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Tiene 11 años y un embarazo de cinco meses que descubrieron cuando un fuerte dolor abdominal la llevó por segunda vez al médico. Fue entonces que relató que su padrastro la violaba. El caso, que bien pudo pasar en Colombia, donde cada 33 minutos una niña es abusada sexualmente por un hombre, según Medicina Legal, sucedió en Salta, una provincia muy católica y conservadora del norte de Argentina.
El hecho fue determinante para que el gobernador de la provincia, Juan Manuel Urtubey, resolviera derogar su propio decreto que impuso seis años atrás un límite arbitrario e ilegal de 12 semanas para acceder a un aborto en casos de violación. También para que anunciara que adherirá al protocolo nacional de aborto que desde 2015 permite la interrupción del embarazo en casos de violación, riesgo de muerte y malformación del feto en este país.
Pero, por el tiempo gestacional que tiene la pequeña y la intención resignada expresada por su madre, todo indica que, si sobrevive al parto, se sumará a la cifra de 2.419 niñas y adolescentes al año (entre los 10 y 15 años) que son madres en Argentina. Esto de acuerdo con las cifras del Ministerio de Salud de la Nación para 2016.
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Casos en su gran mayoría asociados a violencia sexual y que tienen altos riesgos para la salud de ellas y sus hijos. El tema ha nutrido el debate que esta semana termina en la Cámara de Diputados de Argentina: la posibilidad de que las niñas y mujeres puedan abortar de forma segura, legal y gratuita.
El 13 de junio se votará en ese recinto este proyecto que presentaron cinco diputadas de diferentes partidos y movimientos políticos. Si es aprobado irá directamente al Senado, que deberá definir, a más tardar en agosto, si es o no ley. Monique Thitex Altschul, directora ejecutiva de la fundación Mujeres en Igualdad, una organización que trabaja desde hace 21 años por estos derechos y ha promovido la iniciativa, explica por qué cree que despenalizar el aborto protege la vida, en este caso, de las mujeres más vulnerables.
¿Cómo es la situación de las mujeres en Argentina?
Faltan muchos derechos. Y muchos de ellos los fuimos conquistando a través de los años. Recordemos que tuvimos una dictadura muy larga, muy terrible, y recién cuando recuperamos la democracia en 1983 empezamos a tener leyes. Por ejemplo, no existía una ley de divorcio. Una vez conseguimos que se promulgara la ley hubo, paradójicamente, muchos menos divorcios que antes, porque la mayoría estaba ya separada y sólo se quería casar. Entonces hubo un boom de casamientos en vez de divorcios.
En estos momentos estamos peleando por la despenalización del aborto. Y creemos que va a pasar lo mismo, que no van aumentar los abortos, sino que se va a tener más en cuenta la salud sexual y reproductiva de las mujeres.
¿Cómo son los abortos en Argentina y las condiciones en las que las mujeres toman esas decisiones sobre sus cuerpos?
Para empezar, hay una suma enorme de abortos totalmente clandestinos. Se calcula que hay alrededor de 480.000 por año y que hay alrededor de 500 muertes a causa de esto. Estas son cifras que simplemente calculamos porque hay un subregistro enorme. Y quienes mueren son mujeres de las poblaciones más vulnerables y pobres. Las de clase media pagan el aborto y salen adelante. Incluso hay encuestas que dicen que los abortos de las mujeres católicas son muy numerosos.
¿El protocolo para abortar en las tres causales mencionadas se cumple en Argentina?
Sólo nueve provincias de 94 han adherido el protocolo y la corporación médica es muy conservadora. Muchas veces, una mujer que tiene que abortar no consigue un médico que no sea objetor de conciencia. Por eso, entre otras, el servicio médico debe garantizar que haya médicos que no objeten conciencia en estos casos y atiendan a las mujeres.
¿Cómo está el pulso en el Congreso?
Es la primera vez en la historia de Argentina que se trata el aborto en la Cámara del Congreso. Tuvimos muy buenas políticas de género en la gestión anterior, pero la presidenta se oponía por motivos personales al aborto, entonces nunca se trató y ahora están muy parejas las sumas. Pensamos que podríamos ganar la despenalización en la Cámara de Diputados el 13 de junio, pero es más difícil en el Senado, porque es más conservador. Hasta ahora las presentaciones de quienes quieren la despenalización han sido más sustentadas que las que se llaman provida, aunque todos somos provida.
¿Por qué?
Porque lo que queremos es que todas las mujeres tengan la mejor vida posible y peleamos para que existan las leyes y esas leyes pasen a políticas públicas y protejan a las mujeres. Tenemos, por ejemplo, mucha preocupación por los embarazos adolescentes. Chicas muy chiquitas, incluso preadolescentes, de 10 o 12 años, víctimas de violaciones intraparentales: el padre, el padastro, el tío. Así que el lugar más inseguro para la mujer sigue siendo el hogar.
¿Cómo relaciona esto con el movimiento Ni Una Menos?
Ya existía un movimiento interesante de mujeres que se reunía en los encuentros nacionales que se hacen todos los años en octubre. Empezó con una reunión de 500 mujeres y después pasamos a mil. Y el año pasado hubo alrededor de 60.000 mujeres reunidas. Todos los años se hace en una provincia distinta y vienen mujeres de todo el país. Unido a eso, tras la indignación que produjeron varios feminicidios, se lanzó en el 2015 el movimiento Ni Una Menos, organizado por un grupo de periodistas y representantes también de ONG. Ese movimiento fue muy fuerte porque juntó todo. A partir de ahí, cada 8 de marzo o 25 de noviembre las mujeres salen a la calle pacíficamente. El pasado 8 de marzo salimos masivamente con pañuelos verdes a favor de la despenalización del aborto.
¿Y los hombres?
Había muchos chicos jóvenes, y eso ha sido también muy importante para darle fuerza al movimiento.
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