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Alivio. Eso fue lo que expresaron los dirigentes de la Unión Europea y miles de franceses que, por miedo a los Le Pen, decidieron votar por Emmanuel Macron, quien se convierte en el próximo presidente de los franceses con el 65 % de los votos.
Aunque los analistas coinciden en su buen resultado, aceptan que la abstención fue muy elevada (en torno al 25 %) y que el porcentaje de votos blancos y nulos también fue alto: un 8 %. Es decir, fue un triunfo paradójico: ganó con mucha ventaja y a la vez sufrió un castigo electoral: un tercio de los franceses le negaron el apoyo y otros muchos lo votaron sólo para evitar que la ultraderecha, representada por Marine Le Pen, llegara al palacio del Elíseo.
“Los Le Pen son el espantapájaros con el que llevan cuarenta años asustándonos. Por ese miedo, la gente termina votando por cualquier incapaz al servicio de los bancos”, le decía a nuestro corresponsal en la capital francesa una estudiante del liceo Louis Arago cerca de la Plaza de la Nación de París. (Lea también: Putin insta a Macron a "superar la desconfianza mutua" y a "unir fuerzas)
Ese “incapaz” —exbanquero y alto funcionario—, como lo llama la joven, batió varios récords históricos: se convierte en el presidente más joven de la V República francesa, con 39 años (es un año más joven que Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón Bonaparte, que tenía 40 años cuando fue elegido en 1848), y también es el primer presidente en la historia francesa moderna que gana sin pertenecer a un partido político tradicional. De hecho, se fue contra todos ellos con su partido En Marche, que creó en 2016, justo después de un paso fugaz por el gabinete del actual presidente, François Hollande, como ministro de Economía.
“Esta noche se abre una nueva página de nuestra larga historia. Quiero que sea la de la recuperación de la esperanza y la confianza”, declaró Macron. Y agregó que es consciente de “la ira, la ansiedad y las dudas” de los franceses.
Justo lo que representó su rival, quien, a pesar de la derrota, con el 35 % de los votos, se consolida como una fuerza política que nadie podrá ignorar. La votación que tuvo el Frente Nacional ha sido una de las más altas de su historia, un reflejo de la profunda división entre la Francia urbana y las zonas campesinas, donde están sus bastiones electorales.
Hace 15 años, el padre de Marine, Jean-Marie Le Pen, logró pasar a la segunda vuelta presidencial. Algo inédito para un político con un discurso neofascista como el suyo. Sin embargo, fue tal el susto de varios sectores que todos rodearon a Chirac, quien terminó aglutinando el 80 % de los votos.
Esta vez la ultraderecha dobló su porcentaje, lo que la convierte en una fuerza clave en las próximas elecciones. Por eso, lo primero que Marine Le Pen hizo, después de reconocer el triunfo de Macron, fue aplaudir el “histórico y masivo” logro de su partido, además de anunciar “la profunda transformación del Frente Nacional para constituir una fuerza política que muchos franceses reclaman”.
Esta mujer, astuta y hábil en la política, demostró sus habilidades para capitalizar muy bien el hartazgo de los franceses ante el desempleo y la inmigración, y aprovechará la ola nacionalista en Europa para la próxima cita en las urnas.
La amenaza populista no ha terminado; el siguiente paso es una incógnita. En junio, Francia celebra elecciones legislativas, que de nuevo se mueven en el terreno de la incertidumbre. El batacazo político de la derecha y de los socialistas en la primera vuelta y el paso de la extrema derecha a la segunda abre un interrogante: ¿será capaz Macron de conseguir una mayoría parlamentaria y evitar una cohabitación complicada, pese a no disponer de maquinaria de partido?
Marine Le Pen puede obtener bastantes más diputados de los dos que posee actualmente con su campaña contra la UE, la globalización, los inmigrantes y las “élites” en un país corroído por el desempleo y enlutado por una ola de atentados yihadistas.
Así las cosas, el futuro presidente francés tendrá que unir a un país profundamente dividido y con grandes desafíos por delante, como la lucha contra el desempleo y el terrorismo o la refundación de una Unión Europea alicaída. Pero lo principal “será obtener una mayoría en las legislativas del 11 y el 18 de junio que le deje las manos libres para reformar”, afirma a la AFP Stéphane Rozès, presidente de la consultoría CAP (Consejos, Análisis y Perspectivas). “Debe tener claro que la brecha con Le Pen es de identidad nacional y existencial, no es la división habitual entre izquierda y derecha, y eso podría perdurar en las legislativas”, agrega.
Europa celebra y respira tranquila, por ahora.