Hugo Moyano: ¿el intocable del sindicalismo argentino?

A pesar de las acusaciones de lavado de activos y enriquecimiento ilícito, el líder del gremio de transportadores amenaza con poner en jaque a la administración de Mauricio Macri.

Mateo Guerrero Guerrero
24 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.
Hugo Moyano llegó a la cabeza del sindicato de trabajadores en 1987.  / AP
Hugo Moyano llegó a la cabeza del sindicato de trabajadores en 1987. / AP

En Argentina dicen que a Hugo Moyano le bastan cinco llamadas para poner al país en suspenso. Como si quisiera demostrarlo, el dirigente sindical colapsó el tráfico de Buenos Aires el pasado 21 de febrero, cuando convocó una protesta contra el gobierno del presidente Mauricio Macri.

Según las organizaciones sociales, a la protesta asistieron 400.000 personas. Las cuentas del gobierno reducen ese número a 140.000 y mientras Macri anunciaba que iba a seguir trabajando “en forma honesta y transparente” y a pesar de las “extorsiones” y “comportamientos mafiosos”, Moyano dejó clara su posición: “Dicen que esta marcha es para defenderme de mis causas judiciales. No estoy implicado en ningún tema de corrupción, pero si fuera así, tengo las suficientes pelotas para defenderme solo”. A comienzos de los 50, el desempleo en Argentina era casi inexistente y la enorme masa de trabajadores se empezó a integrar a organizaciones gremiales y políticas. Hoy, más del 40 % de los trabajadores argentinos están sindicalizados (en Colombia esa cifra apenas supera el 5 %).

Es tanto el peso de las asociaciones gremiales que, según lo explica Daniel Giorgetti, profesor de la Universidad de Buenos Aires y experto en la historia del movimiento obrero argentino, los sindicatos argentinos lograron sobrevivir a los regímenes militares del siglo XX, incluso cuando “entre 1976 y el 83 se llegó a discutir el desmantelamiento del aparato industrial para poder debilitarlos”.

Moyano llegó a la dirección del sindicato de camioneros en 1987 y ha visto pasar a seis mandatarios, pero su mérito no solo está en la supervivencia. Desde que llegó al sindicato, el número de afiliados se disparó hasta superar los 200.000 y hoy en día tiene bajo su tutela 14 ramas del transporte: desde los trabajadores del servicio postal hasta los recolectores de basura, pasando por los trabajadores de peajes y puestos fronterizos.

Fueron los trabajadores de esos gremios, militantes de partidos de izquierda e incluso miembros del kirchnerismo, los que abarrotaron la avenida 9 de Julio el miércoles pasado, una reunión que hace años, cuando Moyano era aliado de Macri y enemigo acérrimo del matrimonio Kirchner, habría parecido imposible.

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“Esto no es por Moyano, es por los trabajadores”, explicaba una asistente a la protesta y cuyo malestar como el de muchos argentinos de clase media tiene que ver con la inflación descontrolada que atraviesa el país. También incomodan los intentos del gobierno Macri por sacar adelante una reforma laboral e introducir cambios en el sistema de pensiones.

Si la situación de Macri es complicada, la de Moyano lo es mucho más. Se lo acusa de enriquecimiento ilícito a través del sistema de salud de su gremio. También es investigado por lavado de activos a través de Independiente, el equipo de fútbol que preside.

El pasado 12 de febrero, Roberto Petrov estaba en su casa cuando recibió con balas al Grupo G1 de la Policía Federal. El guardaespaldas de Moyano fue capturado junto al vicepresidente del Independiente, Noray Nakis, y otros 21 integrantes de la barra del equipo, en medio de la investigación por lavado de activos.

Las capturas que pueden preocupar a Moyano no terminan ahí. En enero, Marcelo Balcedo, líder del gremio de auxiliares de escuelas y director del diario Hoy, fue capturado en Uruguay, donde tenía una mansión a las orillas del mar y en la que le fueron incautados 500.000 dólares, 14 carros de lujo y varias armas automáticas. También se lo investiga por lavado de activos, al igual que a Ómar Caballo Suárez, el líder del sindicato de empleados portuarios y que, como Moyano, era considerado un intocable. 
“No le pisen la cola al león”, dijo por entonces Luis Barrionuevo, jefe del gremio de los empleados del sector gastronómico, “a los sindicatos los atacaron los militares, [Raúl] Alfonsín (1983-1989) y [Fernando] De la Rúa (1991-2001) y no terminaron su mandato”, añadió el dirigente sindical.

A pesar de las amenazas, y del despliegue de fuerza que Moyano exhibió en las calles la semana pasada, el gobierno de Macri no parece estar dispuesto a ceder: “Pueden parar una semana, 10 días, ¿y el día 11? Nadie le va a seguir si el único objetivo real es salvarse de la cárcel”, le dijo al El País una fuente gubernamental.

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Para el profesor Giorgetti, es claro que la corrupción que a lo largo de los 60 imperaba entre empresarios y políticos terminó por instalarse en el movimiento obrero: “Sin embargo, no hay que engañarse. Hay miles de dirigentes y delegados de base gremiales que trabajan diariamente y no protagonizan casos de corrupción. La corrupción no está más enquistada en el movimiento obrero que en otros sectores”.

También es enfático al decir que los escándalos de corrupción que están siendo investigados son apenas la punta del iceberg y que se dan a conocer con claro sentido político y estratégico: “Un velo de sombra protege otros casos de corrupción que no son mencionados. Esto habla de una ofensiva para silenciar opositores con recursos judiciales, y algunos sindicalistas están en la mira, indudablemente”.

Por Mateo Guerrero Guerrero

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