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Sin líder ni portavoz, los ‘Hombres de Negro’ han ganado notoriedad en Dinamarca por las protestas que han organizado desde hace un mes contra el gobierno local y sus medidas para contener la pandemia de coronavirus.
El pasado fin de semana, estos manifestantes, que suelen ir vestidos de negro y que se organizan a través de redes sociales, marcharon en Copenhague y le prendieron fuego a una efigie de la primera ministra, Mette Frederiksen, mientras bebían cerveza y encendían fuegos artificiales.
Este comportamiento, si bien no ha resultado en escenas tan violentas como en otros países, es muy similar al que se ha visto en Holanda tras la imposición del toque de queda el pasado sábado.
“Son una mezcla de negacionistas de la corona, antivacunas, teóricos de la conspiración, profesionales de la salud alternativa y personas que son muy críticas con la política del gobierno sobre la pandemia”, señaló Eske Vinther-Jensen, asesora de asuntos públicos a Sputnik News.
Pero sobre todo hay un patrón que preocupa a las autoridades europeas: al igual que la policía holandesa, las autoridades danesas han descrito a estos manifestantes como “hooligans” principalmente.
Alemania es otro de los países en los que se han identificado a los hooligans como el brazo violento de las manifestaciones contra las medidas del gobierno. Al ver los estadios cerrados, los hooligans han optado por refugiarse en los grupos de neonazis y de extrema derecha atraídos por las ideas de combate y del colapso de la democracia liberal. En noviembre, la policía alemana tuvo que reprimir una marcha en Leipzig contra el uso de tapabocas en la que se identificó que los hooligans estaban a la vanguardia.
Como señala la Deutsche Welle, esta no es la primera vez que los hooligans se convierten en los “catalizadores de violencia por motivos políticos”. Hay que recordar que estos se integraron a los movimientos de extrema derecha en Chemnitz, Alemania, tras el apuñalamiento de un ciudadano a manos de un migrante sirio en 2018.
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“Estos hooligans son neonazis militantes que proporcionan el músculo para estas marchas. No escriben discursos, no manejan los puestos de información: están allí para ayudar a los manifestantes a romper las líneas policiales”, señala Robert Claus, investigador de los movimientos de extrema derecha en Alemania a la DW.
Según Claus, la integración de los hooligans a los movimientos de protesta era previsible, pero la policía no tomó ninguna medida estratégica para contentarlos. Solo hasta ahora los países europeos están adoptando más vigilancia en las redes sociales para identificar y frenar la convocatoria a marchas violentas. Pero la coordinación de estos movimientos extremistas en redes no es el único desafío para las autoridades, también está el reto de cómo enfrentarlos en el campo.
“La policía probablemente podría haber evitado el avance en Leipzig si hubieran formado tres líneas, pero ¿qué tipo de imagen habría producido, en el mismo lugar donde la gente se rebeló contra una dictadura hace 31 años? Esas imágenes se habrían utilizado para retratar a la policía como alguaciles de una dictadura sanitaria”, explicó Jörg Radek, presidente del sindicato policial GdP en Alemania a la revista Journalist.
Por otro lado, los hooligans están capacitándose profesionalmente para conflictos políticos violentos y encabezar protestas políticas en las calles, como ha quedado demostrado tras la violencia en Dinamarca, Holanda y Alemania. Los neonazis militantes pueden tener sus raíces en el vandalismo del fútbol, pero sus actividades ya no se limitan a las gradas como se vio en la década de 1990.
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