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Donald Trump celebraba hace ocho días el bombardeo sobre tres instalaciones de armas químicas en Siria. "¡Misión cumplida!", aseguraba, luego de recibir un apoyo casi unánime. Demócratas y republicanos respaldaron la decisión de lanzar una lluvia de misiles sobre Damasco y Homs porque el régimen de Bashar al-Asad había bombardeado con gas sarín contra los habitantes de Duma a las afuerasa de Damasco. "Un animal que disfruta matando a su propia gente", había trinado el indignado Trump.
La información del ataque químico la entregaron miembros de Los Cascos Blancos, una polémica ONG que ha sido acusada por el gobierno sirio de servir al Estado Islámico pero que en Occidente ha sido exaltada por su labor de ayuda a las víctimas de la guerra en Siria. Estados Unidos, Reino Unido y Francia, dijeron tras lanzar los bombardeos, que habían confirmado la veracidad del ataque que dejó 40 muertos, entre ellos muchos niños.
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Hoy nadie se acuerda de esos niños que conmovieron al mundo, indignaron a Trump y provocaron el último ataque sobre Siria. De acuerdo con datos de la Unicef, en los primeros cuatro meses del año, mil niños han muerto en la guerra y más de un millón corren graves riesgos porque la guerra continúa.
El Pentágono fue claro en su mensaje: dijo que no buscaba derrocar a Al-Asad ni meterse en otra guerra. De hecho Trump quería que los 2.000 hombres que su país tiene en territorio sirio regresaran ya. Y por eso el ataque no cambio nada en el campo de batalla.
Hoy la guerra continúa y el régimen sigue avanzando sobre los pocos territorios que le falta por recuperar. Un día después del bombardeo anunció el triunfo total en Guta Oriental y comenzó la avanzada hacia la provincia de Deraa, uno de los últimos feudos insurgentes del país. La reconquista de Guta es simbólica por su situación geográfica, a las puertas de Damasco, y porque pone fin a los disparos de cohetes y obuses rebeldes contra la capital.
La guerra sigue
Un día después de los ataques los sirios volvieron a trabajar, pero como siempre con las precauciones que toman desde que comenzó la guerra: van grupos, evitan calles por los francotiradores y viven alertas. Organizaciones humanitarias cuentan cómo los sirios se han vuelto expertos en detectar cuando unas bombas van a caer o en saber en dónde hay un tiroteo.
Según el diario prorégimen Al Watan la prioridad de las fuerzas gubernamentales podría ser "resolver definitivamente la cuestión del sur de la capital".
En esa zona subsisten varios enclaves rebeldes, especialmente en el campo de refugiados palestinos de Yarmuk, dominado por los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).
Pero según Julien Théron, experto en el conflicto sirio, "la persistencia de territorios en manos del EI sirve a la argumentación del régimen, que tiene interés en centrarse primero en las zonas rebeldes".
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El presidente prometió "liberar cada centímetro cuadrado del territorio sirio". Numerosos expertos consideran que el próximo objetivo podría ser la provincia de Deraa, uno de los primeros lugares donde estallaron las manifestaciones contra Asad en 2011.
Esa provincia, situada cerca de Jordania y de los Altos del Golán, anexados por Israel, está en manos de distintos grupos rebeldes -que controlan el 70% de esa región- y de las fuerzas del régimen y del EI, cuya presencia es reducida.
"La liberación de Guta Oriental marca el final de la amenaza contra Damasco. Sería lógico que el gobierno sirio redistribuyera sus fuerzas en el sur para acabar con la situación actual en Deraa", dice Basam Abu Abdalá del Centro de Damasco de Estudios Estratégicos.
Una sola provincia sigue escapando casi por completo al control del régimen, Idlib, en el noroeste, cerca de la frontera con Turquía. La organización yihadista Hayat Tahrir Al Sham, dominada por la que fuera la rama siria de Al Qaeda, controla la mayor parte de esa provincia, donde está enzarzada en luchas internas con otros grupos islamitas.
La provincia "no está en el punto de mira de Damasco hasta nueva orden, porque es objeto de cálculos más geopolíticos que militares", asegura Sam Heller, analista del International Crisis Group.
"El destino de Idlib está vinculado a lo que traman Turquía y Rusia entre bambalinas", asegura. La provincia de Idlib, donde se calcula que viven 2,5 millones de personas, incluidos más de un millón de refugiados, es el lugar al que el régimen suele enviar a los combatientes rebeldes y a sus familias en virtud de acuerdos sellados con los insurgentes.
¿Y las armas químicas?
Militares rusos informaron esta semana que encontraron en la ciudad siria de Duma un supuesto laboratorio rebelde con sustancias químicas, lo que incluye bidones de cloro y componentes para la fabricación de gas mostaza."Durante la inspección de la ciudad de Duma se encontró un laboratorio y un almacén con sustancias químicas", dijo Alexandr Rodiónov, portavoz de las Tropas Rusas de Defensa Radiactiva, Química y Biológica, a los medios locales.
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Entre las sustancias supuestamente encontradas por los rusos se encontraban tiodiglicol y dietanolamina, agentes químicos necesarios para producir gas mostaza.
Mientras tanto, el gobierno sirio confirmó que los expertos de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) entraron el martes en la ciudad de Duma y podrían comenzar mañana a investigar el presunto ataque químico del pasado 7 de abril.
Según el embajador sirio ante la ONU, Bashar Yafari, la misión de la OPAQ estudió la situación de seguridad sobre el terreno y, si considera que las condiciones lo permiten, tiene previsto empezar su trabajo el miércoles.
Yafari se expresó así durante una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, después de que la agencia oficial de noticias siria SANA informara de la llegada de los expertos a Duma.