Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La primera vez que Estanislao Beltrán contestó el teléfono, estaba muy ocupado para hablar: él y algunos de sus hombres estaban restituyendo 32 propiedades a igual número de familias en el municipio de Tancítaro, en el estado de Michoacán. Después, cuando tuvo el tiempo suficiente para conceder una entrevista a este diario, explicaría la razón: “Lo que hacen los Caballeros Templarios cuando les gusta una tierra, una parcela o una huerta, es que te la quitan y te la despojan. Llegan pidiendo que la vendas y si no la vendes, te dicen que se la van a comprar a tu viuda”. Beltrán explicaría enseguida que una vez las autodefensas recuperaron el control de Tancítaro, estaban invitando a todos los ‘despojados’ corridos por el crimen organizado a regresar para retomar sus propiedades. Cuestión de justicia, dice él.
Con su nutrida barba y su marcado acento ranchero, este ingeniero agrónomo y un tradicional productor de limón del valle de Tierra Caliente no tiene reparos para decir que odia a los Caballeros Templarios y a cualquier cartel (él, como casi todos los mexicanos les dicen cárteles) que tenga intenciones de importunar a los michoacanos. A juicio de sus compañeros —como llama a sus colegas que integran las autodefensas—, tiene las ideas claras y las palabras justas. Por eso fue elegido para ser el vocero de estos grupos en las charlas sostenidas con el gobierno estatal y federal esta semana, cuando Michoacán dejó de ser un estado más del sureste de México y se convirtió en el bastión de los que, hastiados del orden normal, decidieron impartir justicia por mano propia. Acordaron dejar las armas guardadas mientras las fuerzas estatales actúan, pero no van a entregarlas, ni a dejar de hacer guardia, ni a retirarse de los territorios que ahora controlan.
¿Cuándo se dieron cuenta de que necesitaban armarse?
Cuando el pueblo ya no aguantó la situación, cuando ya no resistió más. Cuando el pueblo se cansó de que los Caballeros Templarios lo masacraran, de que le quitaran el patrimonio de su familia, de que le arrebataran las hijas a nuestras familias y se llevaran las esposas de algunos compañeros. Tenemos 12 años soportando el crimen organizado. Nosotros comenzamos el 24 de febrero de 2013, vamos a cumplir un año. Cansados de la situación que estábamos viviendo se decidió, a través de un club de caza que existía en Michoacán que se dedicaba a cazar venados, organizar un grupo junto con la Asociación Ganadera de Tepalcatepec, y después vino el grupo La Ruana, otro municipio y así nos fuimos organizando. Al inicio pensábamos que nos iban a acabar, porque el ‘narco’ es un monstruo artillado, no crea que se andan con cuentos. Tienen bastones chinos (lanzagranadas RPG-7), bazucas e infinidad de armas. Nosotros nos defendíamos con escopetas y era una tristeza, teníamos una fuerza incompetente.
Así comenzaron, pero hoy tienen muchas más armas, ¿cómo las obtuvieron?
En un inicio sacábamos escopetas. No te voy a decir que había por ahí alguno que tenía alguna arma más fuerte. Pero la mayoría de nuestras armas las hemos obtenido del crimen organizado. En realidad hemos adelantado una lucha en la que no hemos perdido casi hombres. Cuando hay enfrentamientos y los sacamos, corren y dejan allí sus camionetas y de allí sacamos las armas. O llegamos a un cuartel de ellos cuando menos se lo esperan y encontramos arsenales. Hemos llegado a encontrar hasta 50 cuernos de chivo (AK-47) en un solo lugar.
¿Y cómo se financian?
Nosotros, en el caso de Tancítaro, somos productores de aguacate. Los productores de las huertas que se recuperaron están aportando. Ellos determinaron apoyarnos con cierto porcentaje de lo que producen, para financiar la comida, gasolina y todo lo que se necesita.
¿Sólo aguacate?
Claro, las huertas de limón. El estado de Michoacán es uno de los más productivos del país. El municipio de Buenavista, por ejemplo, es la capital mundial del limón mexicano. Mire no más para que sepa: el aguacate ahorita anda a $25. Nosotros como campesinos aportamos de lo que estamos sacando de la producción agrícola. El mismo pueblo nos apoya llevando comidas a las barricadas. Yo declaro: no está detrás de nosotros ningún cartel. Odiamos los carteles y nos han dicho que detrás de nosotros está el cartel del Milenio o el cartel de la Nueva Generación… ¡jamás! Nosotros no contamos ni queremos pertenecer a ninguno ni que en el estado exista otro.
Usted dice que casi no tienen bajas, pero ¿saben cuántas bajas les han ocasionado a los Caballeros Templarios?
No conozco. Por lo general ellos se llevan su gente después de los enfrentamientos, se van recogiendo. Por ejemplo, en un combate en Tancítaro, ahí quedaron ocho tirados; en un enfrentamiento que tuvimos en La Ruana, quedaron 130 tirados. En El Naranjo de Achila quedaron 30. En diferentes enfrentamientos los hemos superado. Ellos pelean en pura emboscada y siempre, aunque nos embosquen, Dios anda con nosotros.
¿Con cuántos hombres cuentan ustedes?
Ahora yo hago una aproximación de tres millones de civiles. Gente armada, unos 20.000. La gente está pidiendo ayuda. Toda la gente, los taxistas de los municipios donde no tenemos presencia vienen y nos piden asistencia. Nosotros no tenemos ningún objetivo de nada. Al terminar con los Caballeros Templarios nos vamos a ir a trabajar, tenemos trabajo que hacer.
¿Las autodefensas tienen alguna orientación política? ¿Apoyan a algún partido?
No. Es solamente el pueblo. Aquí no hay partidos políticos, es muy independiente. El objetivo es nada más limpiar Michoacán del crimen organizado. Aquí entran de todos los colores y sabores. En los municipios en los que tenemos presencia, los presidentes municipales son los que encabezan los actos. Ahora me encuentro en un municipio que se llama Parácuaro, de donde es originario Juan Gabriel, el gran compositor mexicano. Es una presidenta municipal que nos dice que no quisiera que nos fuéramos y la dejáramos sola. Toda la gente está tranquila cuando estamos, porque se siente segura, porque nosotros los vamos a vigilar 24 horas.
¿Cómo es la relación con la comunidad en los lugares en los que patrullan?
Es una relación de cordialidad, de amabilidad. La gente nos ofrece comida, todo lo que tiene a la mano. Nos aplaude, nos abraza, le da alegría vernos. Hay una hermandad hermosa. El primer día es difícil, porque ven que somos gente armada, pero al tercer día la gente ya está tranquila.
Cuando logran el control de una comunidad, ¿cómo identifican a los Caballeros Templarios y como proceden?
Cuando llegamos a un municipio es porque ya la gente lo solicitó. Hay ciertos grupos de personas con los que ya tuvimos pláticas y estamos coordinados. En esa etapa actuamos lo más discretamente. Al entrar, ya tenemos identificados los lugares y las casas en las que pueden estar. No somos asesinos, disparamos contra quien nos dispara y si no nos disparan, no disparamos.
¿Es la comunidad la que les indica dónde están los objetivos?
Así es, claro. Luego vamos a buscarlos. No los asesinamos. Los invitamos a que se unan a su pueblo y les prometemos que olvidamos su trabajo anterior. El pueblo se va a encargar de decidir, en una asamblea general, si les dan la oportunidad de quedarse o les dicen “vete de aquí”. Tenemos Templarios que se nos unieron después de reconocer que estaban equivocados.
¿Cuáles son sus condiciones para dejar las armas?
El gobernador nos dijo que era una decisión desarmarnos. Nosotros tuvimos una reunión con los coordinadores de las autodefensas donde analizamos y manifestamos que estamos de acuerdo con que el gobierno actúe, pero debe mostrar resultados. No hay ningún problema, nosotros no vamos a interferir en su trabajo. En cuanto limpien el estado de Michoacán del crimen organizado, nosotros entregamos las armas. El pueblo no va a permitir que nos las quiten. Nosotros tenemos el control, no porque seamos asesinos o porque queramos andar armados, nuestro único objetivo es que acaben con los Caballeros Templarios, que acaben con el crimen organizado.
Si se desarman, ¿no tienen miedo a que sus enemigos quieran venganza?
Por el momento no pensamos en eso. Pero nosotros vamos a determinar en un momento dado si dejamos las armas. No nos va a poder desarmar el Ejército, porque tenemos una estructura especial. Si se adelanta una acción contra nosotros, se tapa toda la región en la que estamos presentes: no sale ni entra nadie, así de fácil. Se cierra todo. Son 3’000.000 de gentes, unas 400 comunidades de las que no entraría ni saldría nadie. Tendrían que matarnos a unos 3.000, 5.000 o 10.000 gentes, porque cerraríamos el paso al convoy y no podrá salir. Es la gente la que defiende a las autodefensas. No queremos enfrentarnos con el gobierno, pero los civiles nos piden que no dejemos las armas.
¿Han tomado represalias contra miembros de la fuerza pública que aparentemente son aliados de los Templarios?
No, nunca, aun sabiendo. Nosotros respetamos las instituciones.
En Colombia, el fenómeno de las autodefensas, aunque con otro enfoque político y económico, se salió de control. ¿Conoce algo del caso?
No, yo en lo particular conozco poco. Sí me gustaría saber más, conocer Colombia y su historia. Sin embargo, puedo decir que en el momento en el que Michoacán quede limpio, nosotros regresamos a nuestro trabajo. Pero fíjese bien: en el momento en el que surja un grupo armado, se convertirá en nuestro objetivo. Por eso vamos a quedar organizados. Porque puede suceder que entre nosotros comiencen a surgir grupos, aunque eso está estrictamente prohibido. En el momento en que lo hagan, les vamos a echar montón, los vamos a aprehender y los vamos a entregar a la justicia para que sean juzgados.
dalarcon@elespectador.com
@Motamotta