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Con 393 votos a favor y 226 en contra, el Parlamento alemán aprobó la iniciativa del partido Social Demócrata para darles reconocimiento legal a los matrimonios de parejas del mismo sexo. A pesar de que más de una cuarta parte de los parlamentarios conservadores votaron a favor de la iniciativa, la canciller y líder de esa fuerza política, Ángela Merkel, votó en contra de la nueva ley, en un episodio que demuestra la astucia política que la ha mantenido en el poder durante doce años y que la podría llevar a sumar cuatro más si todo sale a su favor en las elecciones del próximo 24 de septiembre.
En 2005, Merkel le dijo a un periodista: “Hombre y mujer, matrimonio y familia están en el centro de nuestro modelo social; por eso, otras formas de estilo de vida no deben recibir la misma protección constitucional”. A pesar de esto, cuando los socialdemócratas rompieron las filas de la coalición para proponer la legalización del matrimonio gay, una de sus banderas políticas, Merkel optó por dejar libres a los miembros de su partido para votar la iniciativa.
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Según la encuestadora Allenbach, desde 2010, el número de alemanes a favor del matrimonio gay empezó a superar al de aquellos que se le oponían. Se estima que hoy dos tercios de la población aprueban la igualdad de derechos para las parejas del mismo sexo. Merkel supo leer ese cambio en la opinión pública y, al dejar de oponerse a que los socialdemócratas sacaran adelante su iniciativa, sin renunciar a votar en su contra, Merkel logró que el derecho de las parejas gay saliera del debate electoral.
“Merkel se dio cuenta de que, al decirle ‘no’ a la igualdad en el matrimonio, ya no tenía mucho qué ganar y sí mucho que perder”, le dijo un congresista del Partido Verde al portal Político.
El diario Frankfurter Allgemeine Zeitung no tardó en salir a decir que la Unión Democrática Cristiana, el partido de Merkel, quería “tirar por la borda todos los valores conservadores para adaptarse a la época”, una jugada que la puede llevar a perder el apoyo de la parte más tradicionalista del electorado, algo que a Merkel, que se ha vuelto experta en anticipar y adaptarse a los cambios de la opinión pública, no parece preocuparle.
En 2000, Merkel llegó a la cabeza de la Unión Democrática Cristiana a raíz de un caso de corrupción que hizo dimitir a la mayoría de sus dirigentes. Desde entonces, la flexibilidad en las posturas de la canciller ha sido clave para garantizar su éxito electoral.
En 2002, por ejemplo, Merkel, que ahora es una de las más fuertes opositoras del presidente estadounidense Donald Trump y permitió la llegada de miles de refugiados a su país, entre otras razones, para renovar el mercado laboral y paliar el envejecimiento del país, escribió en el manifiesto de su partido: “La inmigración no puede ser una solución para los cambios demográficos en Alemania. (…) Un incremento en la inmigración amenazaría la paz interna y ayudaría a que fuerzas radicales adquieran poder”.
Un cambio de opinión parecido ocurrió en 2011, cuando los efectos del tsunami que afectó la planta nuclear de Fukushima, en Japón, empezaron a llegar a Alemania. Después de haber defendido durante años la producción de energía nuclear en Alemania, la canciller optó por anunciar que su país abandonaría ese tipo de recurso en el largo plazo, en busca de fuentes de energía más amigables con el medio ambiente.
La sentencia de Merkel contra la energía nuclear la ponía muy cerca de la agenda política de los partidos de izquierda de su país, algo con lo que, de nuevo, Merkel conseguía no sólo quitarles fuerza a las plataformas de sus adversarios políticos, sino que también actuaba después de una detenida lectura de los cambios en la temperatura política de su país.
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Siguiendo la estela de sus cambios de opinión, Merkel dio luz verde para que los parlamentarios votaran el proyecto a favor del matrimonio igualitario, después de años de oponerse a la medida y de bloquear cualquier iniciativa para que saliera adelante. También dijo haber cambiado su opinión sobre la adopción de parejas del mismo sexo, a la que se había opuesto con el argumento del “bienestar” de los niños.
"Espero que la votación de hoy no solo promueva el respeto a distintas opiniones, sino que también traiga mayor cohesión social y paz", dijo la canciller, a quien los analistas y medios empezaron a proclamar como la “líder del mundo libre”, cuando el fin de la administración Obama, el comienzo de la era Trump y la proliferación de los discursos nacionalistas en Europa empezaron a dominar el panorama político. Si las jugadas de ajedrecista de Merkel le dan la victoria en las elecciones de septiembre, los nuevos aires políticos que trajo la elección de Emmanuel Macron, como presidente de Francia, hacen que todo esté servido para que consolide su liderazgo.