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Muertes de inmigrantes detenidos en EE.UU. suscitan interrogantes

Informe de The New York Times sobre los "sin papeles" que han perdido la vida en extrañas circunstancias. El trabajo recopila investigaciones que evidencian negligencia de las autoridades.

Nina Bernstein / The New York Times News Service
30 de enero de 2009 - 05:47 p. m.
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Vivió 42 de sus 48 años en Estados Unidos y en el hombro llevaba tatuadas las palabras "Educado como estadounidense". Pero Guido B. Newbrough nació alemán y murió en noviembre como inmigrante detenido en una celda de Virginia, el corazón devastado por una infección bacteriana.

Su familia y sus compañeros de detención aseguran que no se le trató la infección, a pesar de sus crecientes súplicas de atención médica desde diez días antes de su muerte. En cambio, cuando sus gritos de auxilio se volvieron insistentes, dijeron los detenidos, los guardias de la cárcel regional de Piedmont, Virginia, lo tumbaron al suelo, lo arrastraron mientras él gritaba de dolor y lo encerraron en una celda de aislamiento.

Newbrough, trabajador de la construcción que había cumplido una condena de prisión por abusar de la joven hija de su novia, fue encontrado aletargado en la celda varios días después, el 27 de noviembre, y murió en el hospital al día siguiente sin haber recuperado la conciencia. El informe de la autopsia dado a conocer la semana pasada menciona una virulenta infección por estafilococos como la causa de su muerte por endocarditis, infección de las válvulas cardiacas que suele curarse con antibióticos.

El relato de los últimos días de Newbrough recuerda otros casos de muertes en custodia migratoria, como uno que hubo en esa misma cárcel en diciembre de 2006, lo que suscitó una revisión por parte de los funcionarios de inmigración. Estos encontraron la unidad médica tan deficiente que llegaron a la conclusión de que "la atención médica de los detenidos está en peligro".

Pero los funcionarios de la Agencia de Inmigración y Aduanas (ICE) no publicaron estos datos, aun cuando se les preguntó por las acusaciones de negligencia en el caso de esa muerte, la de Abdoulai Sall, de 50 años de edad, mecánico nacido en Guinea sin antecedentes penales que tuvo una insuficiencia renal durante varias semanas. En cambio, los funcionarios defendieron la atención médica en ese caso y en otros cuando el congreso y los medios de comunicación cuestionaron las


prácticas médicas en la red de cárceles condales, prisiones privadas y centros federales de detención, contratados para retener a los no ciudadanos mientras el gobierno trata de deportarlos.

El reporte de 2006 -- junto con una serie de argumentos que la agencia elaboró para que los esgrimieran sus funcionarios de prensa cuando se hablara de las muertes bajo custodia -- fue obtenido apenas recientemente por la Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU), a través de un juicio basado en la ley de libertad de información; la organización le proporcionó copia de los documentos a The New York Times, que fue el primero en informar de la muerte de Sall.

"Este establecimiento ha fallado en múltiples niveles en materia de supervisión básica y procuración de seguridad y bienestar para los detenidos de la ICE", concluyó el reporte de seis páginas poco después de la muerte de Sall. "La unidad de atención médica no cumple con las normas mínimas de ICE."

El reporte señala que la prisión no respondió adecuadamente conforme se agravó la enfermedad de Sall y que, incluso cuando fue encontrado inconsciente en el suelo, los empleados "se quedaron de pie aproximadamente un minuto" antes de tratar de revivirlo. El superintendente de la prisión, que dijo no haber visto el reporte, negó tenazmente dichas conclusiones esta semana.

Pero Tom Jawetz, abogado del Proyecto Nacional de Prisiones de la ACLU, señaló que la nueva muerte en la misma cárcel subraya la falta de responsabilidad en los centros de detención migratorios de todo el país.

"Piedmont es un establecimiento que tiene poco personal y no responde lo suficiente a necesidades médicas claras", afirmó Jawetz. "Los reportes de la muerte del señor Newbrough suscitan serias dudas sobre la posibilidad de llegar a remediar esas deficiencias."

Cuando se le preguntó el lunes qué medidas se habían tomado a raíz de la muerte de Sall, la agencia migratoria prometió una respuesta pero no llegó a darla. La portavoz Kelly A. Nantel había declarado anteriormente que estaba en marcha una investigación sobre la muerte de Newbrough.

La cárcel de Piedmont, con 780 camas y manejada por los gobiernos de seis condados de Virginia, por lo general alberga a unos 300 detenidos y actualmente la cifra se ha reducido a menos de 150. Pero Nantel desmintió los rumores de que la agencia los estuviera retirando de allí, como hizo el mes pasado en un centro de detención de Central Falls, Rhode Island,


donde a un ingeniero de computación chino se le diagnosticó un extendido cáncer y una fractura de columna hasta poco antes de su muerte, el 6 de agosto.

En ese caso, los investigadores de la agencia difícil migratoria encontraron que se le había negado el tratamiento adecuado al ingeniero, Hiu Lui Ng, y que éste había sido arrastrado de su celda a una furgoneta, en medio de sus gritos de dolor, seis días antes de su muerte.

Los paralelismos con los relatos de los detenidos sobre la muerte de Newbrough son impactantes para Jeff Winder, organizador de Pueblo Unido, un grupo de base de Virginia, con quien se comunicaron varios detenidos de Piedmont y que también habló con un reportero.

La muerte más reciente ha reforzado la oposición del grupo a los planes de constructores privados y funcionarios municipales de construir otro centro de detención migratoria en Farmville, que tendría de 1,000 a 2,500 camas.

"ICE no tiene la obligación de enviar ahí a los detenidos después de que muera el próximo", señaló Winder. "Farmville podría quedarse con la fama de ser un lugar donde los detenidos mueren por negligencia médica."

Ernest L. Toney, superintendente de la prisión, desmintió los reportes de que Newbrough había sido maltratado y precisó: "Ese no es nuestro protocolo." Todas las demás preguntas sobre esa muerte las remitió a la agencia federal migratoria.

Pero el doctor Homer D. Venters, experto en la atención de detenidos que se enteró del caso por la familia de Newbrough y que revisó la autopsia, señaló que las evidencias disponibles muestran violaciones a las normas de detención, lo que permite que se salgan de control infecciones locales tratables en los detenidos. Venters, académico de salud pública de la Universidad de Nueva York y miembro del grupo asesor de la ICE, criticó la atención médica en los centros de detención cuando presentó su testimonio en una audiencia de un subcomité del congreso.

"Primero, al parecer se pasaron por alto las quejas médicas de Newbrough", escribió en su análisis preliminar del caso, elaborado para los padres de éste. "En segundo lugar, Newbrough fue puesto en un ambiente disciplinario cuando estaba enfermo y pese a que había expresado quejas médicas. En tercer lugar, Newbrough no fue vigilado médicamente en forma adecuada (si acaso lo fue)" en la celda de aislamiento.

En esos últimos días, señaló Venters en una entrevista, incluso los guardias habían notado que Newbrough estaba en una condición crítica cuando se soltaron las bacterias que habían formado colonias en su corazón, creando abscesos en el cerebro, el hígado y los riñones. "La endocarditis mata si no se trata", resumió. Con la atención moderna en hospital, la tasa de mortalidad de esa enfermedad es de 25% o menos.

"Estamos aquí sentados, impotentes", dijo el padrastro de Newbrough, Jack Newbrough, de 70 años, ex sargento de la fuerza aérea que conoció a Heidi, la madre de Guido, que entonces tenía dos años, cuando estaba asignado en Alemania, el país natal de ellos. "Estoy muy decepcionado de mi país, este sistema de seguridad interna que han establecido."

Heidi Newbrough, de 65 años, dijo que su hijo -- que se había separado de su esposa y tenía tres hijos nacidos en Estados Unidos -- había dejado de beber después de cumplir una condena de once meses por abuso sexual. Estando en libertad condicional, se regresó a la casa de su infancia en Manassas, Virginia, dejando el parque de remolques donde vivía en Stafford. En 1999, un artículo del primer ejemplar de la revista Talk de Tina Brown lo presentó en forma destacada, en la sección "Llamando a Estados Unidos".

"Nadie sabía que él no era estadounidense", aseguró su madre. "Ni siquiera él mismo. El se enteró el día que llegaron aquí a prenderlo".

Por Nina Bernstein / The New York Times News Service

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