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Por lo general, las calles de Caracas están muy solas en los primeros días de enero. Muchos venezolanos aprovechan la época para salir del país o para visitar a parientes fuera de la capital. Otros no salen de sus casas para ahorrar dinero en tiempos de crisis. Y la mayoría apenas se alista para volver a la rutina: los estudiantes a clases, a pesar de las continuas fallas de agua, luz y transporte, y los negocios que resisten los duros tiempos económicos se preparan para otro año que, según proyecciones, puede ser aún más difícil que 2018. El Fondo Monetario Internacional estima que la inflación será 10.000.000 % este año y expertos calculan que en los próximos tres años dos millones de venezolanos dejarán el país.
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Sin embargo, ayer la capital venezolana se reactivó por unas horas. Lo hizo por cuenta de la posesión de Nicolás Maduro, quien a pesar del rechazo internacional juró un nuevo período presidencial (2019-2025) ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). El mandatario estuvo acompañado solo por seis jefes de Estado y cuatro representantes de otros gobiernos afines: Bolivia, El Salvador, Cuba, México, Nicaragua, Rusia, China, Bielorrusia, Argelia, Antigua y Barbuda, Belice, Congo, Mozambique y Osetia del Sur —reconocido como nación por muy pocos gobiernos—, los únicos que asistieron al acto, señalado por Estados Unidos, la Unión Europea y trece países de la región como “ilegítimo”. En 2013 asistieron a su juramentación representantes de más de 30 gobiernos.
Desde temprano, distintos integrantes de movimientos oficialistas se concentraron en la avenida Baralt de Caracas y cerca del TSJ para respaldar la juramentación. Lo hicieron resguardados por contingentes militares y policiales. El Ministerio de Educación, en un comunicado publicado el miércoles, suspendió las clases escolares a nivel nacional, “con el fin de observar y celebrar la nueva juramentación de nuestro camarada, comandante obrero y revolucionario, Nicolás Maduro Moros”. Y así hicieron todas las entidades públicas, mientras en otros sectores de la ciudad la gente se concentraba, pero para protestar por las fallas diarias en los servicios básicos. Los cortes de luz, agua, gas y la irregularidad en el transporte público son algunos de los males que afrontan los venezolanos a diario.
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“No estoy de acuerdo con que Maduro se haya juramentado. Nunca he estado de acuerdo con ese señor en la Presidencia (...) El país está en ruinas. Nunca se había visto a Venezuela como está ahorita. Tengo 79 años y nunca la vi en este estado”, dijo Eloísa Valero, ciudadana caraqueña. Una encuesta publicada a finales del año pasado en Venezuela, mostró que el 73 % de los ciudadanos rechazan la gestión de Nicolás Maduro, que inicia su segundo mandato con el respaldo de los militares, el polémico Servicio Nacional de Inteligencia (Sebin) y los miembros del TSJ, todos chavistas. Mientras que la Asamblea Nacional, en manos de la oposición desde 2016 y cuya nueva junta directiva fue elegida el sábado, declaró al mandatario como “usurpador”.
Pero el apoyo militar no estaría tan firme. The Washington Post publicó que el ministro venezolano de Defensa, Vladimir Padrino López, le dijo a Maduro que dejara el cargo o aceptara su renuncia. El periódico estadounidense señaló que esa conversación tuvo lugar el mes pasado y que la conocieron por intermedio de un oficial de inteligencia estadounidense. Pero en público, el mensaje es otro. Un día antes de la polémica posesión, Padrino calificó de “aberrante” la declaración del Grupo de Lima, que le pedía al presidente no posesionarse, y expresó su “irrestricto apoyo y lealtad absoluta al ciudadano Nicolás Maduro como presidente constitucional”.
La presión internacional, que sigue aumentando, ha dividido a los venezolanos. Unos respaldan el aislamiento regional y las sanciones, mientras otros se posicionan al lado del Gobierno. “Tenemos que continuar el legado del presidente Hugo Chávez. (...) Hoy estamos ratificando a nuestro comandante. (...) Maduro no es ilegítimo, todos votamos por nuestro presidente. Yo asumí mi derecho al voto”, dijo Cristian Guedez, simpatizante del Gobierno, quien viajó desde Sabaneta, ciudad natal de Chávez, ubicada en el estado Barinas, en el suroccidente del país.
Caracas, dividida en dos ciudades, es un reflejo de la polarización que vive Venezuela. Al este, zona donde se concentran las personas con mayor poder adquisitivo, pequeños grupos desplegaron pancartas que rezaban “Maduro usurpador”, “Maduro ilegítimo”, “Fuera Maduro”, mientras el centro estaba empapelado con afiches de Maduro y los postes de luz adornados con carteles con la consigna “Yo soy presidente”.
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“No estoy de acuerdo con la juramentación de Maduro, ni con lo que están haciendo. Mira cómo está la situación del país”, dijo el dueño de un negocio caraqueño ubicado a pocas cuadras de donde Maduro se juramentó.
Panorama oscuro
“Juro, a nombre del pueblo de Venezuela (...) Lo juro por mi vida, procurar llevar a la prosperidad económica y social al país”, dijo el mandatario. Mientras, en Washington, la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobaba en una sesión extraordinaria “no reconocer la legitimidad del período del régimen de Nicolás Maduro a partir del 10 de enero de 2019” y llamaba a que se celebren nuevos comicios con observación internacional.
La resolución, presentada por Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Perú y Paraguay, logró 19 votos a favor, seis en contra, ocho abstenciones y una ausencia. En ella también se pide la “incondicional liberación de todos los presos políticos” y se permite el ingreso de ayuda humanitaria. Los estados miembros y los observadores permanentes de la OEA, también solicitaran que se adopten, “de conformidad con el derecho internacional y su legislación nacional”, las “medidas diplomáticas, políticas, económicas y financieras” que consideren para “contribuir a la restauración del orden democrático” en ese país.
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Paraguay dio el primer paso, el presidente Mario Abdo Benítez anunció ayer la ruptura de relaciones diplomáticas y el cierre de la embajada paraguaya en Caracas, tras congelar relaciones con Venezuela en 2016, por cuenta de unas declaraciones “ofensivas” de Maduro.
La Cancillería de Perú, por su parte, llamó a consultas a la encargada de Negocios de la embajada peruana en Venezuela, Rosa Álvarez. Además, confirmó el impedimento de ingreso a Perú de Maduro, su esposa, Cilia Flores, Diosdado Cabello y un centenar de miembros de su gobierno.
Sin embargo, Maduro se posesionó, como dijo, “contra viento y marea”, pero el escenario que enfrenta es muy complejo: sancionado por el Departamento del Tesoro de EE. UU., con varios casos de corrupción, como Odebrecht y Pdvsa (petrolera estatal), acorralándolo, con una investigación en la Corte Penal Internacional (CPI) por supuestos delitos de lesa humanidad cometidos durante las protestas en Venezuela entre 2014 y 2017, y con la mayor crisis migratoria de la región.
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Ante esto, pareciera que Maduro tiene todas las de perder. Sin embargo, tiene a favor que no cuenta con una oposición organizada ni con un líder que lo enfrente, según Félix Seijas, analista político. “El primer paso que deben realizar quienes se oponen a su gobierno es articularse y tener un plan en conjunto, para volver a ganarse la confianza de los venezolanos. A partir de ahí elegir un líder para trabajar con base en esa hoja de ruta y generar presión interna, junto con la Asamblea Nacional y la comunidad internacional”, declaró.
El presidente de Datanálisis, Luis Vicente León, escribía en Prodavinci: “La articulación opositora es otra tarea pendiente y ya no depende de una negociación entre los partidos y líderes opositores, sino del surgimiento de una propuesta que alinee a su alrededor a las mayorías (...) Finalmente, no hay cambio sin que la gente participe y actúe en la defensa de sus derechos. La presión será efectiva cuando las masas actúen en conjunto y obliguen al abusador a respetarla”.