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Durante una caótica jornada del referendo independentista declarado ilegal por el Gobierno y la justicia españolas, el sol no salió en Cataluña (España). Ayer lloviznó toda la mañana y un poco más en la tarde. Eso no impidió que la Guardia Civil y la policía nacional madrugaran a los colegios electorales, donde los catalanes podían votar si estaban de acuerdo o no con que su comunidad autónoma fuera un Estado independiente. Según el Gobierno catalán, un 90 % de los votos (2.020.144) depositados respaldaron la intención independentista, mientras apenas el 8 % (165.566) la rechazaron.
“Con esta jornada de esperanza y también de sufrimiento, los ciudadanos de Cataluña nos hemos ganado el derecho a tener un Estado independiente”, aseguró el presidente catalán Carles Puigdemont.
Como era de esperarse, el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, desestimó el resultado de la votación. “No ha habido un referéndum de autodeterminación (en Cataluña)”, sentenció el mandatario, al tiempo que convocó a todos los partidos políticos para dialogar sobre una de las crisis más profundas de la política española en los últimos años. Abrió la puerta del diálogo, mientras se realice “bajo la constitucionalidad”. Sin embargo, la respuesta de las autoridades catalanas ha sido la solicitud de una movilización masiva, en tanto terminan el conteo de los votos. El pulso sigue, y en medio de las fuerzas políticas se encuentra una ciudadanía herida que ha clamado por su sagrado derecho al voto.
Así fue la jornada
Durante la votación, los uniformados irrumpieron a la fuerza: rompieron ventanas, tumbaron puertas, golpearon a cualquiera que se atravesara en su camino, incautaron las papeletas y lanzaron balas de gomas para impedir la realización del referendo 1-O. El resultado: 844 personas heridas.
Pero ni el clima ni la represión fueron un impedimento para que centenares de personas fueran a las urnas. La lluvia y el ruido de los dos helicópteros que custodiaban Barcelona acentuaban la tensión. Los turistas miraban con desconcierto las manifestaciones de los habitantes, quienes desde las 5:00 a.m. intentaban participar en la jornada electoral.
Decenas de ciudadanos permanecieron hasta siete horas intentando votar. Cuando llegaban a los colegios electorales, estos eran intervenidos por la policía española. Algunos cambiaron de lugar, pues después de los primeros enfrentamientos, Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat, habilitó un censo único que permitía votar en cualquier lugar de la ciudad.
En las filas sólo se veían caras de angustia y tristeza. Carolina Bastid, una ciudadana que votó ayer, tuvo que presenciar cómo policías golpeaban a ciudadanos indefensos: “Sentimos tristeza, pero principalmente vergüenza. Queremos ejercer un derecho democrático y la respuesta son cinco camiones llenos de policías que nos golpean a todos. Ojalá que el mundo vea esta agresividad sin sentido. Estas imágenes de represión estábamos acostumbrados a verlas en blanco y negro, en la dictadura franquista”.
Aunque en los colegios electorales estaban inscritas centenares de personas, pasado el mediodía no muchos habían logrado votar. Jauma Nadal, un ciudadano que intentaba participar en la jornada, explicó que la lentitud se debe a que el gobierno español bloqueó la plataforma y las páginas web de la Generalitat, así que se ralentizó el proceso de registro. De hecho, en otro colegio electoral, ubicado en el instituto Luisa Cura, tuvieron que hacerlo a mano.
Mientras algunos votaban, en las calles cercanas de los colegios electorales de zonas concurridas, como Gracia o la Barceloneta, había enfrentamientos. Las flores que los ciudadanos llevaron a los policías como símbolo de paz se marchitaron con puños y mazazos. Las imágenes eran brutales: los policías tiraban a las ancianas al suelo, halaban a mujeres por el pelo, pateaban a jóvenes. Como consecuencia de los choques, hay dos heridos de gravedad. Un hombre podría perder un ojo como resultado de un disparo de una bala de goma y otro sufrió un infarto en el desalojo de un centro de votación. También resultaron lesionados nueve policías y dos guardias civiles.
Una mujer, que prefirió no identificarse, comentó en la fila que a los catalanes no les dolían los golpes físicos, sino el aplastamiento de su dignidad y libertad, “la cachetada a la democracia”.
En otro punto de la ciudad, Plaza Cataluña, un grupo de 30 personas protestaba contra la celebración del referendo. Si bien lamentaron que la discusión llegara a estas instancias, insistieron en que no era un procedimiento legal y en la urgencia de un diálogo entre la Generalitat y el gobierno central.
¿Qué pasará después?
Si en la ciudadanía todo es un caos, en el ámbito político la situación se salió de control. Todos los partidos condenaron los hechos. Los independentistas y otros que han propuesto un diálogo, como Podemos, acusaron al presidente Mariano Rajoy y al Partido Popular (PP) de ser los responsables de los heridos del referendo. Desde la otra orilla, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Ciudadanos y el PP le atribuyeron la responsabilidad a Carles Puigdemont por impulsar la que consideran una jornada inconstitucional.
Ahora todos se preguntan qué pasará después del referendo. La respuesta depende de quién la exponga. Por un lado, las autoridades catalanas insisten en que con la ley de transitoriedad jurídica en 48 horas el Parlamento declararía la independencia. Sin embargo, sus detractores aseguran que no es legal ni está cobijado bajo la Constitución, por tanto, podrían continuar con la represión para defender su soberanía. Para los expertos y políticos, esta salida conduciría a más movilizaciones y a un largo conflicto interno.
Por otro lado, se habla de que el gobierno español ejerza toda su fuerza política, judicial y policial sobre el pueblo catalán e intente disipar a los movimientos independentistas a las malas, como se vio en el referendo. Esta opción sería inútil, según el analista Víctor Climent, pues después de cinco años “con seguridad los movimientos independentistas resurgirán”.
Finalmente, y en esto concuerda la mayoría, está la negociación profunda, sincera, leal y amplia del conflicto político, en el que no necesariamente se tendría que declarar una independencia. Para eso, advierte el investigador, “es necesario que los interlocutores sean generosos, sobre todo el Estado español, que deberá crear una propuesta consensuada con los partidos políticos, que incluya los temas de autogobierno, de encaje político y cultural de Cataluña, y más apoyo económico”.
Eso permitiría arrastrar a un 15 o un 25 % del colectivo independentista y convencería a la totalidad de los soberanistas. “Sería la jugada maestra para acabar con el conflicto”. Todos los partidos políticos salieron a la defensa de esta opción. Algunos con unos requisitos, como la renuncia de Puigdemont.
Mariano Rajoy aseguró que no reconocerá el referendo y convocó a todos los partidos políticos para dialogar sobre una de las crisis más importantes de la política española en los últimos años. Abrió la puerta del diálogo, mientras se realice “bajo la constitucionalidad”. Sin embargo, la respuesta de las autoridades catalanas ha sido la solicitud de una movilización masiva, en tanto terminan el conteo de los votos. El pulso sigue y en medio de las fuerzas políticas se encuentra una ciudadanía herida que sólo pide que se le permita votar.