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Cuando se aborda el caso venezolano se suele argumentar que uno de los mayores problemas del vecino país es la división en el seno de la oposición, su desconexión con las bases y la carencia de un proyecto político que pueda hacer frente al chavismo. Se resalta la mezquindad de los líderes opositores, sus ambiciones de poder y su afán de protagonismo. También se suele criticar a los partidos políticos y se les responsabiliza como los grandes causantes del desastre.
Durante años, Hugo Chávez se montó en el discurso de responsabilizar al denominado “puntofijismo” de todos los males de Venezuela y criticaba su alianza con los Estados Unidos. El otrora presidente venezolano promovió una visión dicotómica de buenos y malos, arrogándose, por supuesto, el papel del bueno que salvaría a Venezuela de la dependencia extranjera y regresaría el poder al pueblo. Así las cosas, todo aquel que se opusiera a Chávez encarnaba lo malo y era un apátrida.
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Dicha polarización de la política y simplificación de la historia encontró en diferentes sectores una explicación a los problemas que vivió Venezuela a finales del siglo pasado e incluso fue la excusa ante las dificultades de los primeros años del chavismo, y aunque aún pretenden responsabilizar al pasado, después de casi dos décadas el discurso ya no es creíble.
Pero los sectores opositores no son los buenos ni los malos; tampoco son una fuerza monolítica, ni unos apátridas por no apoyar al chavismo. Los discursos dicotómicos suelen ser usados para simplificar las complejas relaciones políticas, económicas y sociales que tienen lugar en los estados. Dichos discursos promueven una reducción de la vida de una nación y son hábilmente utilizados para lograr la obediencia de amplios sectores sociales.
La discusión en Venezuela no es entre los salvadores del pueblo y los promotores de los intereses externos. Tampoco es una nueva batalla entre el bien y el mal. Veinte años después de la primera victoria de Chávez, Venezuela se enfrenta a una confrontación, pero entre demócratas y dictadores. Los unos promueven la pluralidad, la diferencia, la discusión y la construcción de consensos; los otros creen tener la razón y están dispuestos a sacrificar a aquellos que supuestamente defienden, por imponer su visión.
Hace unos diez años, diferentes actores políticos, partidos, líderes, grupos y organizaciones sociales, hasta individuos, se convocaron en torno a la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Su nombre sintetizaba el doble propósito y objetivo de una fuerza opositora contra el chavismo: unidad democrática.
De los diferentes grupos y fuerzas políticas que han hecho frente al chavismo en estas dos décadas, la MUD se caracterizó por el uso de una estrategia electoral. Poco a poco le fue restando votos al chavismo, que se presentaba como democrático por contar con respaldo en las urnas. La MUD logró en estos años importantes victorias electorales, como, por ejemplo: en dos ocasiones ganó las elecciones de Asamblea Nacional, en 2010, pero por un cambio en la estructura electoral, y a pesar de obtener más votos populares, se le asignaron menos escaños. Y en 2015, en contra de todos los pronósticos y una estructura adversa, la MUD se apoderó de la mayoría absoluta del Poder Legislativo.
La mayor victoria de la MUD fue demostrar que el respaldo en las urnas del proyecto chavista no era tan grande como se creía. También demostró que la mayoría de los venezolanos no apoyaban una orientación del Estado en dirección al socialismo bolivariano del siglo XXI.
La semana pasada, el Tribunal Supremo de Justicia declaró inválida la tarjeta de la coalición opositora, alegando doble militancia. Al desgaste producto de las fraudulentas elecciones de gobernadores y alcaldes del año pasado y la desconexión con las bases, ahora se suma la arremetida del chavismo, que sabe que la MUD logró arrebatarle las urnas. La unidad democrática y su estrategia electoral lograron desenmascarar a la dictadura y, ante su debilidad, el chavismo no ha dudado en atacarla, pero es importante recordar que precisamente la unidad democrática debe ser el propósito y el objetivo de la oposición.
* Profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario. @ronalfrodriguez