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Desde 2012, Alepo es epicentro del conflicto en ese país, que involucra no sólo al Gobierno y a los rebeldes sirios sino también al Estado Islámico y el Frente Al Nusra, otra organización yihadista que, en su momento, estuvo vinculada a Al Qaeda.
Las tropas sirias ya han recuperado algunos barrios del norte de la ciudad y lugares claves, como el antiguo hospital Kindi; en el centro, rebeldes y gobiernos se disputan Suleiman al Halabi. Mientras tanto, las bombas, literalmente, llueven sobre Alepo.
“Las bombas están lloviendo desde aviones de la coalición liderada por las fuerzas sirias. Todo el este de Alepo se ha convertido en una enorme trampa mortal. El gobierno sirio debe detener los bombardeos indiscriminados, y Rusia, como su aliado político y militar indispensable, tiene la responsabilidad de ejercer presión para pararlos”, dijo al respecto Xisco Villalonga, director de operaciones de Médicos Sin Fronteras (MSF).
De acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, desde el 22 de septiembre han muerto por lo menos 216 personas por cuenta de los bombardeos en esta ciudad. Por lo menos 40 de ellas eran niños. Entre el 21 y el 26 de septiembre, los hospitales que permanecen activos “recibieron más de 800 heridos, incluyendo al menos 221 niños, y 278 fallecidos, entre los cuales al menos 96 eran niños”, de acuerdo con MSF.
Según Abu Waseem, gerente de un hospital que cuenta con el apoyo de MSF, todas las unidades de cuidados intensivos están llenas. “Los pacientes tienen que esperar a que otros mueran para poder ser trasladados a una cama disponible. Únicamente tenemos tres quirófanos y (el 29 de septiembre) tuvimos que realizar más de una veintena de cirugías abdominales graves”. Varios presidentes del mundo han rechazado este baño de sangre, pero la violencia sigue.