El fenómeno electoral de Brasil: misógino y racista (pero es el favorito)

Jair Bolsonario, candidato de ultraderecha a la presidencia de Brasil, sigue subiendo como espuma en las encuestas. Su rival, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores, se estanca.

- Redacción Internacional
03 de octubre de 2018 - 12:20 a. m.
Crece el apoyo al ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil, que elige el domingo Presidente.  / AFP
Crece el apoyo al ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil, que elige el domingo Presidente. / AFP

Flatan cinco días para que Brasil elija a su próximo Presidente y todo indica que dos candidatos pasarán a segunda vuelta: el primero, favorito en todos los sondeos, Jair Bolsonario, un candidato de ultraderecha que revolucionó la política brasileña. El segundo es Fernando Haddad, el elegido por Lula da Silva para ser el candidato del Partido de los Trabajadores.

Hasta ahí la tendencia se mantiene. Lo que comienza a preocupar a un sector de la población brasileña es que Bolsonario crezca en las encuestas y se ubique indestronable en primer lugar, mientras que por Haddad lo que aumenta es el rechazo. 

Una encuesta divulgada este lunes por el instituto Ibope mostró a Haddad estancado por detrás de Bolsonaro en el segundo lugar, con un 21 %, y una tasa de rechazo del 39 %, que creció 11 puntos porcentuales en una semana. Bolsonaro pasó del 27% de respaldo al 31%. Su tasa de rechazo se mantiene en el 44%.

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Haddad, quien hace 20 días sustituyó como candidato del PT a Luiz Inácio Lula da Silva, preso por corrupción y vetado por su situación jurídica, confiaba en heredar el casi 40 % de apoyo que hasta ese momento tenía el expresidente, pero hasta ahora eso no ocurre.

El resto de los aspirantes a la Presidencia tiene una diferencia de más de diez puntos porcentuales respecto a los dos favoritos, por lo que los analistas coinciden en que, cuando restan cinco días para las elecciones, la segunda vuelta necesaria si ninguno supera el 50 % el próximo domingo será entre Bolsonaro y Haddad.

Misógino, racista y homofóbico

Bolsonaro, un defensor de la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985 y polémico por sus insistentes declaraciones machistas, racistas, homófobas y misóginas, ha aglutinado a su favor a millones de brasileños que se dicen insatisfechos con la inseguridad en el país y con la corrupción de los políticos.

Su candidatura igualmente ha crecido por el apoyo de la creciente legión de electores que rechazan cualquier posibilidad de un regreso al poder del Partido de los Trabajadores (PT), la formación liderada por Luiz Inácio Lula da Silva. 

Y el apoyo creció aún más, y puede convertirlo en el vencedor en la primera vuelta electoral, desde que el diputado ultraderechista fue acuchillado el 6 de septiembre pasado durante un mitin y sufrió heridas que lo obligaron a pasar hospitalizado casi toda la campaña.

Con 63 años este excapitán del Ejército brasileño ha conseguido pescar en río revuelto en un país en que 7 de cada 10 electores dice desconfiar de los políticos en general y considera corrupta a toda la clase política.

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El ultraderechista se ha empeñado en omitir su carrera como legislador, poco exitosa teniendo en cuenta que, en casi 30 años como miembro de la Cámara de Diputados, sólo consiguió que 2 de los 170 proyectos de su autoría se convirtieran en ley.

Su actuación como parlamentario se ha caracterizado por un discurso radical, con ataques a homosexuales, negros y mujeres, en defensa de la dictadura militar y hasta de un nuevo golpe de Estado, y de apoyo a la violencia policial, la muerte de delincuentes, la pena de muerte y el libre porte de armas.

Como militar, se formó como oficial en 1977 en la Academia de las Agujas Negras, integró la Brigada de Paracaidistas y llegó al rango de capitán, todo en cuarteles de Río de Janeiro.

Pero en 1986, un año después del fin de la dictadura, lideró una protesta contra los bajos salarios de los militares, lo que le valió una sanción de 15 días de detención por actos de indisciplina.

Entre otros proyectos polémicos ha defendido la pena de muerte, la prisión perpetua, el régimen de trabajos forzados para condenados, la reducción de la edad penal de 18 a 16 años y el control de la natalidad como herramienta para combatir la pobreza y la violencia

Con información de Agencias 

Por - Redacción Internacional

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