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Torre de Tokio: besos japoneses

Una columna para acercar a los colombianos a la cultura japonesa.

Gonzalo Robledo * / Especial para El Espectador, Tokio
23 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.
Encontrar fotos de japoneses besándose es casi imposible. Prefieren hablar de afecto y amor, por ejemplo, a través del humanoide "Pepper",  "robot personal que lee las emociones".
Encontrar fotos de japoneses besándose es casi imposible. Prefieren hablar de afecto y amor, por ejemplo, a través del humanoide "Pepper", "robot personal que lee las emociones".
Foto: EFE - FRANCK ROBICHON
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Al tener una cultura que enseña a suprimir las emociones, Japón practica sin esfuerzo la distancia social, y las demostraciones públicas de afecto son aquí tan escasas, que muchos visitantes provenientes de culturas latinas se preguntan al finalizar su primer día en Tokio: ¿Dónde y cuándo se besan los japoneses?

En las estampas tradicionales figura el juego erótico entre bocas, pero el beso social incluido en el saludo es un producto importado de Occidente y, como la cuchara, la corbata o el tomate, carece de sustantivo local y debe recurrir a su denominación inglesa kiss.

Los bebés japoneses reciben apretones más parecidos a un olisqueo que a un beso y no es raro que toda manifestación física de cariño maternal desaparezca con el primer día de escuela.

Artes escénicas tradicionales como el teatro kabuki prescinden del beso para significar intimidad, y en las series televisivas el punto de inflexión de un naciente romance queda explicado, y entendido, con un largo silencio de la pareja o una mirada más larga de lo habitual.

El primer beso registrado del cine japonés se produjo después de la Segunda Guerra Mundial, por la paradójica decisión de un censor de las fuerzas de ocupación estadounidenses que ordenó sazonar una insulsa historia de amor con un encuentro de bocas. La protagonista, Michiko Ikuno, y el galán, Shiro Osaka, fueron convocados de nuevo al estudio, y al grito de “¡Acción!” cerraron los ojos y juntaron sus labios protegidos con trozos de gasa antiséptica. Los norteamericanos intentaban así erradicar los rancios valores ultranacionalistas e instaurar los modernos encantos de la democracia occidental. La ideología empezó a cambiar, pero el pudor persistió y, aun hoy, los millennials protagonistas de populares reality shows, como Terrace House, padecen durante un gran número de capítulos antes de atreverse con uno de sus tortuosos y, casi siempre, mal atornillados besos.

Cuando la expansión económica obligó a Japón a abrir embajadas y oficinas comerciales en todo el mundo, en la segunda mitad del siglo XX, sus hombres de negocios y diplomáticos se vieron en la urgente necesidad de estudiar la variada etiqueta social de apretones de manos, abrazos, besos dobles y triples, olisqueos y otros gestos que cada cultura practica con la sincera convicción de que su saludo es el más humano, el más educado y el mejor.

Un japonés cosmopolita, a quien comenté el tema, me recordó que, con motivo de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud y otros organismos están recomendando saludos asiáticos que no requieren acercamiento físico, como la mano en el corazón de los indonesios, el gesto hindú con las palmas unidas delante del pecho o la reverencia japonesa. Tras expresar sus esperanzas de que desaparezca pronto el virus para que tengamos de nuevo salud, la economía se recupere y él pueda reanudar cuanto antes sus negocios en Europa, me confesó que sentiría una gran paz mental si la etiqueta social de la siguiente década decide abolir los incómodos saludos con beso.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

* Lea aquí las anteriores columnas.

Por Gonzalo Robledo * / Especial para El Espectador, Tokio

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Erwin(21225)23 de mayo de 2021 - 12:34 p. m.
Buenísimas crónicas
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