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Los ladrones colombianos se han convertido en insólitos aliados de una campaña para poner fin al llamado “ahorro del armario”, la costumbre japonesa de guardar grandes cantidades de plata en efectivo en el hogar y que los expertos financieros critican por frenar el consumo y retrasar la instauración en este país del dinero virtual. El pasado 21 de julio, la policía japonesa detuvo a una falsa rubia identificada en las noticias locales como “Amanda Lucía”, supuesta líder de una banda de saqueadores de casas que en menos de un año sustrajo unos US$400 mil en joyas y dinero en efectivo.
La detenida, que llevaba tapabocas y cargaba a una niña de unos dos años en el momento de su captura, declaró no haber estado en ninguna de las 40 casas desvalijadas y que solo apoyaba a sus paisanos facilitando el transporte. Dado el abismo cultural, es fundamental el apoyo logístico para llegar a la casa promedio nipona que no tiene alarmas, rejas ni candados, y donde suele abundar el efectivo para gastos diarios y para entregar como ofrenda en funerales, bodas, graduaciones y otras ocasiones sociales donde los sentimientos de los invitados se miden por el número de ceros a la derecha.
La página web de la policía japonesa dedica varias secciones a las pandillas colombianas que llevan años saqueando casas y cuyos jugosos botines solo se conocen cuando son capturadas. El récord más reciente lo tienen cuatro colombianos detenidos en 2018 por robar 150 viviendas en Tokio y obtener un botín de unos US$1,8 millones en joyas y dinero.
Según la revista económica Nikkei Business, en 2019 los “ahorros del armario” rondaban los 50 billones de yenes (US$472.000 millones), un monto creciente debido a la persistencia de los bajos tipos de interés bancario y la aversión de los mayores a invertir en arriesgados instrumentos financieros. Otros factores que animan a eludir los bancos son el temor a encontrarse sin efectivo en casos de catástrofes naturales, como terremotos o inundaciones, y la seguridad de las urbes japonesas donde los comerciantes llevan bolsas con fajos de billetes en la canasta de la bicicleta sin preocuparse de mirar hacia atrás.
El romance de los japoneses con el dinero contante y sonante se resume en el hecho de que pagar una estampilla de 80 yenes con el billete de máxima denominación (10.000 yenes), no levanta ninguna ceja en la oficina de correos. Para muchos economistas los ahorradores de armario son parte de la causa del retraso que tuvieron en ser aceptadas las tarjetas de crédito en Japón, que dificultan la popularización de los pagos virtuales.
Como el gobierno japonés anunció que en 2024 va a renovar con nuevos diseños todos los billetes existentes, los expertos esperan que la medida anime a los que tienen plata guardada a gastarla, o arriesgarse a que una banda colombiana la saque del armario y la ponga en circulación.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.
* Lea aquí “Olimpiada zen”, otra columna sobre el tema. Y aquí “Un Japón ávido de likes”.