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Se requiere con urgencia una nueva estrategia diplomática para Venezuela. El cerco diplomático no sólo fracasó por su incapacidad para lograr la salida de Nicolás Maduro, tampoco mejoró la posición negociadora de la oposición, que hoy depende de terceros, por el contrario, el chavismo ha conseguido trasferir los costos de las medidas internacionales a la población, alcanzando un mayor nivel de sometimiento, y le ha permitido argumentar a sus aliados que la crisis es el resultado de las sanciones. La debilidad del régimen es aprovechada por potencias extracontinentales para sacar mayor ventaja de un gobierno dispuesto a todo por permanecer en el poder, incluso a comprometer el futuro del país y de la región.
La mayor consecuencia es que a pesar de la pandemia la migración venezolana continúa creciendo, se estima que desde el inicio de la pandemia han regresado a su país unos 109.874 venezolanos, según los datos de Migración Colombia a septiembre, pero durante ese mismo período se calcula que unos 354.454 venezolanos migraron, según el R4V portal que hace seguimiento a la diáspora venezolana, a pesar del cierre de los puestos fronterizos y del control a la movilidad internacional. Es decir que salieron tres veces más venezolanos que aquellos que regresaron, según los datos oficiales, pero se estima un alto subregistro.
Ver más: Migrantes que no estén regularizados no tendrán vacuna contra la COVID-19
La crisis venezolana ha sido desplazada por la realidad que impone la pandemia de la COVID-19 y los retos de la vacunación. Tanto los países del Grupo de Lima como los del Grupo de Contacto están absortos en las contingencias de la pandemia, mientras que el liderazgo opositor parece estar más preocupado por la continuidad de su burocracia, que por resolver las necesidades de los venezolanos y su diáspora. Colombia a diferencia de otros países no puede evadir la realidad venezolana, en los 2.219 kilómetros de frontera no solamente convergen más de 12 millones de personas, sino también el mayor fenómeno de movilidad humana del mundo, si sumamos migrantes y retornados, en medio de la crisis de salud pública.
Dicha situación le impone al Estado colombiano la responsabilidad de ejercer un liderazgo regional para la atención y control de la movilidad humana proveniente de Venezuela y de la pandemia. Aproximadamente el 20% de la población venezolana depende directamente del Estado colombiano, entre migrantes y migrantes pendulares y otro 10% son nacionales colombianos que aún permanecen en territorio del hermano país.
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El Estado colombiano tiene la responsabilidad de adelantar un proceso de respuesta regional para la vacunación de toda la población venezolana, no solamente por la incapacidad del gobierno chavista y de la oposición para hacerlo, o porque sea lo correcto o lo ético, sino que no hacerlo le impedirá a Colombia y a la región superar la crisis de salud pública.
La estrategia de vacunación colombiana no puede incluir solamente a los 770.246 venezolanos regulares en territorio colombiano o los 568.825 colombianos retornados, sino que se debe extender a los 947.106 venezolanos irregulares, a los 3,4 millones de colombianos en Venezuela, a los 4,9 millones de venezolanos que de penden del paso pendular y articular la respuesta para que la región garantice la vacunación de la diáspora y de todos los venezolanos.
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La respuesta del Estado colombiano no se puede circunscribir a criterios de nacionalidad, menos cuando nuestra propia diáspora supera los ocho millones de personas, y casi la mitad de ellos se encuentra en Venezuela. El efecto llamada al que tanto le teme el gobierno del presidente Duque, es inferior a las implicaciones que tendría si el régimen de Maduro aplica una expulsión masiva de nuestros nacionales, como ya lo ha hecho en el pasado, no podemos olvidar que desde hace seis años el chavismo ha venido irregularizando a los colombianos residentes en el hermano país. Ya vamos a completar dos años sin relaciones consulares y sin la implementación de ningún mecanismo paralelo para la protección de nuestros nacionales en Venezuela, lo cual empeora la situación.
El Estado colombiano no puede asumir una posición pasiva, ni pretender que el cierre de los pasos fronterizos son un mecanismo de control. Se requiere una diplomacia sanitaria para que coordine la respuesta de Ecuador, Perú, Chile y Brasil, una diplomacia sanitaria que busque los recursos para la obtención de vacunas para la región incluyendo Venezuela, una diplomacia sanitaria que sirva de contención ante la intromisión de potencias extracontinentales que ponen en riesgo el futuro no solamente de Venezuela sino de la región.
Ha llegado la hora de pasar la página del cerco diplomático, es el momento de liderar una diplomacia sanitaria para administrar y atender la movilidad humana proveniente de Venezuela y contener la pandemia.
* Vocero e investigador del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.