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El régimen sirio, con la ayuda de Rusia, lleva tres meses bombardeando la región de Idlib, en manos de los yihadistas, sin dejar al margen ni escuelas ni hospitales, siguiendo una estrategia de "guerra de desgaste", según los expertos.
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La oposición al régimen de Bashar Al Asad denunció una "exterminación" y la ONU condenó la "indiferencia" de la comunidad internacional frente a unos bombardeos que costaron la vida a 700 civiles y causaron más de 400.000 desplazados.
Dominada por los yihadistas de Hayat Tahrir Al Sham (HTS), la exrama siria de Al Qaeda, la provincia de Idlib, en el noroeste del país, tiene presencia también de otras facciones extremistas, además de algunos grupos rebeldes, debilitados.
El objetivo de los bombardeos aéreos y de los ataques casi diarios es "presionar a las facciones y a su base popular", explica Nawar Oliver, investigador del centro Omran, con sede en Estambul. "En esta región viven todos los sirios de la oposición y las familias de los combatientes", agregó.
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La mitad de los tres millones de habitantes de Idlib y de su región son desplazados que huyeron de los combates hacia otras provincias, o que rechazaron quedarse en las localidades rebeldes conquistadas por el régimen.
La estrategia de "desgaste emprendida [por el régimen] es aterradora, se apunta contra civiles, establecimientos sanitarios y otras infraestructuras", subraya Oliver.
El último reducto rebelde en Siria
Desde finales de abril, los bombardeos en Idlib y en zonas aledañas controladas por yihadistas o por rebeldes en las provincias de Alepo, Hama y Latakia, mataron a más de 750 civiles, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH).Según la ONU, establecimientos sanitarios o miembros del personal médico también fueron alcanzados, y 50 escuelas quedaron dañadas.
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La escalada de violencia se produjo pese al acuerdo cerrado en septiembre de 2018 entre Rusia y Turquía, que apoya a algunos rebeldes, para establecer una "zona desmilitarizada" que separe las áreas yihadistas o de insurgentes de los territorios gubernamentales colindantes. No obstante, algunas disposiciones no se están respetando.
El acuerdo "comportó un aplazamiento o una suspensión temporal de cualquier ofensiva terrestre del régimen", considera Oliver. Pero la campaña aérea podría preparar el terreno para "una operación terrestre".
Los bombardeos se concentran en el sur de Idlib y en el norte de Hama, donde unos mortíferos enfrentamientos oponen a combatientes prorrégimen contra yihadistas y rebeldes.
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Rusia y el régimen de Bashar Al Asad "presentan Idlib como la última batalla, el último reducto terrorista", destaca Oliver.
Apoyándose en sus aliados, Rusia e Irán, el gobierno sirio reconquistó más del 60% del territorio. Pero, además de Idlib, quedan extensas regiones del este y del noreste en manos de las fuerzas kurdas, apoyadas por Washington.
Damasco abrió negociaciones sobre el destino de esas regiones, pero sin lograr avances.
"Rusia [...] presiona para que el conjunto del territorio sirio esté bajo el control del poder de Asad", indica Samuel Ramani, investigador en la Universidad de Oxford, experto en la cuestión siria.
Refugiados y desplazados hacia Turquía
Pero, a pesar de la violencia de los combates, los combatientes leales a Al Asad no realizaron avances estratégicos sobre el terreno.Para los expertos, esto se explica sobre todo por el apoyo militar que aporta Turquía a los rebeldes, y por la presencia de fuerzas turcas en los puestos de observación de ese sector.
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"Rusia desea que Turquía renuncie a asistir militarmente" a los rebeldes, pues este apoyo "entorpece los avances" del régimen, afirma Ramani.
Turquía, que acoge a alrededor de 3,5 millones de refugiados sirios, teme que una ofensiva de envergadura en Idlib provoque un flujo masivo de desplazados hacia su frontera.
"Moscú puede aceptar una influencia creciente de Turquía en Idlib a corto plazo. Pero Damasco exige que Turquía se vaya inmediatamente de Siria", apunta Nicholas Heras, del Center for a New American Security.
Sin embargo, "estabilizar Idlib para que los refugiados puedan empezar a volver allí, se traduce en una influencia turca todavía mayor", explica.
En esas condiciones, retomar Idlib, sostiene Ramani, "será una lenta guerra de desgaste para Al Asad".