La difícil internacionalización de la crisis migratoria venezolana

El Gobierno de Colombia quiere generar una estrategia regional y buscar apoyo internacional para enfrentar la crisis migratoria venezolana. Sin embargo, llevar el debate a espacios internacionales implica grandes retos.

Ronal F. Rodríguez y María Clara Robayo
17 de septiembre de 2018 - 02:27 a. m.
Luis Almagro, secretario general de la OEA, visitó zonas fronterizas con el canciller, Carlos Holmes Trujillo./ EFE
Luis Almagro, secretario general de la OEA, visitó zonas fronterizas con el canciller, Carlos Holmes Trujillo./ EFE
Foto: EFE - -

El canciller Carlos Holmes Trujillo ha reconocido que el Estado colombiano no puede hacer frente solo al fenómeno migratorio que vive Colombia, pues no se cuenta con la capacidad institucional, mucho menos presupuestal, para atender a los cientos de miles de venezolanos que han llegado, a los que todos los días continúan entrando o a los que están por venir. Después de hacer presencia en la extensa frontera y reunirse con las autoridades locales y departamentales, de ser testigo de primera mano de la tragedia humanitaria, el ministro Trujillo ha centrado la estrategia en la internacionalización de la crisis migratoria.

Es así como la atención a la crisis migratoria se desarrollará en tres ámbitos: nacional, regional y multilateral. En el terreno nacional son muchos los retos: política migratoria, atención en salud, educación e integración social, entre otros. Pero muchos han cifrado sus esperanzas y se ha dejado correr la idea del papel que jugará la comunidad internacional, países generosos y organizaciones internacionales con importantes recursos y buenas voluntades que tenderán su mano para apoyar al pueblo venezolano que huye de la dictadura y colateralmente a Colombia, principal afectado por el éxodo.

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Así como el ciudadano espera una respuesta del gobierno local, y este, a su vez, del Gobierno nacional, también se espera una respuesta de una idílica comunidad internacional. Pero ni los países son generosos ni los recursos de las organizaciones son infinitos; por el contrario, el mundo se guía por los intereses de los Estados y los recursos son escasos, se compite por dichos recursos en un contexto lleno de crisis migratorias: los niños migrantes en Estados Unidos, los náufragos del Mediterráneo, la devastación siria o los rohingyás huyendo de la peor cara del budismo.

A escala regional el reto no es menor, pues durante décadas el Estado colombiano les dio la espalda a sus emigrantes y en la práctica desconoció el problema que representaban para los países receptores, llegando al punto de negar la existencia del conflicto armado y la movilidad humana que este causó. Nuestros vecinos se vieron seriamente afectados, pero en términos generales actuaron con generosidad, especialmente Ecuador, que otorgó estatus de refugiados a un número importante de colombianos, con todas sus implicaciones.

En el caso de la migración hacia Venezuela, tiene diferentes oleadas y tratamientos, ya que los colombianos fueron recibidos en el hermano país, al punto de que se puede afirmar que no hay una familia venezolana que no tenga un pariente colombiano. No obstante, la recepción dependió del momento político que vivía Venezuela, y en términos concretos el chavismo siempre buscó la instrumentalización política del fenómeno, como se evidenció en la Misión Identidad, política social que regularizaba a los colombianos con el objetivo de convertirlos en una parte de la masa electoral que ayudó a Hugo Chávez a permanecer en el poder para el referendo revocatorio de 2004.

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Ahora que Colombia debe liderar el proceso de armonización para el tratamiento a la población venezolana y evitar convertirse en un Estado tapón, encuentra resistencias, mayores o menores, en Ecuador, Perú y Chile. La desidia del pasado hoy nos es regresada; no obstante, la dimensión de la tragedia humanitaria venezolana obliga a la coordinación.

En el aspecto multilateral, no se puede subestimar el poder que tuvo la diplomacia petrolera de la Revolución Bolivariana en la década pasada y el que aún conserva en la región y en varias organizaciones intergubernamentales. Si bien, hoy se reconoce al gobierno de Nicolás Maduro como una dictadura, y hay una serie de sanciones sobre él y varios de sus más cercanos esbirros, también es cierto que solo el 45 % de los países del mundo son considerados libres y el 61 % de la población mundial vive bajo regímenes considerados parcialmente libres o no libres, en términos de Freedom House.

Por lo tanto, el régimen venezolano no está completamente aislado ni su poder internacional es poco, especialmente en los organismos multilaterales donde el voto de un Estado autocrático tiene el mismo peso y “valor” que el de un Estado democrático. No en vano, Venezuela logró ser reelecta con 131 votos en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 2015 después de las fuertes represiones y los casos de violación, de precisamente, los derechos humanos en 2014.

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La lentitud e incluso la inoperancia de algunas organizaciones intergubernamentales para atender la crisis migratoria venezolana pueden esconder el interés de algún funcionario que debe su nominación o puesto a la gestión de la diplomacia venezolana. Aún quedan funcionarios y consultores de dichos organismos en deuda con la Venezuela chavista, que pueden torpedear la gestión diplomática colombiana.

El canciller conoce y tiene experiencia para enfrentar el difícil proceso de la internacionalización de la crisis migratoria, le apuesta a la coordinación de la gestión humanitaria en la región y a la construcción de un fondo que permita su atención. De la gestión de Holmes Trujillo dependerá, en gran medida, el liderazgo que Colombia adquiera para manejar el fenómeno como principal afectado.

La estrategia del nuevo Gobierno de querer llevar el debate de la crisis migratoria al seno del sistema interamericano tendrá importantes dificultades, pues tradicionales aliados de Colombia como República Dominicana y Estados Unidos son sensibles cuando se trata de abordar la movilidad humana y asumir enfoques solidarios y basados en la defensa y el respeto de los derechos humanos.

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Lograr consensos en la Organización de Estados Americanos (OEA) será una tarea compleja, algo difícil de conseguir en manos del recién posesionado embajador de Colombia ante dicha organización, el señor Alejandro Ordóñez. Igualmente, el Gobierno colombiano se equivocó al permitir que David Smolansky, importante líder opositor venezolano, fuera nombrado coordinador del grupo de trabajo para atender la crisis migratoria venezolana. Se debió pugnar por la designación de una autoridad internacional en temas migratorios o de defensa de los derechos humanos para legitimar los resultados de dicha coordinación. El señor Smolansky, como parte de la oposición, facilitará la descalificación del Gobierno venezolano y complicará la consecución de votos cuando se requieran en los organismos intergubernamentales, empezando por la OEA.

El canciller colombiano tiene la difícil tarea de edificar el liderazgo colombiano para manejar la crisis migratoria, en sus tres acepciones. Hacer o construir un sistema que armonice el manejo y la respuesta de Colombia, la región y las organizaciones multilaterales a la crisis humanitaria desencadenada por la dictadura venezolana. Asimismo, deberá infundir el sentimiento de piedad y virtud en el pueblo colombiano, y por extensión latinoamericano, con los hermanos venezolanos. Y finalmente tendrá que establecer y fundar las bases para la política migratoria en un contexto internacional que demanda buenas prácticas y ejemplos. Es un largo camino y el Estado colombiano inició en la dirección correcta, orientado por la solidaridad, pero es necesario acelerar el paso y vigilar la ruta, ya que se puede hacer de la migración una oportunidad de desarrollo para Colombia.

* El artículo aborda temáticas del informe Retos y Oportunidades de la Movilidad Humana Venezolana en la Construcción de una Política Migratoria Colombiana. Documento elaborado por los investigadores del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario con el apoyo de la Fundación Konrad-Adenauer-Stiftung -KAS- el cual será entregado al Canciller de la República el próximo 2 de octubre. La opinión contenida es de entera responsabilidad de los autores y no compromete en modo alguno a la KAS.

Por Ronal F. Rodríguez y María Clara Robayo

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