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Por primera vez en sus casi diez años de mandato, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se enfrenta a unas elecciones en las que no es segura su victoria. Aunque las encuestas indican que en los comicios generales de este martes podría retener su cargo, los escándalos de corrupción que lo involucran, junto con el ascenso de un movimiento político de centro-derecha, han hecho de esta jornada electoral la más impredecible en este país en los últimos tiempos.
Netanyahu, de 69 años, es un líder tan querido como cuestionado. De mano dura, posiciones fuertes e infranqueable frente a las negociaciones, el primer ministro israelí ha conseguido que la política en su país haya virado en los últimos años hacia la derecha. Su mandato ha visto el colapso de los diálogos de paz con los palestinos, la profundización de las confrontaciones con Irán y Hamás, y una fuerte hostilidad hacia las personas o movimientos que él ve como amenazas para deslegitimar a Israel.
Pero, al mismo tiempo, Netanyahu puede darse crédito de haber supervisado una era de crecimiento y estabilidad económica sin precedentes en su país, junto con una exitosa estrategia de política exterior. El primer ministro ha descongelado las relaciones diplomáticas con los árabes sunitas, ha ampliado los lazos comerciales con países de África, América Latina y Asia, y, además, construyó una excelente relación con potencias como Estados Unidos, Rusia y China. Le puede interesar: Así se prepara Israel para unas nuevas elecciones
“Es un hombre inteligente, que sabe moverse en las turbias aguas de la política israelí y tiene logros que mostrar”, explica Marcos Peckel, profesor de la Universidad Externado de Colombia y director de la Comunidad Judía de Colombia.
Para Peckel, otro de los éxitos que ha conseguido Netanyahu es que ha concentrado la atención de la opinión pública en su figura. “La campaña hoy habla de o Netanyahu o todos contra Netanyahu”, explica. “Eso es algo que él sabe manejar muy bien”, asegura.
En el caso de lograr la que sería su tercera reelección, Netanyahuse convertiría en el primer ministro con más tiempo en el poder, superando incluso a David Ben-Gurion, padre fundador del Estado de Israel, que duró en ejercicio 13 años, desde 1955 hasta 1963.
Pero hoy Netanyahu tiene varios obstáculos que han hecho que en Israel no se hable de su seguro triunfo. Por un lado, los escándalos de corrupción que lo involucran a él y a su esposa, Sara, han ocupado el centro de la opinión pública en los últimos meses en Israel y han sembrado un manto de duda sobre su idoneidad para el cargo. A Netanyahu la Fiscalía de su país lo acusa de fraude y abuso de confianza, algo que, de confirmarse, podría obligarlo a renunciar incluso si es ratificado en su cargo.
Mientras que por otra parte, ya en el plano político, el ascenso de la plataforma de centro-derecha Azul y Blanco, liderada por el excomandante de las Fuerzas Armadas de Israel Beni Gantz, que según las encuestas podría ser la más votada este martes, también ha puesto en duda la que hace unos años sería una segura victoria por parte del actual primer ministro.
“La política israelí ha ido girando a la derecha y aunque esto básicamente explica por qué tiene grandes posibilidades de ganar, también ha hecho que sectores progresistas del centro y la izquierda busquen atajarlo, por eso está tan reñida esta elección”, explica Arlene B. Tickner, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
Pero las elecciones en Israel son más complicadas de lo que parecen. El lograr la mayoría parlamentaria no necesariamente implica una victoria. “La clave está en la habilidad para la conformación de las coaliciones”, explica Marcos Peckel a El Espectador.
En Israel, nunca en la historia un partido ha logrado conseguir la mayoría parlamentaria (61 asientos) que le permita formar gobierno. Debido a esto, los movimientos buscan alianzas estratégicas con aquellos que logren superar el umbral de 3,25 % de los votos totales.
De hecho, en las anteriores elecciones, el movimiento de Netanyahu, el derechista Likud, ni siquiera logró las mayorías, pero el primer ministro fue lo suficientemente hábil para asegurarse el apoyo de otros partidos, en particular de la derecha más conservadora de Israel y así conseguir permanecer otros cuatro años en el poder.
Pero además de su habilidad política, Netanyahu ha encontrado importantes aliados en el exterior, en especial por parte de Estados Unidos y de su presidente Donald Trump. La semana pasada, Washington reconoció la soberanía israelí sobre el territorio sirio de los Altos del Golán -que el país ocupó en 1967 y se anexionó en 1981l-, algo que según Marcos Peckel tiene en Israel “gran consenso”, a diferencia de temas polémicos como el conflicto de Palestina. Le recomendamos: ¿Qué son los Altos del Golán y por qué la polémica tras las palabras de Trump?
Esto, junto con el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel por parte de varios países, y sus traslados de las embajadas a esa ciudad, le han significado a Netanyahu varios triunfos en materia de política exterior que le han dado aire en estas elecciones.
“Estos son logros que favorecen el apoyo del sector de derecha y dentro de la política israelí la derecha religiosa tiene mucho poder”, explica Arlene B. Tickner, profesora de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. “(Estas) son medidas que apaciguan a estos sectores y que son jalonadas con dinámicas electorales”, añade.
De hecho, en uno de sus últimos intentos por evitar una fuga de votos por parte de sus electores, Netanyahu advirtió que su gobierno de derecha estaba en “riesgo” y prometió, si gana las elecciones, anexionar para Israel al menos parte de los territorios palestinos ocupados, una promesa que fue criticada por sus adversarios como una forma de ganar votos. ¿Le dará frutos? Después de hoy se sabrá.
Las coaliciones son la clave en las elecciones
En Israel, los ciudadanos votan por los partidos, mas no por candidatos, para llenar los 120 asientos del Knesset, el parlamento. Los asientos se dividen proporcionalmente en función del porcentaje de votos que recibe cada partido.Cualquier partido que gane el 3,25 % o más de los votos totales obtiene al menos un asiento. Si los partidos no superan ese umbral (lo que les ocurre a muchos partidos más pequeños) no se contabilizarán sus votos. Esto aumenta la proporción de asientos otorgados a los partidos más grandes.
Si un partido ganara al menos 61 escaños tendría derecho a formar gobierno. Pero esto nunca ha sucedido. Así que una vez los escaños se han distribuido, los partidos tratan de negociar coaliciones para controlar la mayoría de los asientos.