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En el último año se ha hablado de Europa como destino esencial para quienes huye de la guerra en Siria. Más de 2 millones de sirios han huido de sus tierras a causa del conflicto que enfrenta al gobierno de Bashar Al Asad, el Estado Islámico, las fuerzas rebeldes y la peshmerga kurda. Sin embargo, Europa ha cerrado sus puertas hasta el punto de crear vallados en las fronteras y crear un acuerdo con Turquía para que los migrantes no sigan su camino por el Mediterráneo y se refugien allí, bajo el gobierno de Erdogan.
Por eso las cifras que entregó Acnur a finales de abril, dedicadas a registrar dónde se asientan los migrantes sirios, resultan sorprendentes: Europa es el lugar que menos les da la bienvenida y Canadá se ha convertido en el hogar de recibo. Más de 48.000 sirios han sido reubicados en ese país con el patrocinio del Gobierno —liderado por Justin Trudeau—, Acnur y entidades privadas. Una de las promesas de campaña de Trudeau fue acoger a 25.000 refugiados y sobrepasó la meta. Después de Canadá, siguen Alemania con más de 42.000 y EE.UU. con 38.000. El resto de países europeos tiene cifras menores en comparación con la medida de la tragedia migrante: Luxemburgo reubicó en sus tierras a 60, Portugal a 48, Rumania a 20 y Hungría a 30. 9.000 más encontraron refugio en Noruega.
Sin embargo, el hecho de que Canadá sea el hogar de refugio de miles de migrantes sirios no resulta sorpresivo si se mira el registro de migración que ocurrió a ese país en el siglo pasado. Desde finales del siglo XVIII, Canadá se ha convertido en el hogar de aquellos que huyen por el conflicto o la amenaza política. A finales del XIX, comenzó una ola intensa de migrantes ucranianos que sólo se detuvo hasta comienzos de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, cuando muchos huían del comunismo, el gulag y la represión soviética.
Víctimas del nazismo y del comunismo llegaron a Canadá entre 1947 y 1952 en busca de refugio. En los años 50, el gobierno admitió la entrada de árabes palestinos amenazados por la guerra árabe-israelí de 1948. Judíos de Oriente Medio y el norte de África arribaron a Canadá en la década siguiente. Más de 37.000 húngaros se desplazaron hacia allí en los años cincuenta y 11.000 checos huyeron hacia su territorio tras la invasión de la Rusia comunista en la entonces Checoslovaquia. El inventario continúa: 7.000 chilenos que huían de la represión de Pinochet, 228 tibetanos que temían la ocupación china, 20.000 judíos soviéticos que se veían amenazados en los últimos años de la Cortina de Hierro, cientos de musulmanes bengalíes que huían de la Guerra de Liberación en Bangladesh, camboyanos temerosos del régimen soviético en sus tierras, 5.000 musulmanes bosnios víctimas de las represiones de la guerra yugoslava, todos buscaron refugio en Canadá.
Los sirios que han llegado a Canadá han tenido la suerte que les fue esquiva a quienes, por razones de dinero o a causa del trato entre la Unión Europea y Turquía, no lograron sobrepasar los límites de su región. De acuerdo con Acnur, más de 4 millones de sirios están en países como Líbano, Egipto, Libia, Turquía, Irak y Jordania, donde esperan pasar hacia Europa o encontrar alguna opción para llegar a Estados Unidos o Canadá. A través de su programa, Acnur clasifica a los inmigrantes según su situación para determinar si son elegibles o no para refugiarse en Canadá. Según el gobierno canadiense, se tiene en cuenta si son familias completas, mujeres con niños o miembros de la comunidad LGBTI. En resumen, personas con alto riesgo de ser atacadas en sus países de origen y con una mayor vulnerabilidad. Cerca de 500 personas, de acuerdo con el blog Verne de El País de España, trabajan en las solicitudes que llegan al gobierno canadiense.
Según un artículo de Nicholas Keung, publicado en el diario The Star, una de las enseñanzas del programa canadiense de asentamiento es, justamente, la organización con que ha desarrollado la reubicación de miles de sirios. Europa se contrajo tan pronto vio que la ola creció de la manera en que creció (más de un millón de personas en busca de refugio en 2015 y más de 180.000 en lo que va de 2016), mientras que Canadá tiene un programa preparado y numerosas oenegés e instituciones privadas que suelen aportar esfuerzos para una migración de esa medida. El proceso es menos burocrático (algunos solicitudes de asilo en Europa pueden demorar hasta cinco años) y el Gobierno busca atajar eventuales sorpresas. La iniciativa privada ha sido esencial: más de 9.000 han pisado suelo canadiense con aportes privados.