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Cócteles molotov, barricadas levantadas con mobiliario, un reguero de máscaras antigás, cascos, paraguas y mochilas, y un olor nauseabundo, es el desolador panorama que se respira en la Universidad Politécnica de Hong Kong, donde este jueves entró la policía después de once días de asedio.
El campus es la zona cero de una batalla campal, la que enfrentó a los activistas radicales que se amotinaron dentro del recinto con la policía el 18 de noviembre, aunque parece el escenario posterior a un apocalipsis donde la vida quedó congelada.
Estaban listos para una auténtica guerra: colocaron macetas, ladrillos y piedras en las repisas altas como objetos arrojadizos; equiparon con botellas, químicos y gasolina una fábrica de cócteles molotov; construyeron catapultas y destrozaron el mobiliario universitario para levantar barricadas en todos los accesos.
Montañas de ropa tiradas por el suelo, artículos de higiene, reservas de comida e incluso sopas instantáneas a medio terminar completan el escaparate la universidad, donde se calcula que resisten atrincherados una veintena de activistas radicales, aunque tampoco se descarta que la mayoría haya podido escapar. Le recomendamos: El mundo no es como lo pintan: Protesta moderna en Hong Kong
Agentes vestidos de civil -solo con un chaleco que les identificaba como policía- accedieron al recinto después de una avanzada de bomberos, con el fin de buscar objetos peligrosos, como bombas de gasolina o químicos explosivos que los estudiantes robaron del laboratorio.
"Nuestro objetivo no es encontrarlos ni detenerlos (a los amotinaos). La idea es evitar la confrontación. Si quedan algunos están muy bien escondidos, pero si los encontramos les convenceremos de que salgan por las buenas. Es improbable que haya violencia hoy", indicó a Efe el superintendente Lau Siu Hon, que coordinaba los equipos.
Sin embargo, el superintendente no confirmó si la policía levantará hoy el cordón policial que cerca el campus desde hace once días, ya que eso depende del tiempo que necesiten para peinar el recinto y limpiarlo de artefactos peligrosos.
Sí aseguró que, divididos en equipos de unas diez personas, rastrearán a fondo el lugar hasta que oscurezca para devolver lo antes posible el campus a la dirección de la universidad, con lo que se pondrá fin a uno de los episodios más violentos y surrealistas desde el inicio de las protestas en Hong Kong hace casi seis meses.
Aunque la policía no espera toparse con ningún amotinado, horas antes un activista con ademanes cansados y la cara tapada merodeaba al amanecer por los exteriores del campus, lleno de pintadas de "Free Hong Kong" (Hong Kong Libre) -eslogan de las protestas- e incluso un "Hasta la victoria siempre" en un perfecto español, lema de la Revolución cubana.
"Sabemos que la policía quiere entrar. No nos parece bien. Haremos lo que tengamos que hacer", se limitó a decir huidizo a unos pocos periodistas con los que se cruzó, aunque no quiso precisar cuántos más hay dentro.
La policía se comprometió hace unos días a dejarlos ir. Ellos no se fían y temen que les tomen los datos para detenerlos en unos días. Su exigencia es que los agentes se retiren sin concesiones de la universidad, considerada la "cuna intelectual" de las protestas. Le puede interesar: Cuando las protestas en Hong Kong dividen a las familias
La batalla campal del día 18 de noviembre acabó con unos 1.100 arrestados -300 eran menores que quedaron en libertad tras ser fichados- lo que eleva los detenidos en casi seis meses de protestas a unos 5.500, según datos de la policía.
Los que quedan en la PolyU son escurridizos. Equipos de búsqueda civiles, integrados por personal de la universidad, sanitarios, psicólogos y trabajadores sociales, trataron de encontrarlos el martes y el miércoles sin éxito.
Se cree que están agazapados en las plantas más altas de los edificios o en los mil recovecos de ese campus inmenso. Por seguridad, la mayoría han cortado cualquier comunicación con el exterior y se han salido de los grupos de Telegram que durante estos meses se han usado para convocar las protestas y urdir acciones.
A medida que han avanzado los días de asedio, decenas de ellos han logrado escapar o directamente han desertado.
Los últimos que lo hicieron el pasado lunes, tres jóvenes visiblemente exhaustos, dieron cuenta del estado de desesperación que se vive dentro: varios se han autolesionado, se niegan a comer y se habla de suicido abiertamente.
Además, conviven en condiciones insalubres, con falta de agua corriente en unos baños inundados de los que emana un olor insoportable que se mezcla con el hedor a comida putrefacta de la cantina, donde moscas y cucarachas campan a sus anchas.
En la entrada de la cantina, una estatua de Confucio luce vestida de manifestante, mientras que un cartel en el que se lee "Keep clean" (Mantener limpio) en la puerta de la biblioteca avisa de que no todo vale en esa guerra y de que los libros no se tocan.