Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La tensión entre chiíes y suníes hace parte de la larga historia del Islam, pero solo en décadas recientes adquiere tintes de guerra intra-religiosa de la magnitud que observamos (con excepción de los tiempos del imperio Safavida). Hay muchos países donde conviven estas dos comunidades sin que su relación este mediada por la violencia, lo que refuerza la idea de que más que un asunto religioso estamos ante agendas políticas.
Irak es un país de mayoría musulmana y, dentro de ésta, la mayoría es chií. Sin embargo, durante muchos años, el poder estuvo concentrado en manos suníes, como fue el caso del caso de Sadam Hussein. Durante su gobierno, los chiíes fueron vistos como enemigos e, incluso, sus celebraciones religiosas estuvieron muy limitadas.
Con la ocupación de Estados Unidos y sus aliados en 2003, la comunidad chií adquiere un nuevo protagonismo político que Estados Unidos intenta cooptar, sin lograrlo. Luego del año, 2007 los actos violentos en Irak se desarrollan, fundamentalmente, en su capital, producto de choques entre milicias suníes y chiíes, debido a los errores políticos en la distribución del poder.
Detrás de esta confrontación esta lo que se conoce como la Guerra Fría de Oriente Medio. Es decir, el choque entre Irán y Arabia Saudita, esta vez en territorio iraquí. Enfrentamientos similares, aunque con otros matices y dimensiones, se han visto en Bahréin, Yemen y Siria.
Las tensiones entre Irak e Irán no son nuevas: con el triunfo de la revolución iraní, de 1979, se dispararon los conflictos entre suníes y chiíes, estando en el poder en Irak un suní. A esto se suman viejas desconfianzas entre árabes y persas, y reclamos fronterizos por parte de Irak a Irán.
En 1980, Irak inicia una guerra contra Irán con el apoyo de buena parte del mundo árabe, de Estados Unidos y de la Unión Soviética. Uno de los pocos aliados que tiene Irán es Siria, apoyo que explica, parcialmente, la actual postura iraní de apoyar el gobierno sirio de Bashar Al-Asad, a lo que se suma el eje anti-israelí Irán-Siria-Hizbollah. En esa guerra Sadam enviaba a los chiíes iraquíes a la primera línea de fuego.
Después de la guerra, la comunidad chií iraquí se enfrenta a su debilitado gobierno confiando en su caída pero Hussein logra mantenerse. La represión desatada por Sadam Hussein se dirigió, principalmente, contra comunidades de chiíes y de kurdos; en el caso de estos últimos la violencia oficial llegó a prácticas genocidas como fue el caso de uso de armas químicas (donadas por Estados Unidos) contra pueblos kurdos en el norte del país.
Por eso, no es de extrañar que el gobierno de coalición chií-kurdo, establecido desde 2004, tenga tintes revanchistas contra los suníes. Y tampoco es de extrañar que las milicias del partido de Sadam Hussein, Baaz (que sin ser confesional sí era de credo suní), sea hoy cercano y/o funcional al Estado Islámico.
Otro elemento importante en la religión musulmana y, específicamente, en la tensión entre suníes y chiíes, es el acceso a los sitios sagrados. Meca y Medina esta hoy bajo control de Arabia Saudita y durante algunos años estuvieron restringidas para los chiíes, afectando así uno de los pilares del Islam: la peregrinación a la Meca.
Existen además otros sitios que son sagrados para los chiíes como la ciudad de Karbala donde fue asesinado el Imam Hussein, nieto del profeta Mohamed; y la ciudad Najaf donde está la tumba de Ali, máximo referente del chiismo. Tanto Karbala como Najaf están hoy bajo control iraquí y son, sin duda uno de los sitios sagrados que el Estado Islámico desearía destruir. Daesh, el Estado Islámico, ha caracterizado a los chiíes como “falsos musulmanes” a los cuales hay que eliminar, como lo ha hecho indiscriminadamente.
Por eso para Irán, el Estado Islámico es una amenaza: para sus hermanos chiíes en Irak, para sus lugares sagrados y por la frontera que comparte por Irak, además, de la convicción de que detrás de Daesh actúa Arabia Saudita. Era pues esperable, que Irán actuara frente al Estado Islámico y de que lo hiciera precisamente a través de sus hermanos chiíes. Un militar iraní sostuvo que “si nos tocan, el día siguiente rezaremos en Karbala y el siguiente rezo será en Medina”.
El gran líder chií en Irak, el Ayatolá Al-Sistani, así como el líder Moqtad Al-Sadr, han llamado a la conformación de milicias chiíes para enfrentar al Estado Islámico con el apoyo de Irán, apoyo que además se justifica ante el estrepitoso fracaso del ejército iraquí. Además, vale recalcar que varias tribus suníes, desde el mismo comienzo de la ofensiva del Daesh en Anbar (diciembre de 2013), se armaron contra el Estado Islámico.
Los llamados a las armas permitieron la conformación de milicias que han garantizado hasta ahora, el avance contra el Estado Islámico en tres frentes: la defensa de Bagdad, la recuperación de la provincia de Diyala y los avances en el frente de guerra de Tikrit. Pero dichas milicias, según diferentes fuentes y organizaciones de derechos humanos, han cometido abusos contra la población civil, especialmente suní lo que paradójicamente beneficia al Estado Islámico.
En el frente sirio, Irán está presente desde 2011 en apoyo al gobierno en su lucha contra los rebeldes sirios. Allí también hace presencia Hizbollah, milicia chií libanesa financiada por Irán. De hecho, un iraní me decía recientemente que el Daesh, el Estado Islámico, ha sido apoyado por Estados Unidos y Arabia Saudita como una ‘organización espejo’ de Hizbollah, lo decía obviamente defendiendo a Hizbollah.
El frente de guerra sirio no se limita a fuerzas rebeldes y fuerzas oficiales, sino que allí se logran posicionar las milicias del Estado Islámico. Esto permite afianzar el discurso oficial sirio de que todos sus opositores son terroristas con los cuales no se debe negociar. Allí, Irán también lucha, no solo en el apoyo al régimen sirio sino también contra el Estado Islámico.
Suena extraño pero la lucha contra el Daesh depende principalmente de dos frentes: los chiíes y los kurdos, el resto de acciones son bombardeos de Occidente que han servido, al afectar civiles, para dar argumentos al Estado Islámico. Mientras las potencias discuten públicamente con Irán sobre el uso de energía nuclear, el mundo no reconoce que es precisamente Irán, hoy por hoy, la esperanza contra el Estado Islámico.