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El clima en la cancha de Arsenal de Sarandí distaba mucho del que se había vivido en Racing Club hace una semana, cuando una multitud acompañó a Cristina Fernández de Kirchner en el cierre de campaña. Hasta que la expresidenta apareció en el escenario, rodeada de sus principales aliados, cerca de la medianoche de ayer. Con gritos y cánticos más parecidos a los de una tribuna de fútbol que a una legión política, la viuda de Néstor Kirchner no felicitó a los ganadores. Sólo aceptó que en el recuento de votos “no nos alcanza para superar a nuestros adversarios”. Ni siquiera pareció una manera elegante de reconocer la derrota. Con un discurso armado a última hora, dejó claro que buscará resurgir de sus cenizas. Será senadora por la Provincia de Buenos Aires, es cierto. Sin embargo, su compañero de fórmula, el excanciller Jorge Taiana, se quedará afuera del Congreso. Esteban Bullrich, un licenciado en Sistemas de 48 años que fue ministro de Educación bonaerense, se impuso por 4 puntos (41,38 %) ante la mujer que estuvo al frente del país durante una docena de años (37,25%). Gladys González, de Cambiemos, también se aseguró banca en el Parlamento argentino.
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¿Es el final del kirchnerismo? Hasta la propia Cristina renegó del movimiento ligado al apellido de su marido. Se lo dijo al diario El País de España, en una serie de entrevistas que brindó para intentar recomponer esa imagen negativa que dejó tras su último mandato. “Al kirchnerismo siempre lo vi como una manera de bajarnos el precio a los peronistas. Yo soy peronista, no me digas que soy kirchnerista. Me llamo Kirchner, pero soy peronista de toda la vida”, sostuvo sin rubores. Si hasta cambió el nombre del partido que la condujo al poder. El Frente Para la Victoria quedó en manos de otros dirigentes afines y Unidad Ciudadana tomó relieve. Se conservaron los colores nacionales, pero se modificó la estética de sus actos, con el inconfundible sello del PRO. Cristina buscó mostrarse distinta a esa presidenta confrontativa que ni siquiera le pasó el bastón de mando a Mauricio Macri el 10 de diciembre de 2015, cuando le ganó el balotaje a Daniel Scioli, exgobernador de la Provincia de Buenos Aires y candidato K. Asesorada por el consultor Vinicio Alvarado, estratega electoral del expresidente Rafael Correa y de su sucesor en Ecuador, Lenín Moreno, buscó un cambio de estilo. Le alcanzó para ganar las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) por un porcentaje menor (0,21 %, apenas 20 mil votos) y tras un largo recuento, pero perdió en las legislativas. Fue el final de un invicto personal: desde que se lanzó como diputada por Santa Cruz, en 1989, había ganado siempre.
Así y todo, Cristina decidió corporizarse en la referente de la oposición, a espaldas de ese peronismo del que se jacta formar parte, pero con el que decidió romper. “Las fuerzas opositoras no han resistido el avance del oficialismo y nosotros hemos crecido”, afirmó la expresidenta, que sumó 3’500.000 votos, casi 300 mil más de los que había cosechado en agosto. Fue una mirada antojadiza, está claro. “Nosotros nunca criticamos ni desprestigiamos porque creemos en la necesidad de las distintas fuerzas políticas que creen que este modelo político y social de ajuste sólo puede causar dolor a la inmensa mayoría del pueblo”, afirmó la exjefa de Estado. El caudal de gente es interesante para competir a nivel provincial. Ahora, si se suma al 21,74 % que reunió Daniel Filmus en la Ciudad de Buenos Aires, muy a pesar de perder holgadamente con Elisa Carrió (50,93 %), a Río Negro y Tierra del Fuego, reúne un 21,73 % a nivel nacional. Muy lejos del 41,85 % que sumó el oficialismo en a lo largo y a lo ancho del país. Hoy, el kirchnerismo disfrazado de Unidad Ciudadana asoma como la segunda fuerza. Pero el peronismo no la acompañará, muy a pesar de la crisis que atraviesa: nunca tuvo tan poco poder desde el regreso de la Democracia. Cristina no es dialoguista y está en las antípodas de Macri. Bajo esta coyuntura y de cara a las elecciones presidenciales de 2019, parece imposible que logre llegar con serias posibilidades a la aspiración de un tercer mandato. Hoy por hoy, circula por la misma ruta errante que Carlos Menem, quien no pudo recuperar el sillón de la Casa Rosada y el domingo cayó en su propio terruño, La Rioja.
El Gobierno no sólo ganó en Buenos Aires, en la Ciudad Autónoma y Provincia; además, se impuso en otros grandes distritos: Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Ganó en Jujuy, Salta y una provincia donde históricamente dominaba el peronismo: Chaco, ni más ni menos. En Corrientes, Entre Ríos, Neuquén y Santa Cruz (sí, la tierra de los Kirchner) también ganó el oficialismo con amplia ventaja.
“Cambiemos vino para quedarse un largo rato y vamos a seguir trabajando para fortalecer eso y dejando de lado cualquier división. Hoy terminó de nacer el cambio. No vamos a buscar confrontar con nadie. Nuestro desafío es superar la resignación y el miedo”, declaró Marcos Peña, jefe de Gabinete. Buscó, de alguna manera, achicar esa grieta que parece imposible de cerrar en el medio de la polarización que hay en la Argentina. “El lugar de diálogo será el Congreso, la legislatura, ese es el espacio para hablar y resolver las cosas, vamos a seguir trabajando de la misma manera”, manifestó María Eugenia Vidal, la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, cuando le preguntaron si Argentina estaba ante el final del kirchnerismo. “La etapa más difícil pasó”, sostuvo Macri.
Cambiemos sumó 21 diputados en el Congreso. Unidad Ciudadana perdió 7. Sergio Massa, quien fuera jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, fue el más golpeado: perdió 16. El peronismo agregó 17. En el Senado, el oficialismo sumó nueve legisladores y el peronismo perdió cuatro, por lo que dejará de tener mayoría propia. Cambiemos seguirá teniendo la minoría parlamentaria de ambas cámaras, pero se le hará menos dificultoso negociar sus proyectos con una oposición dividida. Y el caso de Santiago Maldonado, el artesano que murió ahogado en el río Chubut y tanto ocupaba al Gobierno, no movió el amperímetro de las urnas. Lo único que hizo fue profundizar la grieta, mientras no había certezas del paradero del joven que apareció el viernes tras una búsqueda de 79 días.
Fue una semana dura para Cristina, que sigue teniendo un votante cautivo a pesar de las causas que arrastra y que tendrá que salir a flote en el medio del juicio oral que está atravesando Julio De Vido, su exministro de Planificación Federal, quien mañana podría quedar detenido.