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Panfletos del Ku Klux Klan repartidos en universidades a la media noche, letreros en vías altamente transitadas que dicen “fuera los inmigrantes” y un endurecimiento de los requisitos para viajar, hacen que Canadá pierda paulatinamente la fama que lo hizo famoso en América Latina. Durante años, el envejecimiento de su población hizo que el gobierno promocionara el país como un destino ideal para empezar de cero. Miles de personas vieron allí la oportunidad de huir de la pobreza y la violencia de sus lugares de origen. Pero ya no es lo mismo.
Victor Armony, profesor titular de sociología y codirector del Laboratorio interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Quebec, en Montreal explica el nuevo fenómeno.
¿Por qué cree usted que ha venido creciendo un sentimiento antiinmigrantes en Canadá?
Se nota desde hace algún tiempo el surgimiento de discursos hostiles a la inmigración, en particular en torno a la llegada de solicitantes de asilo político que cruzan sin autorización la frontera desde los Estados Unidos hacia Canadá. Por primera vez, se realizó en Montreal una manifestación de grupos de extrema derecha contra los que para ellos es la amenaza de una inmigración “descontrolada”. Hubo ya expresiones de desconfianza y de descontento ante ciertas minorías religiosas que hacen distinciones entre los hombres y las mujeres, lo cual contradice la igualdad de género muy preciada en Quebec, o que solicitan que las instituciones den cabida a sus costumbres y rituales, lo cual va en contra del principio de laicidad pública, también muy arraigada en la sociedad. En tal sentido, se están dando fenómenos de intolerancia preocupantes, pero sin llegar a los extremos que se observan en otros países, por ejemplo, en Europa.
El diario The New York Times dice que el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, maneja un doble discurso. Por un lado, públicamente da discursos compasivos hacia los refugiados. Por el otro, dice el medio, promueve un estricto sistema migratorio. ¿Cree usted que en efecto existe un doble discurso?
No se trata necesariamente de un doble discurso, pues una cosa es el asilo político, en el cual los criterios nos se basan en el “mérito” sino en la necesidad del individuo migrante, y la inmigración económica, que ella sí es altamente selectiva. Pero es verdad que el gobierno canadiense viene ampliando la proporción de inmigración económica, aplicando estándares cada vez más estrictos, mientras que la inmigración por motivos humanitarios no recibe la misma atención de su parte, incluso si tomamos en cuenta el programa específico orientado a los refugiados sirios.
¿En qué consiste el actual sistema migratorio canadiense?
El llamado “sistema por puntajes” para la inmigración que Canadá que se creó y se aplica desde hacia varias décadas tiene un fundamento meritocrático. Esto implica algo elogiable: cada individuo es evaluado objetivamente según una grilla de cualidades y habilidades, lo cual despoja al proceso de selección de todo sesgo étnico, nacional o religioso. Es decir que, al menos en teoría, no importa el origen o la cultura del candidato, sino su capital humano.
¿Y qué riesgos implica?
El problema con este enfoque, obviamente, es que introduce implícitamente una fuerte ventaja para los sectores sociales altos, pues ellos son los que acceden a los mejores niveles de educación en sus países de origen: escuelas privadas bilingües, universidades de élite, posgrados.
¿Por qué cree usted que Canadá ha sido un destino tan importante para los colombianos durante décadas?
Por un lado, el gobierno canadiense había establecido un programa particular de asilo político para Colombia, lo cual generó un flujo importante de refugiados durante los años 2000. Por otra parte, esta situación específica de los colombianos converge con un crecimiento general de la inmigración económica desde Latinoamérica hacia Canadá, y también con esfuerzos de la Provincia de Quebec, con su sistema propio de selección de inmigrantes, para atraer a familias y a profesionales hispanohablantes. Se suele considerar, quizás erróneamente, que tienen ciertos elementos de la cultura “latina” que coinciden con los de los quebequenses de habla francesa.
Pero esas promociones que menciona, solían ser para zonas poco pobladas del país. ¿Cree que esto genera dificultades para adaptarse a la nueva cultura local?
Existe en efecto la voluntad de dirigir a los inmigrantes hacia áreas del país que necesitan población y que ofrecen mayores oportunidades de empleo. Obviamente, esta cuestión es compleja, pues el objetivo no es de obligar a los inmigrantes a radicarse en lugares alejados o pueblos pequeños, pero en un mundo ideal se daría una mejor distribución de los inmigrantes y una menor concentración en las grandes zonas metropolitanas. Lo que ocurre es que, como resulta natural, los nuevos inmigrantes tienden a quedarse en lugares en donde ya hay numerosos inmigrantes, lo cual tiene efectos positivos, como la ayuda mutua entre compatriotas, y negativos, como la saturación del mercado laboral y el aumento del costo de vida, sobre todo en materia de vivienda.
¿Cree que Canadá todavía es un buen lugar para migrar?
Si se observan las estadísticas, podemos constatar que inmigrar hace diez, veinte o treinta años atrás era más redituable en términos de nivel de ingresos. En otras palabras, al inmigrar hoy, comparado con la experiencia de décadas pasadas, el trabajador inmigrante encuentra mayores dificultades para insertarse y para alcanzar económicamente al trabajador nativo. La situación es más compleja también porque las competencias profesionales no siempre son reconocidas adecuadamente y entonces el inmigrante “calificado”, que fue seleccionado por Canadá justamente por su alto nivel de formación, se encuentra ocupando un empleo muy por debajo de su perfil y potencial. Pero esto no significa que el inmigrante no gane también en otros aspectos de su calidad de vida. Por ejemplo, la protección de sus derechos, la paz y la seguridad, las oportunidades para sus hijos.
En ese sentido, si se ve la inmigración a la luz de los beneficios económicos a corto plazo, tal vez no sea tan claro que radicarse en Canadá sea la mejor elección para el que busca otros horizontes. Sin embargo, con una visión de largo plazo, que incluya a la segunda generación, creo que las posibilidades de crecimiento en Canadá son todavía muy interesantes.