El fútbol como arma política de los papas

Que Francisco sea hincha furibundo de San Lorenzo no es ninguna novedad en el trono católico. Desde mediados del siglo pasado, el Vaticano sabe de la importancia global del mayo deporte de masas.

Nelson Fredy Padilla / editor dominical de El Espectador
27 de marzo de 2013 - 07:27 p. m.
El papa Francisco es desde 2008 el socio número 88235N-0 de San Lorenzo. / Agencia
El papa Francisco es desde 2008 el socio número 88235N-0 de San Lorenzo. / Agencia
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Como ya se sabe, el nuevo papa es seguidor de San Lorenzo de Almagro y los de la camiseta rojiazul empezaron a lucir el escudo de Francisco, en homenaje al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, ahora su hincha más famoso y el que más dividendos les está reportando porque la venta de camisetas se quintuplicó y sigue en franco ascenso desde que fue elegido el primer sumo pontífice latinoamericano. Ya ganaron el primer partido con esa camiseta 1 a 0 a Colón de Santa Fe. (Vea el especial sobre la visita del papa Francisco a Colombia) 

Lo que no se sabe es que el fútbol ahora más que nunca será un arma estratégica del Vaticano, teniendo en cuenta cómo ha sido usada por anteriores papas. El primer crédito se le atribuye en Roma a Pío XII, con cuyo nombre fue bautizado el estadio de fútbol de la Santa Sede. Según el escritor Fernando Vallejo, crítico de la curia romana (léase ‘La puta de Babilonia’) y del fútbol como espectáculo, ese “criminal” Papa “vio el potencial del deporte para llegar a las masas y en eso coincidía con Hitler, su amigo y a quien ayudó a callar el Holocausto judío”.

Juan XXIII, llamado “el Papa bueno” (¡!), ratificó la visión de Pio XII e incluyó al deporte en su agenda dentro de la política de apertura generada con motivo del Concilio Vaticano II. Desde entonces se volvió común ver a los Papas recorriendo el mundo y llenando estadios, como las estrellas de la canción. En esta categoría el campeón es Juan Pablo II que en sus 104 viajes apostólicos, durante 26 años, reunió en canchas de fútbol tantos millones de seguidores como pueden tener el Manchester United, el Real Madrid o el Barcelona.

Así como el papa Francisco es desde 2008 el socio número 88235N-0 de San Lorenzo, el 7 de noviembre de 1982 Juan Pablo II recibió el carnet de socio del FC Barcelona, durante una visita a la capital de Cataluña, donde celebró misa ante un repleto Camp Nou. Josep Lluis Núñez, entonces presidente culé, le entregó el carnet número 108.000. “Gracias... Os animo a seguir dignificando el mundo del deporte”, dijo el Papa, que ya en 1999 había exaltado al Barca con motivo de su centenario de fundación.

‘Lolek’ e Higuita se conocen

Karol Wojtyla fue un apasionado del fútbol, jugaba de guardameta en el Wadowice y es el aficionado más famoso del equipo MKS Cracovia, en Polonia. En una de sus biografías se lee que organizaba partidos entre judíos y cristianos y reforzaba al equipo hebreo cuando le faltaban jugadores. El médico Jerzy Kluger, amigo de juventud del hoy beato, define su capacidad futbolística con la palabra “coraje”. “Era un excelente portero, podía salir a los pies de los contrarios sin importar cuán fuerte fuera el ataque”. Lo apodaban ‘Lolek’.

La agenda de Juan Pablo II revela otras de sus jugadas: en diciembre de 1986 recibió a técnicos, jugadores y familiares del Milan. Les pidió “dar ejemplo de las virtudes y valores del fútbol”. Rechazaba la violencia en el fútbol y citaba el libro de su compatriota Ryszard Kapuscinski, La guerra del fútbol, basado en el conflicto entre El Salvador y Honduras de 1969 a causa de tres partidos entre las selecciones de ambos países en las eliminatorias previas al Mundial de México-70.
En enero de 1987 recibió a los de Lazio y, en una intervención en la que se basa esa ultraconservadora hinchada para decir que tendrán al primer hincha convertido en santo, les recordó que pertenecen a la diócesis del Obispo de Roma. Los llamó “amadísimos atletas” y les advirtió: “el fútbol en particular, se convierte en una palestra de adiestramiento de la voluntad, una escuela de promoción humana y espiritual que la Iglesia no cesa de reafirmar en sus enseñanzas”. Para zanjar la controversia entre los fanáticos de la capital italiana, en marzo de ese año atendió al club Roma.

Luego globalizó estratégicamente sus bendiciones futbolísticas. En el Año del Jubileo (2000) organizó en el estadio Olímpico de Roma un partido amistoso entre la selección italiana y el resto del mundo, incluidas figuras como Shevchenko, Cafú y Nedvev. Uno de los testigos de esa jornada fue el entonces embajador de Colombia ante la Santa Sede, Guillermo León Escobar. “Fue un partido sin goles, un ballet de entrenamiento; se hacían pases para perder la pelota, los arqueros recibían el balón de una manera dulcísima; fue un encuentro arreglado para que todo resultara correcto, no hubo leña, se hubiera podido jugar sin árbitros; el Papa estaba en las graderías y se fue quedando dormido. Al final, cuando despertó, comentó con ironía, pues esperaba un partido intenso como le gustaban, ‘esto resultó un baile no un juego’”.

Ese mismo año reunió a las grandes figuras del deporte mundial en la sala Pablo VI del Vaticano. El día anterior apareció en la embajada de Colombia el arquero René Higuita. “Me regaló una camiseta suya y me rogó que le consiguiera una boleta para el evento”. El embajador Escobar fue a la Casa Pontificia y uno de los religiosos organizadores le dijo que no había ninguna posibilidad de conseguir la entrada. Pero cuando le explicó que el personaje era Higuita, se emocionó y lo puso en primera fila. Al día siguiente la estrella del evento fue el arquero colombiano, que por fin conoció al arquero que llegó a ser Papa. ‘Lolek’ por fin conoció al colega del que se hizo seguidor en el Mundial de Italia 90 y por el escorpión en Wembley en 1995. Nadie recordó su amistad con Pablo Escobar ni su lío judicial. “Higuita impactó tanto aquel día –recuerda el ahora consultor pontificio- que terminada la audiencia lo pusieron a hacer la famosa jugada en un prado, hasta ese momento intocable, frente al Castillo de San Ángelo”.

El caso Maradona

Pensando en el mundo católico latinoamericano, donde está la mayor hinchada católica del mundo, Juan Pablo II le concedió audiencia a la selección de Argentina el 22 de marzo de 1987 para exaltarla por haber obtenido el título mundial en México de la mano de Diego Maradona. Y más tarde, por segunda vez, lo exaltó cuando llevó al Nápoles a convertirse en el mejor de Europa.

Muy católico, el ídolo recibió la bendición del exarquero ‘Lolek’, pero más tarde se arrepintió. “Entré al Vaticano y vi el techo de oro. Y me dije cómo puede ser tan hijo de puta de vivir con un techo de oro y después ir a los países pobres y besar a los chicos con la panza así. Dejé de creer, porque lo estaba viendo yo”, confesó en el 2000 desde La Habana, ya como amigo de la comunista revolución cubana. Fue al programa argentino “Punto Doc/2”, de Azul Televisión. No le respondió Juan Pablo II sino el arzobispado de Buenos Aires: “sus palabras evidencian los efectos terribles que la droga tiene sobre una persona que fue creyente”.

La opinión de Wojtyla sobre Maradona quedó en evidencia durante una cena vaticana con un presidente suramericano, según la memoria de Escobar. El Jefe de Estado le preguntó por el argentino. Hubo un momento de silencio hasta que el Pontífice lo miró y le respondió con firmeza: “¿Me preguntaba usted por Pelé?”.

El analista Ratzinger

El hoy papa emérito Benedicto XVI no se quedó atrás en su valoración del fútbol. En dos de sus libros mostró perfil de técnico. En ‘Mitarbeiter der Warheit’, escrito cuando era cardenal, opinó: “este deporte se ha convertido en un acontecimiento universal que une a los hombres de todo el mundo por encima de las fronteras nacionales, con un mismo sentir, con idénticas ilusiones, temores, pasiones y alegrías. Todo esto nos revela que nos encontramos frente a un fenómeno genuinamente humano”. Para él “el juego podría mostrarnos una nueva forma de entender la vida”.

Concluyó: “a mi juicio, la fascinación por el fútbol consiste, esencialmente, en que sabe unir de forma convincente estos dos sentidos: ayuda al hombre a autodisciplinarse y le enseña a colaborar con los demás dentro de un equipo, mostrándole como puede enfrentarse con los otros de una forma noble”. Fue capaz de reconocer que “la amenaza sombría del dinero, unida a los intereses mercantiles, pueden echar todo esto a perder”.

En ‘Suchen, was droben ist’ (Buscar lo de arriba) analizó el impacto global: “Con su periodicidad de cuatro años, el Campeonato Mundial de Fútbol demuestra ser un acontecimiento que cautiva a cientos de millones de personas. No hay casi ningún otro acontecimiento en la tierra que alcance una repercusión de vastedad semejante”.

A Benedicto XVI y al actual secretario de Estado vaticano, el controvertido cardenal y exarquero hincha de Juventus, Tarcisio Bertone, se atribuye la creación desde 2007 de la Copa Clerical, el primer campeonato interno disputado entre equipo de obispos, sacerdotes, seminaristas y empleados de la Santa Sede y de Roma. En 2005 Bertone promocionó así la llegada de Ratziger al trono papal: “¡La Iglesia ha encontrado a su Beckenbauer! Benedicto XVI es como un director retirado, pero puede dar aún pases largos”. Y lo demostró al estar al tanto del reglamento y del régimen de entrenamientos de sus jugadores. Los secundan en el tema el cardenal portugués Josè Saraiva Martins, que llegó a jugar con Garrincha, y el cardenal Fiorenzo Angelini, seguidor de la Roma y comentarista de fútbol con autorización pontificia en la televisión de la Conferencia Episcopal italiana.

Además, el Vaticano tiene selección y, aunque no ha pedido reconocimiento de la FIFA, participa en partidos amistosos internacionales contra selecciones vecinas como San Marino y Mónaco. Otro recordado fue contra ex profesionales italianos donde el Vaticano ganó 4-1, generando el interés de los medios de comunicación. El equipo luce los colores blanco y amarillo de la bandera y está compuesto en su mayoría por voluntarios de la Guardia Suiza, miembros del Consejo Papal y guardias de los museos, quienes resultaron mejores jugadores que los religiosos.

El 23 de octubre de 2010 el Papa autorizó que su selección se enfrentara a la de la Policía Financiera italiana. Ese día la dirigió Giovanni Trappatoni, el mismo técnico de la selección de Italia que en el Mundial de Japón-Corea, esparció agua bendita en el banco de suplentes. Los oponentes estaban bajo el mando de otro ex técnico de la “azzurra”. Ganaron los policías 1 a 0.

Los periodistas italianos lo llaman el “equipo de Dios” y llegaron a especular que Ratzinger y Bertone iban a convertirlo en el primer equipo profesional sostenido por feligreses. Bertone lo negó e incluso hace dos años, a través del presidente de la Fundación Juan Pablo II para el deporte, Edio Costantini, el Vaticano pidió suspender la liga italiana por los escándalos de apuestas y partidos arreglados. Pero el cardenal portugués que jugó con Garrincha confesó emocionado: “es bella y fascinante la idea de un gran equipo del Vaticano”. Tenía razón el mexicano Juan Villoro cuando escribió su libro sobre el mundo del fútbol ‘Dios es redondo’.

 

Por Nelson Fredy Padilla / editor dominical de El Espectador

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