Los indígenas ponen en jaque a Ecuador

La decisión del gobierno de Lenín Moreno de eliminar el subsidio a los transportes logró agrupar a sectores indígenas que durante los últimos años habían estado divididos. ¿Qué sigue?

MAURICIO JARAMILLO JASSIR
09 de octubre de 2019 - 03:00 a. m.
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Ecuador se encuentra atravesando una nueva coyuntura de protestas y movilizaciones que tienen como protagonistas, entre otros, a los indígenas, actor clave en las manifestaciones que en décadas pasadas derivaron en la salida de al menos dos presidentes, Abdalá Bucaram, en 1997, y Jamil Mahuad, en 2000. Uno de los aspectos más llamativos de la situación actual es que controvierte la idea de que, con los diez años de gobierno de Rafael Correa y la llamada Revolución Ciudadana, el país había dejado atrás una larga trayectoria de inestabilidad en la que generalmente los mandatarios no podían llevar a término su mandato.

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Además, se trata de la primera vez en mucho tiempo en que varias fuerzas políticas, muchas de ellas incompatibles entre sí, se encuentran del mismo lado arengando en contra del actual presidente, Lenín Moreno, quien ha venido jugando peligrosamente con la receta del Fondo Monetario Internacional (FMI); una estrategia que en el pasado le costó el puesto a Lucio Gutiérrez. Paralelamente, Moreno, al igual que otros de sus homólogos, ha apostado por la carta, cada vez más rebatible, de endilgar al gobierno anterior todos los males y situaciones difícilmente solucionables en el corto plazo.

La historia de la movilización indígena en Ecuador es de larga data, pero desde el restablecimiento de la democracia, en 1979, se asume a 1990 como la entrada en escena del movimiento, con un poder de convocatoria representativo que lo convirtió en uno de los actores fundamentales de la tan maltratada gobernabilidad ecuatoriana. Ese año se produjo el levantamiento para protestar contra las condiciones socioeconómicas muy por debajo de los mínimos vitales en las que vivían algunas de las comunidades indígenas del país. De igual forma, los indígenas aglomerados en el seno de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) protestaban por un modelo de Estado que asumía a la nación como uniforme, desconociendo el carácter plurinacional; una omisión que solo se explicaba porque, en buena medida, la Constitución de 1978 fue redactada bajo el ideal estatal de los militares, muy influyentes en esa primera fase de transición a la democracia.

El movimiento indígena

A mediados de los años 90, surgió Pachakutik, el partido político que sería vehículo de varias de sus demandas y desempeñaría un papel clave en la historia reciente. En 1997, tanto la Conaie como Pachakutik, convocaron protestas masivas para exigir la renuncia del controvertido Abdalá Bucaram, quien se había enfrentado a la poderosa clase política representada en ese momento en el Partido Social Cristiano. Los indígenas terminaron uniéndose a un frente que hizo inviable dicho mandato, hasta que el Congreso terminó aprobando su destitución por incapacidad mental.

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La salida del “Loco”, como se denominaba a Bucaram, no resolvió los problemas estructurales, por lo que los indígenas hicieron expreso un pedido acumulado por varias décadas: la redacción de una Constitución que amparase sus reivindicaciones de reconocimiento, autonomía política y la gestión de recursos. Así se llegó a la Asamblea Constituyente de 1997, en la que se esperaba una influencia del movimiento indígena determinante, algo que nunca sucedió. El proceso quedó en manos de los partidos políticos tradicionales y, aunque se dieron avances, la nueva carta magna, que entró en vigor en 1998, estaba aún lejos de concretar las aspiraciones de buena parte de los indígenas.

Para ahondar la decepción, en las elecciones presidenciales que inauguraron la Constitución y terminaron en la victoria de Jamil Mahuad, el desempeño de Pachakutik estuvo muy por debajo de las expectativas (su candidato Freddy Ehlers terminaría en el gobierno de Correa).

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Aun así y teniendo como fondo la peor crisis económica de la historia, los indígenas empujaron, con apoyo de varios sectores sociales y de los militares, la salida de Mahuad. Su protagonismo terminando el siglo XX fue esencial, pero tras participar en el gobierno de Lucio Gutiérrez, bajo la figura de una coalición, su prestigio se vio seriamente afectado.

La llegada de Rafael Correa significó tal vez el reto de mayor envergadura para el movimiento indígena. En una ceremonia en Zumbahua, una de las zonas más deprimidas económicamente, le entregaron un bastón de mando que simbolizaba el apoyo y la confianza de un sector representativo, pues sus principios progresistas parecían, en ese entonces, compatibles con las demandas indígenas. No obstante, aquel idilio duró poco, pues tanto la Conaie como Pachakutik tomaron distancia del proyecto emblemático del correísmo: la Constitución de 2008.

Luego, el gobierno decretó una ley de gestión del agua que centralizaba la distribución del recurso y negaba la reivindicación indígena de otorgarles dicho manejo directamente a las comunidades, por lo cual estos llamaron a un levantamiento que en nada desafió el poder consolidado de Correa ni se asemejó a movilizaciones pasadas. Tampoco pudieron hacer mucho cuando protestaron en contra de la polémica relección indefinida aprobada por la Asamblea Nacional.

El desmonte de la medida iniciando el gobierno de Lenín Moreno significó una ruptura definitiva entre lo que alguna vez fue un binomio presidencial.

Con la crisis que arrastra Moreno, los indígenas han sido de nuevo protagonistas y han dado muestras de un poder de convocatoria que puede poner en jaque al presidente. En el pasado reciente, las fragmentaciones y divisiones los han debilitado, pues en la medida en que el movimiento (o movimientos) crece los grados de cohesión son menos probables. La decisión del gobierno de Moreno de eliminar el subsidio a los transportes, como parte de un retroceso neoliberal, parece ser el mejor argumento para agrupar a todos los indígenas bajo la bandera de la Conaie y dejar atrás disensos del pasado reciente. En esta nueva fase de la lucha política indígena se pondrá a prueba su capacidad para consensuar con otros actores de la oposición, en especial el correísmo duro, una articulación de demandas que permita recuperar el protagonismo político diezmado en los años de la Revolución Ciudadana.

*Profesor de la Universidad del Rosario

Por MAURICIO JARAMILLO JASSIR

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