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Los incidentes ocurridos en Chemnitz (este de Alemania), donde grupos xenófobos atacaron a personas de apariencia extranjera después de que un hombre fuera apuñalado, presuntamente por dos solicitantes de asilo, son un nuevo capítulo en la historia de la ultraderecha en el estado federado de Sajonia.
El auge de la ultraderecha en Alemania suele relacionarse con la llegada masiva de peticionarios de asilo en el otoño de 2015. Eso es algo que sin duda contribuyó al ascenso de la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) - que ha convocado para mañana una "marcha del silencio" en Chemnitz-, pero en Sajonia, y en su capital Dresde, ya había antes un caldo de cultivo.
Por ejemplo, las manifestaciones de los lunes del autodenominado Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida) se iniciaron antes de 2015 y desde el principio lograron reunir a miles de personas cada semana en Dresde.
También allí, en Dresde, desde la reunificación de Alemania en 1990, año tras año grupos de ultraderecha han intentado instrumentalizar cada aniversario de los bombardeos de que fue objeto la ciudad durante la II Guerra Mundial.
Una revisión de las elecciones regionales de la última década muestra asimismo una presencia permanente de la ultraderecha en Sajonia.
El Partido Nacionaldemócrata Alemán (NPD), que durante mucho tiempo fue un aglutinante político de grupos neonazis, ingresó en el parlamento regional en 2004 con el 9,2% de los votos y se mantuvo en la cámara hasta 2014.
En 2014 el NPD no logró superar el umbral del 5 % de los votos -se quedó en el 4,9%- pero eso se debió a que parte de sus votantes fueron captados por AfD, partido de origen euroescéptico que, con el tiempo, y de la mano de Pegida, terminó haciendo de la crisis migratoria su principal baza electoral. Le recomendamos: “El verdadero problema es la derecha populista”, Wolfgang Merkel
Para algunos, el germen de lo que ocurre ahora con la ultraderecha en el este de Alemania, en general, y en Sajonia, en particular, se remonta a los comienzos de la década de los noventa. El politólogo David Begrich, habla de la influencia de lo que él llama la "generación de Hoyerswerda".
En la ciudad sajona de Hoyerswerda en 1991 hubo ataques contra dos hogares de extranjeros que condujeron a que fueran trasladados a otras ciudades. Según Begrich, los que protagonizaron esos ataques han transmitido a las generaciones siguientes la experiencia de que a través la violencia pueden llegar a lograr metas dictadas por la xenofobia.
Otro factor, según muchos analistas, es que las cúpulas regionales de la Unión Cristianodemócrata (CDU) -partido que ha presidido todos los gobiernos en Sajonia desde la reunificación- han tendido a minimizar el problema de la ultraderecha y la xenofobia.
Así, por ejemplo, en septiembre de 2000, el entonces primer ministro de Sajonia, Kurt Biedenkopf, dijo que los sajones eran inmunes a los encantos de la ultraderecha. "Durante mucho tiempo subestimamos el problema o tal vez no quisimos verlo", aceptó en una tertulia televisiva centrada en los incidentes de Chemnitz, el cristianodemócrata sajón Marco Wanderwitz, actualmente secretario de Estado en el Ministerio de Interior.
Wanderwitz también señaló que explicar el ascenso de la ultraderecha en Sajonia con el flujo de refugiados a partir de 2015 es algo que se queda corto. La negativa a aceptar que en ese estado federado hay un problema con la ultraderecha ha sido caricaturizada por el humorista Jan Böhmermann con una canción satírica que se llama "No hay nazis en Sajonia".
La ministra de Integración del gobierno regional de Sajonia, Petra Köpping, sostiene, en un libro que acaba de publicar, que el tema de los refugiados puede haber sido el detonante del reciente ascenso de la ultraderecha en el este en general, pero agrega que la razón profunda hay que buscarla en otra parte.
"Déjenos en paz con vuestros refugiados, deberían integrarnos primero a nosotros", dice Köpping que le gritó un ciudadano en un acto al que ella asistió. De parte de ese grito - "primero a nosotros"- Köpping sacó el título de su libro en el que sostiene que la simpatía por Pegida y AfD es la expresión de una ira acumulada por mucha gente en el este que siente que fue tratada injustamente tras la reunificación. Vea también: Comedor popular en Alemania que no quiso servir a migrantes