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En la Bahía de Shenzhen en China, desde donde se pueden avistar las colinas de Hong Kong, ahora se observan vehículos militares blindados y uniformados de la Policía Armada del Pueblo, un cuerpo paramilitar chino. La razón es simple: el gobierno chino quiere que la semiautónoma Hong Kong, que lleva ya casi tres meses en protestas, sepa que el uso de la fuerza es una opción frente a cualquier indicio de rebeldía en la región.
Hong Kong vivió este domingo una nueva jornada de manifestaciones. Se trata de la onceava semana consecutiva de protestas contra el ejecutivo hongkonés, que a principios de junio pretendía aprobar una nueva ley de extradición en Hong Kong, región especial de China que, si bien hace parte de la nación, cuenta con una jurisdicción especial que le otorga un cierto nivel de autonomía. Esta nueva normativa, que afectaba principalmente a los opositores del gobierno chino en Hong Kong, fue suspendida tras la presión que ejercieron los manifestantes. Pero estos no se detuvieron allí, y continúan marchando contra el ejecutivo hongkonés, encabezado por Carrie Lam, para exigirle que se respeten sus derechos. Vea también: ¿Hacia dónde va la grave crisis política de Hong Kong?
Tanto el gobierno de Hong Kong como el de China son cada vez más críticos con las manifestaciones. China incluso ha tildado las manifestaciones como actos “terroristas” y ya hecho evidentes las amenazas para que los protestantes detengas su movimiento. Lo primero fue desplegar tropas en Shenzhen a la vista de Hong Kong para ejercer presión el pasado 11 de agosto. Esto les recuerda a todos los habitantes que el poder militar continúa siendo la base del Partido Comunista que rige a China.
"El gobierno chino no quiere dejar ninguna duda de que, si es necesario, actuará", dijo Minxin Pei, profesor del Claremont McKenna College en California.
Xi Jinping, líder del Partido Comunista, ha gobernado con puño de hierro. Por ello, los analistas consideran que, si la situación lo reclama, el gobierno no dudará en usar la opción militar para detener las protestas. Pero este escenario traería más complicaciones para China, a la que le persigue la sombra de las protestas en la Plaza Tiananmen en 1989. En aquella ocasión, el uso del Ejército Popular de Liberación para acabar con las manifestaciones terminó muy mal para el gobierno, pues sus acciones, como la muerte y desaparición de manifestantes, desencadenaron en sanciones internacionales para el país y en su posterior aislamiento.
En la actualidad, China libra una batalla comercial con Estados Unidos, por lo que la solución militar podría repercutir en efectos negativos para Beijing, como en 1989. De intervenir con fuerza en Hong Kong, Estados Unidos podría aprovechar el momento para ejercer más sanciones a China, lo que estropearía aun más las ya deterioradas relaciones entre ambos gobiernos. Además, el uso de la fuerza traería graves consecuencias internas para Beijing.
"La solución militar tendría muchos efectos urgentes y perjudiciales. Sería un suicidio político para el Partido Comunista de China y el acuerdo de 'un país, dos sistemas' de Hong Kong", dijo Wu Qiang, un analista político en Beijing.
Pero la solución militar no es la única fuente de amenazas con las que China está respondiendo a las protestas en Hong Kong. Tras la amenaza militar llegó la amenaza económica: China anunció el fin de semana un plan de desarrollo de la metrópolis de Shenzhen, lo que se interpreta como un golpe para Hong Kong.
A tan solo unas millas de distancia de Hong Kong, Shenzhen es considerada una buena alumna a los ojos del régimen comunista. Por ello, el objetivo es hacer de Shenzhen un escaparate del "socialismo a la china", al que quiere hacer figurar en 2025 al tope entre las ciudades del mundo, en términos de poder económico y calidad de desarrollo. Le recomendamos: Profesores marcharon en Hong Kong para “proteger a la próxima generación"
Antes de 2035, la ciudad "ocupará el primer puesto mundial" en términos de competitividad global, afirma el documento, publicado este lunes en la prensa china. En sus orígenes una simple aldea de pescadores, Shenzhen ha experimentado un desarrollo vertiginoso en los últimos 40 años, usufructuando su estatuto de "Zona Económica Especial", para atraer inversiones honkonesas y exportar hacia el territorio vecino.
Shenzhen ha atraído industrias, sobre todo tecnológicas, así como a una mano de obra joven y cualificada proveniente de todo el país. Actualmente, la ciudad cuenta con más de 12 millones de habitantes, contra los 8 millones de Hong Kong. El PIB en ambas ciudades se ha vuelto equivalente.
La prensa china no ha dejado de establecer la correlación entre el desarrollo esperado en Shenzhen y el riesgo para Hong Kong si continúa la agitación. El proyecto del gobierno hará de Shenzhen "un lugar mejor respecto a su vecino Hong Kong, donde dos meses de manifestaciones radicales han echado sombras sobre el rol de la ciudad en tanto centro financiero internacional", destaca el diario en inglés Global Times.
"Si Hong Kong aún no está preparada para aprovechar su oportunidad de participar en el desarrollo del país, el suyo será muy limitado en el futuro, mientras que Shenzhen avanzará a gran velocidad", declaró --con un tono deliberadamente nacionalista-- un experto citado por el diario.
Frente al movimiento contestatario en Hong Kong, China ha hecho planear en los últimos días la amenaza de una intervención armada en el territorio semiautónomo. La prensa oficial ha difundido videos que muestran convoyes militares dirigiéndose a Shenzhen, donde periodistas de la AFP han constatado la concentración de tropas en un estadio de la ciudad.
Sin embargo, los expertos estiman que Pekín podría renunciar a una intervención militar, puesto que pondría en riesgo el estatuto de centro financiero mundial de Hong Kong, del cual China es el primer beneficiario.
El documento elaborado por el gobierno central no explica para nada cómo China planifica acelerar el desarrollo de Shenzhen. La directiva se pronuncia a favor de un sistema de entradas y salidas "más abierto y cómodo" en la frontera entre Hong Kong y Shenzhen. A pesar de su retrocesión a China en 1997, Hong Kong continúa siendo un territorio separado.
Se alentaría a los residentes extranjeros a instalar empresas de alta tecnología en Shenzhen, un potencial medio para buscar ocupar la dimensión internacional de Hong Kong. Shenzhen ya está en el centro del proyecto chino de crear una gran zona económica alrededor del estuario del río de las Perlas, que comprende a Hong Kong, la excolonia portuguesa de Macao, así como a la provincia de Guangdong, que integran Shenzhen y Guangzhou. Esta región cuenta con más de 70 millones de habitantes. No obstante, las recientes tensiones podrían frustrar este proyecto.