Rumania: El país que se cansó de la corrupción (después de muchos años)

Pese a lograr la revocatoria de un decreto que despenalizaba varios casos de corrupción, los rumanos no están satisfechos y piden la renuncia del primer ministro Sorin Grindeanu. Se trata de las mayores protestas en ese país tras la caída de la Unión Soviética, en 1989.

Juan sebastián Jiménez Herrera / @JSJH_EE
06 de febrero de 2017 - 10:14 p. m.
Cientos de miles se rumanos coparon este fin de semana la Plaza Victoria, en Bucarest.  / AFP
Cientos de miles se rumanos coparon este fin de semana la Plaza Victoria, en Bucarest. / AFP

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Rumania es escenario de las mayores protestas en ese país desde 1989. Mejor dicho: desde la caída de la Unión Soviética. Los cientos de miles de rumanos que coparon esta semana la Plaza Victoria, en Bucarest, ya lograron que el gobierno revocara el decreto que despenalizaba varios actos de corrupción. Y que, a su vez, beneficiaba al jefe del partido de gobierno, Liviu Dragnea, ya que despenalizaba, por ejemplo, aquellos actos en los que las pérdidas para el Estado fueran inferiores a 44 mil euros. Como en el caso por el que Dragnea fue condenado, en 2015. La justicia de su país lo halló culpale por falsificar papeletas para que, en 2012, se aprobara un referendo con el que se pensaba sacar al entonces presidente Traian Basescu. 

Pero para los rumanos no es suficiente: quieren que el gobierno rumano renuncie, empezando por su primer ministro, Sorin Grindeanu, y por su presidente, Klaus Iohannis. Pero ni Grindeanu ni Iohannis piensan renunciar y ya tienen a un chivo expiatorio: el ministro de Justicia, Florin Iordache, quien ha anunciado que va a presentar un nuevo proyecto de reforma del Código Penal: una jugada que puede parecer suicida en este momento. Pero lo que están viviendo los rumanos no es nuevo: hace parte de su historia, por lo menos, desde el fin de la Unión Soviética y la caída de Nicolae Ceaucescu. Rumania, al igual que otros países de la antigua Unión Soviética, cayó pronto en la corrupción en su transición al capitalismo. 

La corrupción y la piratería se volvieron costumbre en ese país y se fue dando un círculo vicioso entre pobreza y corrupción. Y, en medio, se dio un mercado profundamente informal. Prueba de ello, por ejemplo: la piratería. Algo común en Rumania, hasta el punto de que, en 2007, durante una visita a ese país, el director de Microsoft, Bill Gates, escuchó de boca del entonces presidente Traian Basescu, cómo el software pirata en Rumania había impulsado la economía. Una curiosa confesión. Otro ejemplo: en 2012, un candidato a diputado, Gabriel Raduna, se presentó con el eslogan "Yo robo menos". No ganó pero hizo reir a algunos periodistas occidentales incrédulos. 

Aunque en tiempos recientes la crisis se ha agravado, debido a que dirigentes que llegaron al poder asegurando que iban a combatir a los corruptos, terminaron igual o peor que ellos. Desde 2007, cuando Rumania ingresó a la Unión Europea, no ha habido dirigente, sea presidente o primer ministro, que no diga que va a combatir a los corruptos -en parte presionado por la Unión Europea, de la que Rumania hace parte desde 2007- y no termine investigado. En 2012 hubo cuatro primeros ministros, hasta que Víctor Ponta fue designado primer ministro, en mayo de 2012. Y, a los pocos meses, se inventó un referendo revocatorio para sacar del poder a su rival, el presidente Basescu, con la ayuda de su partido el Partido Socialdemócrata.

El referendo salió a su favor pero la justicia rumana lo revocó por irregularidades y Basescu estuvo en el poder hasta 2014, cuando fue reemplazado por Iohannis, otro investigado. Ponta no renunció sino hasta noviembre de 2015, tras el incendio de una discoteca en Bucarest, en el que murieron 32 personas. Para los rumanos el incidente fue culpa de la corrupción ya el lugar no contaba con los requisitos de ley para funcionar y, sin embargo, se le permitió hacerlo durante años. Ponta fue reemplazado, primero, por Sorin Cîmpeanu y, luego, por Dacian Cioloș, quien estuvo hasta 2016 y estuvo exento de investigaciones. En diciembre pasado hubo elecciones parlamentarias y el PSD se impuso, por lo que el presidente Iohannis tuvo que elegir primer ministro de entre una baraja de candidatos de esa colectividad. 

Iohannis, sin razón alguna, rechazó a una primera candidata, la musulmana, Sevil Shhaideh, quien se hubiera convertido en la primera musulmana en dirigir un país de la Unión. El jefe del PSD, Liviu Dragnea, tampoco fue elegido ya que estaba inhabilitado por la condena en su contra. Y entonces Iohannis eligió a Grindeanu. Pero en el aire quedó la sensación de que Dragnea iba a ser el presidente. Y el reciente decreto a favor de Dragnea lo confirmaba. Con este se busca, puntualmente, que el jefe del PSD pudiera ser elegido primer ministro. Y esto hizo enloquecer a los rumanos cansados de 27 años de corrupción, de un sistema político y un mercado informales. De tener que pagar sobornos para que los atendiera el sistema de salud y que quienes decían combatir la corrupción terminaran procesados.

Hace 27 años los rumanos protestaron masivamente para sacar del poder a Ceaucescu, quien terminó fusilado. Fue la única transición democrática en Europa Oriental que finalizó con un dirigente de su talla muerto. Hoy muchos de esos mismos rumanos se manifiestan cansados de la corrupción en un país -el segundo más pobre de la Unión Europea, después de Hungría- que sigue en el tránsito hacia la democracia. No es que Rumania sea único. Otros países han pasado por hechos similares. En Colombia, por ejemplo, un presidente, Julio César Turbay Ayala, dijo que había que reducir la corrupción hasta sus "justas proporciones". Pero en Rumania ya se cansaron. Aquí falta todavía para llegar a ese momento. 

 

Por Juan sebastián Jiménez Herrera / @JSJH_EE

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