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La bandera confederada: tan viva como hace siglo y medio

Enarbolada por el asesino de Charleston, la bandera fue compuesta para representar a los estados que aprobaban la esclavitud en la Guerra Civil y fue símbolo de acciones en contra de la población afro en EE.UU.

Juan David Torres Duarte
23 de junio de 2015 - 10:34 a. m.
La bandera confederada: tan viva como hace siglo y medio
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El 12 de abril de 1862, en el fuerte Sumter —Charleston, Carolina del Sur—, fue disparada la primera bala tangible que principió la Guerra Civil en Estados Unidos: se enfrentaban, por el algodón y por la esclavitud, el Norte y el Sur, los Unionistas y los Confederados. En esa misma ciudad, 153 años después, Dylann Roof —21 años— asesinó a nueve personas en una iglesia. Poco después, aparecieron una serie de fotos en que se lo veía, con mirada rabiosa, cargando la bandera de los Confederados. La herencia histórica no resulta una mera coincidencia: los Confederados —siete estados que reclamaban independencia; después se sumaron otros tres— querían perpetuar la esclavitud de los afros en contra de las ambiciones del resto de estados y veían en esas personas a una “raza” designada desde siempre al servicio de otra cáfila más poderosa. Roof, entonces, encontró cierta identificación en los antiquísimos deseos de una turbamulta de empresarios del algodón y las plantaciones que produjo una guerra con cerca de 850.000 muertos y que, en últimas, perdieron. 
 
En estos días, en la capital de Carolina del Sur, Columbia, las banderas de Estados Unidos y del estado se izaron a media asta en memoria de las víctimas. Sólo una bandera se veía más alta que el resto: la bandera de los Confederados, puesta allí como una reliquia histórica y también como el recuerdo de una voluble herencia. Algunos políticos pidieron quitarla, entre ellos el propio gobernador; otros reclamaron la autonomía de ese estado a elegir la posesión de la vieja bandera, que reúne —en muchos sentidos— los intentos de todo un siglo de políticas desatinadas para segregar a la población afro de Estados Unidos. 
 
Desde sus inicios, la bandera ha sido un símbolo de disgregación y conflicto. La Guerra Civil, encendida por las ansias independistas de los estados del sur, avivó también los ánimos en contra de los esclavos; por entonces, recién elegido como presidente de Estados Unidos, el republicano Abraham Lincoln dejó en libertad, por decreto, a todos los esclavos del país. La guerra apurada e industrial que se vivió abrigaba la esperanza de convencer a los estados confederados, a fuerza de brazo armado, de que ellos eran miembros de Estados Unidos. En 1865 terminó la guerra, con el número de muertos ya dicho, y los secesionistas —como entonces fueron bautizados— perdieron una batalla esencial, mientras que la población afro conseguía la libertad. Libertad pero aún no derechos. 
 
La inspiración de fondo, sin embargo, continuó enhiesta. La posterior lucha por los derechos civiles y la difícil adaptación de los estados más segregacionistas produjo la resurrección de la bandera y, con ella, de sus objetivos menos plausibles. La bandera confederada representa para algunos las ambiciones de poder de un grupo sobre otro y, de ese modo nada particular, alienta el castigo de supuestos invasores, de aquellos que en otro tiempo eran tratados como animales y dignos recipientes de violencia. Para otros, la bandera ampara la fortaleza de un pueblo —trabajo, familia, religión— y no necesariamente la opresión racial. El hecho de que Dylann Roof cargue la bandera y se identifique con ella dibuja un programa político y también una obsesión insensible: las mismas miras de los Confederados. Barack Obama criticó esa herencia al decir que la bandera pertenece a un museo y no debería estar izada en los campos del Capitolio de Columbia. 
 
En una protesta reciente, un manifestante en Charleston dibujó la bandera confederada en una cartelera y debajo escribió: “Esta no es mi bandera”. Las recientes protestas hablan de un rechazo de los asesinatos y de la segregación; sin embargo, los estados del sur de Estados Unidos han sido reconocidos —por ciertos hechos— como enemigos de la población afro. El primer baño de sangre durante la Guerra Civil sucedió en Baltimore, en donde hace unos meses fue asesinado un joven negro —seis policías están siendo juzgados—. En Memphis, Tennessee —el último estado en declararse confederado—, fue asesinado Martin Luther King Jr. “La bandera fue creada por un ejército criado para matar en defensa de la esclavitud —escribe Yoni Applebaum en la revista The Atlantic—, revivida por un movimiento que mataba en defensa de la segregación y ahora enarbolada por un hombre que mató a nueve inocentes en defensa de la supremacía blanca”. 
 

Por Juan David Torres Duarte

 

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