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Determinar qué tan saludable es una democracia siempre ha sido una tarea difícil particularmente porque no hay consenso sobre cuál debería ser el sistema de calificación que señale qué es “saludable” y qué no lo es. Sin embargo, el profesor Jake Grumbach de la Universidad de Washington publicó un trabajo titulado “Laboratorios de retroceso democrático” para averiguar cómo está la situación en el sistema de Estados Unidos, y su documento ha encontrado un amplio respaldo entre politólogos del país.
“Es uno de esos artículos que me enorgullece de ser un politólogo empírico. Es importante, hecho con cuidado y simplemente inteligente. Nos ayuda no solo a comprender la política estadounidense, sino también el retroceso democrático en general”, destacó Vin Arceneaux, profesor de ciencias políticas en la Universidad del Temple en Filadelfia.
Pero dejando de lado los elogios y el apoyo al documento, el trabajo de Grumbach no es nada positivo: demuestra que el sistema estadounidense está enfermo y deja ver de lleno que el Partido Republicano es una de las causas de esa enfermedad.
“(El trabajo de Grumbach) Nos ayuda no solo a comprender la política estadounidense, sino también el retroceso democrático en general”, agrega Arceneaux.
Grumbach, que se inspiró en el Instituto V-Dem (Variedades de democracia) que tiene un enfoque de investigación ampliamente respetado en las ciencias políticas para hacer mediciones independientes sobre la democracia en los países, tuvo en cuenta que medir las condiciones que rigen a los estadounidenses son más particulares que en naciones abiertamente represivas como China y Rusia, y por ello necesitaba una ilustración diferente.
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Para su sistema, el State Democracy Index, el profesor Grumbach tuvo en cuenta indicadores a nivel tanto federal como estatal. Si los estados permiten el registro de votantes, el sufragio de exdelincuentes, la tasa de encarcelamiento de afroamericanos, entre otras cosas. Luego le asignó un valor a cada una de estas condiciones para determinar cuánto pesaba en un puntaje general y así encontró con que lo más importante en el algoritmo eran las prácticas electorales.
Una vez con el sistema en marcha, Grumbach recogió los datos de los últimos 20 años en los 50 estados y con esto en mano se calificó de manera automatizada uno por uno cuál era su desempeño. Los estados con un gobierno republicano tuvieron una calificación mucho más baja, y esto tenía una explicación: los republicanos restringen el derecho al voto.
Durante décadas, las legislaturas controladas por los republicanos, para asegurar el control de su partido en el poder, han impulsado cambios en las leyes para suprimir el derecho al voto de las minorías, cada vez mayor ferocidad.
Grumbach encontró además que los estados con gobiernos republicanos han visto caer su calificación con el paso del tiempo. Acá también hay una explicación: cada vez que los republicanos ven amenazada su permanencia en el poder y las carreras electorales se ponen apretadas, lanzan un nuevo cambio en las reglas de juego para reducir el desempeño democrático y suprimir votantes.
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Esto lo estamos viendo en Georgia, por ejemplo. En las últimas elecciones generales, el apodado “estado durazno” fue decisivo para las victorias de los demócratas tanto en la carrera por la Casa Blanca como la del Senado. Y ahora que se aproximan las elecciones para la gobernación estatal, la legislatura de Georgia, en manos de los republicanos, no quiere otra derrota. Por eso mismo aprobó una nueva ley de restricción de voto que descalificará las papeletas electorales de los distritos con una inclinación de voto hacia el Partido Demócrata. Con estos cambios se aseguran una victoria en los comicios para perpetrarse en el poder.
“Los gobiernos controlados por los republicanos de estados tan distintos como Alabama, Wisconsin, Ohio y Carolina del Norte han tomado acciones similares con respecto a las instituciones democráticas”, destaca el profesor en su documento.
Esta agenda antidemocrática de los republicanos no es nueva y ya se ha visto con el dibujo de los mapas electorales en el país, una práctica conocida como el gerrymandering que ha sido usada desproporcionadamente para ejercer un poder sobre los demócratas en las carreras electorales.
En este momento hay por lo menos 350 proyectos estatales que restringen el derecho al voto y que, como Georgia, buscan suprimir este derecho en las comunidades con tendencia favorable al voto demócrata con el objetivo de facilitar las victorias republicanas.
“Hay una razón por la que Grumbach llama a los estados, en el título del artículo, ‘Laboratorios de retroceso democrático’. Los republicanos han estado participando en una serie de grandes experimentos para manipular un sistema político en un estado a la vez, uno que, lenta pero seguramente, está socavando los cimientos del sistema político libre de Estados Unidos”, señala Zack Beauchamp, periodista de Vox.
La única forma de contrarrestar estos asaltos a la democracia estadounidense es que el presidente Joe Biden y su partido adopten una nueva reforma electoral que proteja el derecho al voto de la ciudadanía. Esto, de hecho, está en marcha: con el control de la Cámara baja, los demócratas han promovido el proyecto de ley titulado “Ley para el pueblo”, la cual busca sentar unas reglas de juego iguales en todo el país en cuanto al acceso al voto. Sin embargo, que este proyecto pase será casi imposible si el Senado sostiene una regla tan arcaica como la del filibuster, de la cual hablamos hace unas semanas.
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