El Ecuador de Lenín Moreno

Alcaldes opositores en las principales ciudades, precios bajos del petróleo e incertidumbre frente a la integración regional, son los retos a los que se enfrentará el nuevo mandatario.

Mauricio Jaramillo Jassir / AFP.
24 de mayo de 2017 - 05:53 a. m.
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Llegó el momento de la posesión de Lenín Moreno, en medio de una sociedad dividida, sin el entusiasmo de otros mandatos, aunque con un resultado claro en las urnas. Ecuador votó por la continuidad, pero no a cualquier precio, y sin que aquello pueda ser interpretado como un mandato renovado e ilimitado para el correísmo. Lenín Moreno comienza su gobierno cuando aún Guillermo Lasso, candidato de CREO, movimiento opositor, no reconoce la victoria del oficialismo en las urnas. Esto también habla de la incapacidad y torpeza política de la oposición ecuatoriana, que en diez años de gobierno de Alianza PAIS se mostró incapaz de forjar un proyecto político viable, que rivalizara con ese socialismo pragmático, técnico e incluso con visos de autoritarismo, que Rafael Correa le imprimió al Ecuador.

Lenín Moreno deberá gobernar con una mayoría importante en la Asamblea (74 escaños de un total de 137), pero sin disponer de la posibilidad de enmiendas constitucionales, una ventaja que Correa siempre tuvo a la mano, y le permitió ir moldeando el sistema político para llevar a cabo algunas de sus reformas más emblemáticas y polémicas, por cierto. Pero Moreno seguramente, por su talante y algunas de sus promesas, cambiará el estilo de gobierno e intentará superar la confrontación, cosecha del decenio Correa, por un ánimo conciliatorio que no sólo depende de él sino de al menos tres factores. Primero, la postura de una oposición herida en su orgullo por el pobre desempeño electoral en la segunda vuelta, luego de que se pensara que con la fórmula “todos contra Lenín”, podrían derrotarlo.

A esto se suma que la comunidad internacional al unísono reconoció el resultado, y en ello tuvo que ver la inteligencia del correísmo de solicitar la misión de observación de la OEA (a diferencia de Venezuela desde la llegada de Maduro) y la de acompañamiento de Unasur. En pleno, los observadores respaldaron la transparencia del proceso, por lo que difícilmente, la oposición tenía opciones de hacer eco regional de sus denuncias de fraude. No obstante, la oposición suma 60 escaños a diferencia de los 34 que hasta el momento tenía. Es decir, cuenta con casi el doble de escaños, si logran que Pachakutik (partido indigenista) se sume a la disidencia contra Alianza PAIS.

Será una Asamblea con una mayoría de gobierno, pero que no tendrá el margen de maniobra de la pasada administración. Además, la oposición sigue teniendo el control de las alcaldías de Quito y Guayaquil, esto puede representar un problema en la gobernabilidad especialmente desde la costa que se empieza a erigir como bastión de la oposición. Allí Moreno tendrá un complejo reto, si desea continuar con ese ánimo de unidad y reconciliación nacional.

Segundo, Moreno difícilmente tendrá un barril de petróleo que alcance los 70, 80 o hasta los 90 dólares como sucedió con su antecesor. Esto implica dificultades en dos sentidos. De un lado, menos ingresos pues el petróleo constituye el 10 % del PIB. Correa teniendo como líder a su vicepresidente Jorge Glass, le apuntó a una nueva matriz energética que buscaba el autoabastecimiento, y la reducción de la dependencia petrolera. Aunque los logros son notables, pues se pasó de una participación del 14 % al 10 % en el PIB, la economía sigue apoyándose en el crudo. Un nuevo bajón en el precio del petróleo preocupa al nuevo gobierno. Y de otro lado, vale recordar que la caída de los precios del petróleo que ha terminado por encarecer el dólar, ha tenido un efecto nefasto en las exportaciones ecuatorianas y en la competitividad de sus productos.

Para colmo de males, en una economía dolarizada los instrumentos de corrección monetaria se reducen drásticamente por lo que se depende de los impuestos, profundamente antipopulares, para mantener la economía a flote. Una dura tarea tendrá el equipo económico que acompañe al recién posesionado presidente. La ventaja reside en que Correa creó una cultura tributaria que hace a Ecuador un país menos vulnerable económicamente que por ejemplo Venezuela, donde cualquier política de ajuste será fuertemente rechazada.

Y, por último, en política exterior, Lenín llega en el peor momento para la izquierda, desde que se habló de dicho giro a comienzos de siglo. La crisis en Venezuela ha empequeñecido el proyecto regional abanderado por Lula, Chávez y Kirchner, y ha dado argumentos para los que le apuestan por acercamientos regionales apalancados en lo comercial, sin el menor reparo por la política.

En su posesión deberá hacer frente al complejo ejercicio de contribuir para que lo antes posible, los doce presidentes suramericanos se pongan de acuerdo para elegir al nuevo secretario general de Unasur. Las disputas entre Argentina, Brasil y Paraguay con Venezuela pueden comprometer la viabilidad del bloque. El principal damnificado si esto ocurre será Ecuador, pues en el caso de los tres primeros, se sabe de antemano que su proyecto exterior está más vinculado a Mercosur, y en cuanto al gobierno bolivariano, hace rato le dejó de preocupar el aislamiento regional.

En cambio, Quito ha hecho de Unasur su principal apuesta en política exterior. El gobierno de Correa donó la sede en la Mitad del Mundo cerca de la capital, e hizo expresa su intención de que Unasur fuese el gran proyecto de concertación política para una región que fue creciendo separada entre el Cono Sur, la Comunidad Andina, y los casos excepcionales de Chile con su modelo de inserción particular desde la era pinochetista, y Guyana y Surinam tradicionalmente más involucrados con el mundo caribeño que con el suramericano.

Moreno deberá demostrar que la Revolución Ciudadana va más allá de la figura de Correa, y que es posible un socialismo que reconcilie los valores fundamentales del liberalismo, con las correcciones necesarias a la economía de mercado desde el Estado. Ecuador se consolida como uno de los escasos reductos donde la nueva izquierda sobrevive e intenta trascender.

Por Mauricio Jaramillo Jassir / AFP.

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