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El puente de Brooklyn, en la ciudad de Nueva York, se cerró mientras una caravana de vehículos de seguridad, un equipo de Armas y Tácticas Especiales (SWAT, por sus siglas en inglés) y una ambulancia lo atravesaban. En uno de los carros (completamente blindado y sin ventanas) era movilizado Joaquín el Chapo Guzmán, uno de los narcotraficantes mexicanos más importantes para la justicia norteamericana, quien ahora es acusado de traficar más de 155 toneladas de droga a los Estados Unidos.
Jane Rosenberg, una artista neoyorquina, se encontraba atorada en el tráfico mientras cruzaba el puente en taxi, sorprendida por el despliegue de seguridad que nunca antes había visto. La procesión y ella se dirigían hacia el mismo lugar: la Corte Federal de Distrito en Brooklyn, donde desde el 13 de noviembre se lleva a cabo el juicio contra el exlíder del Cartel de Sinaloa, recluido en una cárcel de máxima seguridad en Manhattan.
Rosenberg, licenciada en Bellas Artes de la Universidad Estatal de Buffalo, y artista del Art Students League of New York y la Academia Nacional de Arte y Diseño, ha trabajado como retratista en las cortes desde 1980.
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“Soy una artista, siempre he sido una artista. Y me siento afortunada de poder trabajar en algo que me da suficiente dinero como para vivir de ser artista, algo que no es fácil. Yo estaba casi que muriendo de hambre antes de volverme retratista en las cortes”, responde desde Nueva York para El Espectador.
En los últimos 38 años ha podido presenciar juicios de históricos casos como el del atentado de la maratón de Boston, el ataque terrorista al World Trade Center de 1993, el fraude del banquero Bernie Madoff, el juicio del mafioso estadounidense John Gotti y, actualmente, el de Guzmán, que es considerado el mayor caso de drogas en la historia de Estados Unidos.
“La gran mayoría de la gente a la que retrato son personas peligrosas, y que han hecho cosas horribles. Por eso terminan en la Corte. El caso del Chapo es definitivamente uno de los más importantes en los que he estado. De hecho, estoy disfrutando dibujar ahí, hay muchos buenos personajes como testigos para dibujar y es emocionante poder ser parte de eso”.
De hecho, uno de los testigos claves del caso es el exnarcotraficante colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía, alias Chupeta, el jefe del cartel del Norte del Valle, quien ha revelado cómo desde 1990 hasta 2007 envió toneladas de cocaína desde Colombia al Chapo, y quien se sometió a severas cirugías plásticas en el rostro en Brasil (donde estaba prófugo) modificando su mandíbula, ojos, nariz, pómulos y orejas para no ser reconocido.
“Aunque sabía de antemano sobre las cirugías plásticas de Chupeta, me preocupaba cómo iba a capturar los gestos de alguien que ha borrado todas sus líneas de expresión. Era como si alguien hubiera metido pequeñas almohadas debajo de su piel y luego las hubiera vuelto a tapizar como una vieja silla con camillas de lona sujetadas con grapas. Sin embargo, su cara era tan poco usual, que creo que pude capturarla”, afirmó la artista, cuyas imágenes de los juicios son hoy ampliamente reconocidas y han sido publicadas en medios como CNN, CBS, ABC y Fox News, en colecciones del Museo de Televisión y Radio en Nueva York y en el Museo de la Constitución en Filadelfia.
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Jane Rosenberg es contratada por los medios de comunicación, ya sean canales de televisión o prensa, pues en las cortes federales está prohibido el ingreso de cámaras y grabadoras, por lo que es necesario contar con un artista que permita tener las imágenes de la historia, especialmente en juicios de largo aliento como el de Guzmán, que durará cuatro meses.
“Ser retratista en las cortes es un trabajo muy difícil. Varias personas lo intentan, pero después se dan cuenta de que hay muchos problemas extras y que no es tan grandioso. Por eso, solo somos cinco artistas los que trabajamos actualmente en las cortes en Nueva York”, cuenta, afirmando que la seguridad y el tiempo son dos de las cosas más duras de su trabajo.
La artista debe llegar a las cinco de la mañana al Tribunal y hacer una fila de dos horas para poder ingresar al lobby, en donde debe atravesar un detector de metales. Después, en el interior, debe hacer otra fila hasta las 8:30 de la mañana y atravesar otro set de detectores de metales y rayos X. No está permitido el ingreso de comidas, bebidas, ni celulares a la corte e incluso les han prohibido ir al baño.
“El primer día del juicio del Chapo fue el peor, fue terrible. A mí nunca me habían tratado tan mal. No podíamos ir al baño, ni tampoco pudimos almorzar, fue una locura. Lidiar con el cuerpo de seguridad es muy tensionante”, admitió la artista. Y ¿cómo no? Si el actual esquema se debe a que el Chapo logró fugarse dos veces (con acciones como de película) de prisiones de máxima seguridad en México. Por eso, mientras no está en la corte, se encuentra recluido 23 horas al día en una celda de 18 metros cuadrados, sin contacto con otros reos y sin la posibilidad de ver a su esposa, Emma Coronel, o tratar con sus abogados directamente.
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En su traslado diario desde Manhattan a Brooklyn, cuando la ciudad se paraliza, el exjefe del cartel mexicano, de 61 años, puede salir de su encierro y se encuentra en el mismo punto con Rosenberg, quien lo retrata; su esposa, que lo observa, y el juez del distrito, Brian Cogan, a la espera de su posible condena a cadena perpetua.