquí no hay crisis humanitaria, aquí hay amor”, aseguró.
Además de ocupar el segundo cargo más importante del país, Delcy Rodríguez es también la encargada de cuidar el legado del presidente venezolano. Es secretaria general del Movimiento Somos Venezuela, un partido refundado en 2017 y legalizado un año después para potenciar la candidatura a la reelección de Nicolás Maduro en los cuestionados comicios del 20 de mayo de 2018 y arrancar votos en la clase media.
Su férrea e inquebrantable defensa del Ejecutivo chavista la ha puesto en un lugar privilegiado, pero también la ha dejado mal parada internacionalmente. Sobre ella pesan múltiples sanciones económicas por parte de varios Estados, pero eso a Delcy Rodríguez poco la afecta, mientras pueda seguir cumpliendo con su “venganza personal” y servir, como lo ha hecho desde la época de Hugo Chávez, a la Revolución bolivariana.