Las ausencias que cambiaron a los venezolanos

Abuelos sin sus nietos, padres sin sus hijos o niños sin sus progenitores es lo que la migración ha dejado en Venezuela, un país que ignora el alto costo psicológico que la migración obligada puede causar a una sociedad que hoy solo piensa en cómo sobrevivir.

Daniela Rojas Díaz / Caracas
01 de julio de 2019 - 02:00 a. m.
De acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), al menos, 1'130.000 familias venezolanas tienen en promedio 1,33 emigrantes por hogar. / Ilustración: Daniela Vargas
De acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), al menos, 1'130.000 familias venezolanas tienen en promedio 1,33 emigrantes por hogar. / Ilustración: Daniela Vargas
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A diario, 5.000 venezolanos empacan sus maletas y emprenden un camino incierto con la esperanza de huir de la pobreza, el hambre, la escasez y en muchos casos, la muerte. La mayoría no quiere irse, pero no tiene otra opción.  En los últimos cinco años, la cifra de migrantes venezolanos ha aumentado de 2% a 53%, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi). La ONU pinta un panorama aterrador: calcula que en los últimos años son 4 millones de ciudadanos los que han dejado el país y para finales de este año, proyectan, serán 5 millones. La crisis migratoria más grave de los últimos 50 años en América Latina.

Manuel Carías, mecánico de 25 años, se ha despedido de 20 personas cercanas en dos años. Contó que se siente “frustrado” porque sabe que nada volverá a ser como antes. ”No podré compartir recuerdos con las personas que me conocen desde hace muchos años, de cuando estábamos aquí todos reunidos (...) Mi escape ya no son mis amigos, es irme a manejar bicicleta o motocicleta”. 

De acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), al menos, 1'130.000 familias venezolanas tienen en promedio 1,33 emigrantes por hogar. En los primeros años de diáspora era un integrante de la familia el que solía faltar, pero con el tiempo, pasaron a ser más los que se ausentaron.

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Abuelos sin sus nietos, padres sin sus hijos o niños sin sus progenitores, es lo que se ve actualmente. Tíos, padrinos o ancianos haciéndose cargo de los menores de edad, para ayudar a los padres que tuvieron que partir a otro país buscando una mejor calidad de vida para ellos y para quienes dejaron en Venezuela.

Muchos tienen la suerte de gozar con conexiones en el extranjero, pero la mayoría tiene que empezar de cero, sin importar profesión o clase social. De abajo, esperando en improvisados albergues que les aprueben un permiso de trabajo o un pedido de asilo. A la deriva y sin un futuro claro. 

Los que se quedan no la pasan mejor.  “La migración implica separaciones y reestructuraciones a nivel familiar, despierta en los que se quedan intensas sensaciones de abandono, duelos melancólicos debido a que la pérdida no implica la muerte ni la desaparición definitiva, sino más bien la incertidumbre de cuándo se volverán a ver; eso causa una pérdida de referentes de identidad y despierta sentimientos de vulnerabilidad económica, angustia por no estarse yendo al igual que otros, y cuando algunas de estas se mezclan, entonces nos podemos encontrar incluso con cuadros clínicos complejos”, indicó Virginia Larez Cotúa, psicóloga clínica comunitaria.

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En Venezuela no hay datos oficiales, y cuesta aún más acceder a información sobre temas de salud, como la depresión. Sin embargo, los psicólogos y psiquiatras entrevistados indicaron que en sus consultas sí han visto un incremento en pacientes con depresión, principalmente en los últimos cinco años. Además, expresaron que en la mayoría de los casos estos están relacionados a la situación del país o la migración. Pero según el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el 2017 en Venezuela el 4,2 % de los venezolanos la estaría padeciendo, es decir cuatro personas por cada 100.000 habitantes.

“La migración es un problema compartido. Eso se llama familias transnacionales. La familia está unida por el afecto, pero distanciada físicamente”, indicó Ana Delgado, psicóloga clínica. “Se está viviendo todo esto como un proceso doloroso que causa ruptura, pero es porque se suma a otro duelo, a otras pérdidas, a otras preocupaciones y a dificultades que ya pasa la familia en el país”, agregó, por su parte, Yorelis Acosta, especialista del área e investigadora del Centro de Estudio y Desarrollo de la universidad Central de Venezuela (Cendes-UCV). 

 

Actualmente, quienes se ven más perjudicados por la migración masiva son los niños y ancianos, pues son quienes necesitan de sus cuidadores. Para la psicóloga Ana Delgado, que unos niños crezcan sin sus padres, puede generar diferentes enfermedades, porque considera que ellos no saben expresar lo que sienten. “Ellos pueden alterar sus comportamientos, pueden tener trastornos de sueño, problemas escolares, miedo al futuro. Cuando están más grandes pueden caer en actitudes inadecuadas como las drogas, conductas inapropiadas por falta de guía, por esa figura importante en su vida que no está. En algunos casos, podrían sufrir de reacciones emocionales y enfermedades. Hasta incluso pudiera haber asma, gastritis, etc”, expresó la especialista.

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Para un niño el crecimiento normal debería ser al lado de sus padres, con su atención y apoyo. Ellos son quienes les preparan la comida, los atienden cuando se enferman, los ayudan con la tarea, los llevan al colegio, y luego al deporte o a clases extracurriculares. Sin embargo, muchos de los infantes venezolanos están creciendo sin esa guía, causada por una crisis sin precedentes en la nación caribeña. “Yo debería estar jugando fútbol, pero tuve que dejarlo porque mi mamá se fue a Perú. Me cuida mi papá y mi madrastra, pero ellos no me pueden llevar, mi mamá lo hacía, y por eso y más la extraño”, dijo Carlos, un niño caraqueño de 9 años.

Datos sobre cuántos padres se van y dejan a sus hijos solos tampoco hay. Sin embargo, según la ONG Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap) reveló en diciembre de 2018 que 79% de los padres migrantes se han visto obligados a dejar a sus hijos bajo el cuidado de los abuelos por la migración forzada.

 

En el caso de los ancianos también están viviendo parte de sus últimos años sin sus familiares. En la realidad actual de Venezuela, muchos abuelos tienen el doble rol de cuidarse ellos y de atender a los nietos. “La soledad pega, la nostalgia y la tristeza de encontrarse a esta edad solo, uno extraña mucho (...) A mis hijos les digo que estén bien que aquí estamos dispuestos a esperarlos en su patria grande, con los brazos abiertos”, agregó.

Según las especialistas Virgina Lárez y Ana Delgado, la migración en Venezuela está generando un impacto masivo y altamente negativo en la sociedad de ese país, aunque también sentimientos de ambivalencia, pues quienes se quedan se sienten orgullosos y agradecidos por el paso que están dando sus familiares, pero a la vez viven con ese vacío y tristeza. 

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Coincidieron en que los cuadros clínicos pueden ser muy complejos y pueden generar en los que se quedan, ansiedad, somatizaciones (desviar el dolor mental al cuerpo), duelos melancólicos, crisis psicóticas y depresión. 

Este fue el caso de Luisana Pino, una estudiante de bachillerato de 17 años, quien ha despedido a 12 personas entre familiares y amigos. Su papá es uno de ellos, está en Colombia, y no le ve desde hace año y medio, por lo cual llegó a tener un cuadro depresivo que le duró unos seis o siete meses. “Me sentía desesperanzada y ansiosa, ver que todos se van y hacen planes de vida mientras uno sigue aquí, te quita las ganas de seguir estudiando y no sabes que hacer para mejorar la situación”, dijo.

Las consultas por causas migratorias en Venezuela han aumentado, así como los casos de suicidios en el país en general. Para Lárez, de cada cinco pacientes cuatro asociaban sus motivos con la migración.  Y, según el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), el país suramericano se ubica como el primero del continente con la mayor tasa de suicidios, lo que se traduce a 19 personas por cada 100 mil habitantes. Cifra que aumentó en los últimos cinco años. 

 

Una investigación de la agencia Bloomberg reveló en mayo que este año se han producido 786 suicidios en Caracas, apenas dos menos que los registrados en todo el país en 2012, el último año del que se conocen estadísticas de mortalidad.

“Si no se trabaja bien el proceso de que un familiar vaya a emigrar, puede ocurrir cualquier cantidad de desajustes y entre ellos la depresión, y si una persona está deprimida por esta razón y por otras, puede llegar a suicidarse. Hay personas que son muy vulnerables, no tienen red de apoyo y se quedan solos”, dijo Ana Delgado. 

Y es que, de acuerdo con especialistas, las causas para suicidarse son múltiples, pero cuando una persona toma la decisión de quitarse la vida, es porque está fallando alguno de estos tres factores: las redes de apoyo (familia o amigos), la fortaleza personal y la capacidad para enfrentar los problemas. “Vivir en un país con una crisis tan aguda, obviamente va a desestabilizar a los ciudadanos que vivimos en él. Hay unos que podemos resistir un poco más porque tenemos familia, pero si tampoco la tienen de dónde se agarran para continuar. 

La familia, los amigos, el trabajo y estar activo, mantenerse ocupado, son factores de protección (...) Hay gente que se va porque no aguanta este contexto. Ahora, es preferible irse, que quitarse la vida, pero es que hay personas que se sienten mucho más débiles y vulnerables sobre lo que sucede”, agregó Yorelis Acosta, psicóloga social. 

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Venezuela no era un país de migrantes, sino todo lo contrario. En las décadas de los 60, 70 y 80 principalmente, la nación del “boom petrolero”, como era conocida, recibió a una cantidad importante de extranjeros; en su mayoría europeos (españoles, portugueses e italianos), y colombianos durante la época del conflicto armado. Entre 1958 y 1961 llegaron a ese país 614.425 extranjeros, según el historiador Froilán Ramos Rodríguez. 

Luego para 1977, Venezuela se convirtió en una nación con 13 millones de habitantes, donde el 10% eran extranjeros con cédula y residencia legal dentro del territorio. Es por esto que el tema migratorio fue durante mucho tiempo una asignatura sin estudiar, un tema ajeno para los venezolanos. Sin embargo, las cosas cambiaron y es por eso que recientemente este tópico se comenzó a estudiar recientemente. “Migrar no era algo que se había estudiado, que se hubiese dado con la magnitud que se ve ahora. Si bien habíamos tenido migrantes de muchas nacionalidades, creo que no habíamos entendido ese proceso, lo que significa migrar (...) Nadie se imaginó esta situación, y las familias tampoco se imaginaron que se tenían que reunir y decidir cosas, decidir que se iban a fragmentar”, aseguró Yorelis Acosta. 

La Federación de Psicólogos de Venezuela y la ONG ‘Psicólogos Sin Fronteras’ cuentan con una línea telefónica y citas gratuitas en donde ofrecen herramientas y acompañan a las pacientes de manera psicoemocional a que drenen el estrés, la ansiedad y la situación, producto de la crisis del país. “Hay que recordarles a quienes se quedan en Venezuela, que no están solos. Si se fueron sus amigos, hay que hacer nuevos amigos, hay que ir sustituyendo nuevas redes. Tenemos que entender que el que se va no desaparece, construye nuevas cosas y ayuda a los que se quedan”, agregó Acosta investigadora del Cendes-UCV.

*Este artículo se realizó gracias a la beca Rosalynn Carter para Periodismo en Salud Mental 2018

Por Daniela Rojas Díaz / Caracas

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