Siria: el peor enemigo del patrimonio arqueológico de Palmira

La antigua ciudad, fundada en el siglo II a.C., fue recapturada por el Estado Islámico el año pasado. Annie Sartre-Fauriat, miembro del consejo de la Unesco sobre este país, cuenta cómo es saqueada por todas las partes del conflicto y la desgracia siria de perder su historia.

juan David Torres Duarte
15 de febrero de 2017 - 07:30 p. m.
La antiquísima ciudad de Palmira, con su paseo de columnatas romanas, en 1984. / AFP
La antiquísima ciudad de Palmira, con su paseo de columnatas romanas, en 1984. / AFP
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El Estado Islámico (también llamado Daesh) ha capturado en dos ocasiones la ciudad histórica de Palmira, en Siria. La primera ocurrió en 2015, cuando destruyeron partes de los templos esenciales de la ciudad y saquearon tumbas y colonias funerarias. En marzo de 2016, el ejército sirio retomó la ciudad en su avanzada contra el grupo yihadista. Pero en diciembre, el Estado Islámico volvió a conquistar el territorio. Las últimas noticias apuntan que una parte del tetrapilón (ver fotografías más abajo) y la escena del teatro fueron derruidos. Annie Sartre-Fauriat es experta en la historia antigua de Siria, profesora y miembro del grupo de expertos de la Unesco sobre Siria. Aquí discute sobre la importancia de ese patrimonio, los responsables del saqueo (desde el gobierno de Al Asad hasta los rebeldes) y la posibilidad algo ingenua de rehacer las partes que se volvieron polvo.

¿Es posible reconstruir lo que el Daesh ha destruido en Palmira? Maamoun Abdulkarim, el director de antigüedades en Siria, dice que en cinco años será reconstruido.

Palmira sufrió daños muy graves cuando el Daesh hizo explotar sus monumentos más bellos. Fueron destruidos por las explosiones: el templo de Baalshamin, el templo de Bel y siete de las más bellas torres funerarias. Esos monumentos, que estaban conservados de manera perfecta y constituían las joyas más bellas de Palmira, fueron reducidos a escombros y polvo en su mayor parte. Sólo el gran arco, que parece derribado por una máquina, conserva bloques intactos y podrá sin duda ser rehecho totalmente o al menos en parte. En cuanto al resto, es por completo ilusorio pensar que en un plazo de cinco años será reconstruido el conjunto de monumentos. La comunidad científica internacional y los especialistas del sitio han prevenido sobre la voluntad de reconstruir de manera precipitada y sin precaución. Antes de todo, es necesario acceder al sitio y hacer las evaluaciones expertas de todo cuanto resta. No es esencial querer reconstruir de nuevo con bloques y materiales inadecuados, puesto que el sitio perdería aquello que constituye su encanto y su interés histórico. Es necesario evaluar aquello que puede ser reconstruido con los bloques originales y con rellenos limitados en las partes faltantes, sin hacer una copia de los templos, dado que sería por fuerza un error. Además, ¿qué se reconstruiría? ¿El templo de Bel de antes de 2015? ¿O aquel del siglo I?

Lea sobre cómo todos los actores del conflicto se roban el patrimonio arqueológico

Sin embargo, llegan noticias alarmantes de Palmira de que los rusos, aliados de Al Asad, habrían reconstruido el sitio. Todo eso es inquietante porque los rusos nunca han trabajado sobre el sitio de Palmira y no poseen ningún archivo arqueológico. Muchos países han efectuado excavaciones en Palmira, pero nunca los rusos. Asistimos allí a una operación de propaganda política en la cual el sitio de Palmira es tomado como rehén por gente que no se preocupa por su autenticidad ni su historia. Agregaría que los rusos, que se pretenden los “salvadores” de Palmira, instalaron un campo militar sobre la necrópolis norte del sitio, un lugar que no ha sido excavado aún y que sufre todos los días degradaciones, pillajes y trastornos que esta situación induce. La sabiduría querría, por otro lado, que esperáramos al fin de la guerra antes de todo, y si hay dinero para considerar la reconstrucción, es necesario pensar primero en los sirios y en las infraestructuras destruidas. Las ruinas de Palmira pueden esperar.

Es necesario, simplemente, protegerlas de nuevas degradaciones, algo que no parecen hacer el régimen de Damasco y sus aliados. Al final, sería interesante, antes de cualquier trabajo de remontaje, permitir que los arqueólogos excaven y estudien bajo los templos destruidos para que intenten encontrar los vestigios de las épocas anteriores a la época romana e iluminar a los historiadores sobre los períodos aún mal conocidos de la historia de Palmira (durante el primer milenio y la época helenística).

¿Existen ejemplos exitosos de reconstrucciones del patrimonio? ¿O son fracasos formidables?

Evidentemente, podemos contemplar las reconstrucciones en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, cuando pueblos enteros fueron reconstruidos, entre ellos los monumentos históricos (Varsovia, Dresde y numerosos pueblos alemanes, la Grand-Place d’Arras en el norte de Francia). Pero se trataba de pueblos donde vivía gente. En Palmira, el sitio arqueológico no está ocupado por nadie, porque existía un pueblo moderno en sus alrededores que fue también destruido totalmente (Tadmur o Tudmur, ver mapa abajo). No existe entonces la misma urgencia. Es cierto: hoy tenemos técnicas que permiten rehacer de manera idéntica, pero siempre será nuevo, serán necesarios siglos para que la pátina del tiempo haga efecto. Otro ejemplo es considerado con frecuencia: aquel del centro de Beirut rehecho y modernizado al conservar las fachadas originales y sobre cuyo aspecto las opiniones están divididas.

Las reconstrucciones nuevas de edificios antiguos no son, en mi opinión, deseables. Más valdría hacer reconstrucciones en tercera dimensión, visibles en los museos locales o en los programas de visitas con reconstituciones sobre tableta que permitan además otorgar una imagen de la evolución de un monumento a lo largo del tiempo. El templo de Bel conoció fases de construcción que se extendieron por un siglo y medio, se convirtió en una iglesia, una mezquita y estuvo englobado dentro de un pueblo entre la Edad Media y 1930. Yo encontraría más interesante mostrar todo esto que reconstruirlo. Además, el estado actual del monumento es también un testimonio de su historia, aquella de la barbarie del Daesh en Siria, y para el historiador es importante conservar la traza de la historia. Otro obstáculo por evitar es la idea de eliminar todo para rehacer de manera total, por completo nueva, como lo hemos visto en ciertos pueblos de Francia después de la guerra.

¿Cuál es el estado de destrucción de Nimrud después de la liberación del ejército iraquí? ¿Qué se puede pensar sobre su reconstrucción?

Conozco menos la situación de Irak, pero según las informaciones que he podido leer, el sitio de Nimrud fue considerablemente dañado por las explosiones deliberadas del Daesh, que hicieron desaparecer barrios enteros del pueblo antiguo. El zigurat fue reducido a la mitad con un buldózer; el templo del dios Nabu y el palacio del noroeste que datan del reino de Asurbanipal II (883-869 a.C.) fueron por completo convertidos en polvo; los bajorrelieves que ornaban los muros fueron arrancados de sus soportes, evacuados en un buldózer; las estatuas de toros alados que flanqueaban las puertas, destruidas. Según las fuerzas iraquíes que llegaron al pueblo, 95 % del sitio está destruido.

¿Cuáles son los lugares históricos en riesgo de ser dañados o saqueados?

En Siria, entre cerca de mil sitios arqueológicos registrados; más de 300 fueron estropeados o saqueados en 2015. Desde la intervención de los rusos, su número aumentó, sobre todo en razón de los bombardeos en el norte de Siria y los “pueblos muertos”, donde poblaciones enteras se refugiaron después de la destrucción de sus casas en los pueblos y poblados de la región de Alepo. Las informaciones sobre esta región circulan poco porque el régimen de Al Asad esconde la realidad de las destrucciones que produce con la ayuda de sus aliados rusos. La ciudad de Alepo fue destruida en un 80 %, sobre todo aquello que estaba en la vecindad de la ciudadela: los mercados (souk) fueron incendiados en 2012 y también mezquitas, los caravasares (khan), las escuelas (madrassa) que databan de entre los siglos XII y XVIII. Los saqueos son también una catástrofe para el patrimonio sirio. El tell de Ebla fue devastado por excavaciones clandestinas de gran amplitud; Doura Europos y Mari, en el valle del Éufrates, fueron aradas por saqueadores; en Apamea, en el valle de Orontes, se contaron más de 14.000 agujeros de saqueo, en ambas partes de la gran avenida de las columnatas.

En Palmira, las esculturas funerarias fueron desvalijadas de las tumbas desde 2012 por parte de soldados del régimen de Al Asad y de los habitantes. Algunas han sido encontradas, pero otras están en casas de vendedores en Turquía o de coleccionistas en el golfo, en Estados Unidos, o incluso en bodegas en el puerto franco de Ginebra. El saqueo de antigüedades existía ya antes de la guerra. La situación caótica en Siria y la guerra no han hecho más que acentuarlo. Asimismo, Daesh suministraba autorizaciones para excavar a los habitantes, de las cuales él obtenía un porcentaje de ganancia después de revender las piezas a mafias organizadas.

Este es el estado actual (foto de la derecha) del Tetrapilón en Palmira en comparación con 2016. Fue construido a finales del siglo III d.C.

¿La Unesco puede hacer algo para salvar ese patrimonio?

La Unesco, aparte de sus protestas y algunas reuniones sobre el patrimonio sirio, no hace gran cosa. En el curso de los últimos meses, la actitud de Irina Bokova (directora de la Unesco), de cara a las destrucciones perpetradas por los rusos se ha mantenido tímida. La influencia rusa en Naciones Unidas paraliza al parecer a la Unesco, que no dispone de ningún medio de presión sobre los beligerantes. De cualquier modo, la Unesco no ejercía tampoco antes de la guerra, puesto que ninguna de sus convenciones (La Haya en 1954, el protocolo de 1999) sobre la necesidad de proteger los bienes culturales en caso de conflicto era respetada por Siria. El régimen de Damasco no ha dudado en sitiar los sitios históricos estratégicos (la ciudadela de Alepo, de Bosra, de Palmira, los montículos del valle del Éufrates) para instalar allí a sus tropas y cometer también destrucciones. A lo largo de este conflicto, la Unesco ha hecho prueba de su ineficacia y por su actitud ambigua de cara al régimen de Damasco (cuya embajadora en la Unesco es la antigua embajadora de Siria en Francia, destituida de ese puesto pero siempre acreditada de cara a la Unesco, donde ella hace cabildeo) y a los rusos no ha respondido a las expectativas de la comunidad internacional preocupada por el patrimonio.

Aunque sea liberada, ¿Palmira seguiría amenazada? ¿En qué medida ellos también son responsables del saqueo del patrimonio?

Es claro que los sirios no han hecho nada: los rusos ocupan el sitio y siguen destruyéndolo con el beneplácito del régimen de Damasco, sin importar quién suba a las ruinas. Lo repito: el régimen de Damasco hacía de Palmira una vitrina y un asunto político, pero la manera como trataba el sitio antes de la guerra no permite augurar un mejor futuro. No existe en realidad una consciencia sobre la importancia de este patrimonio, y sus proyectos apresurados de reconstrucción lo muestran de manera clara. No he escuchado decir que se hayan tomado sanciones contra los ladrones clandestinos ni tampoco que demandas oficiales de restitución de objetos robados y reencontrado en Turquía se hayan tramitado. Tenemos las pruebas de que los saqueos han tenido lugar ante la mirada de las tropas sirias, que no han hecho nada por detenerlos. No se ha tomado ninguna medida de protección y, cuando se es capaz de masacrar a niños, de destruir hospitales, de apuntar contra los servicios de socorro —por decir lo menos—, pedir la protección del patrimonio cultural parece irrisorio.

Este es el estado actual (foto de la derecha) de la escena del teatro de Palmira, que fue construido en el siglo II d. C. La primera fotografía corresponde a julio de 2016.

Podría parecer obvio, pero quisiera preguntarle: ¿por qué es importante preservar estos lugares?

El patrimonio es la memoria de la historia de un pueblo y, en el caso de Siria, de la humanidad entera. Seis de sus sitios han sido declarados como Patrimonio Mundial, lo que manifiesta la importancia que cada uno representa (la vieja ciudad de Damasco en 1979, Palmira y Bosra en 1980, la vieja ciudad de Alepo en 1986, el castillo de Saone y la Fortaleza de los Caballeros en 2006 y las ciudades muertas del norte de Siria en 2011). Otros once están a la espera de ser reconocidos como Patrimonio Mundial, lo que muestra hasta qué punto es un patrimonio variado y fundamental para la historia de la humanidad. Habría sido importante preservarlos y protegerlos de las destrucciones. Infortunadamente, la ignorancia y el desprecio de la dictadura de los Al Asad ante la historia (sólo el dinero y el poder concentrado les interesan, el uno como el motor del otro) han conducido a esta situación catastrófica desde todo punto de vista. Porque la pérdida del patrimonio es lamentable, pero no podemos olvidar los miles de muertos, los millones de refugiados, los miles de desaparecidos en las prisiones del régimen. La destrucción de Palmira es una de las más feroces. La destrucción voluntaria del patrimonio es también un medio para castigar a las poblaciones y, en ese sentido, todas las partes en Siria son culpables (Lea: ¿Por qué es importante que el mundo preserve Palmira?).

¿Cuál es la responsabilidad de los rebeldes en el saqueo de las obras históricas?

Aquí prolongo mi respuesta anterior. Todas las partes han contribuido a la destrucción patrimonial del país. Por una parte, el régimen con sus bombardeos (en Alepo, Maaret en-Nomman y Bosra), por su inacción de cara a los saqueos (Palmira y Apamea), efectuados bajo la mirada de los soldados y en ocasiones por ellos mismos. De otro lado, los rebeldes de Alepo con sus explosiones en las mezquitas; los grupos rebeldes islamistas que toman símbolos cristianos o paganos (El-Bara, Shash Hamdan). El así llamado Estado Islámico (Daesh) en Irak, en Palmira, en Raqqa. Y, finalmente, los rusos con sus bombardeos y sus instalaciones militares en Alepo, las ciudades muertas y Palmira.

Por juan David Torres Duarte

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