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Islam: ni terrorismo ni mujeres oprimidas

A propósito del inicio del Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes, El Espectador presenta un ‘abecé’ del islam para entender el por qué de los prejuicios que se han formado alrededor de esta religión.

Andrea Benavides Herrera
19 de junio de 2015 - 01:33 a. m.
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No todos los árabes son musulmanes y viceversa
 
Aunque parezca un poco obvia la afirmación, muchas personas tienden a pensar que estas categorías están intrínsecamente relacionadas. Sin embargo, según explica  el antropólogo Diego Castellanos, la diferencia radica en que la primera corresponde a un “grupo étnico definido lingüísticamente. Son pueblos que hablan la lengua árabe y su origen se considera que es la península arábiga”. Entre tanto, los musulmanes siguen el islam, es decir, una religión, y “en ese sentido no corresponde a un grupo étnico”.
 
Comparten creencias con cristianos y judíos
 
Cuando los musulmanes se refieren a Allah, lo único que hacen es traducir “Dios” al árabe. Lo prefieren así porque en este idioma “Dios” no tiene género (femenino/masculino) y es una palabra en singular. Además, cuando oran a Allah no lo hacen pensando que Dios es un objeto, tal como una planta, una roca o un animal, en realidad este ser es el mismo al que se dirigen los judíos y los cristianos (en este caso, Dios padre).
 
Los musulmanes, al igual que los judíos, consideran a Moisés como un profeta enviado por Dios para liberar al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto y, así como los cristianos, creen en la existencia de Jesús (aunque no como Dios o hijo de Dios). 
 
En una columna de opinión publicada en este diario, el internacionalista Víctor de Currea-Lugo anotaba que “algunos islamófobos que no han leído el Corán se sorprenden cuando uno explica que, por ejemplo, hay una sura (un capítulo) dedicado a la Virgen María” y que además “aparecen el diluvio y el paraíso”.
 
Viéndolo de esta manera, el islam no se aleja tanto de lo que ya se conoce en el cristianismo y el judaísmo.
 
El islam no fomenta el terrorismo
 
“Si realmente los musulmanes estuvieran en guerra, sería el acabose porque hay más de 1.400 millones de ellos en el mundo”, manifiesta Castellanos, quien explica que “la mayor parte de ellos tiene una vida cotidiana normal: quieren casarse, mandar a sus hijos a la universidad, ir a la mezquita y ser más devotos”. 
 
Luego de lo ocurrido con Charlie Hebdo en Francia y tras los ataques de los grupos extremistas Estado Islámico y Boko Haram, queda la sensación de que el Islam acepta la violencia; sin embargo, en reiteradas ocasiones líderes musulmanes se han pronunciado diciendo que este tipo de grupos no los representan. Asimismo, han aclarado que entender “yihad” como “guerra santa” es incorrecto, ya que esta palabra significa “esfuerzo”: esforzarse por ser mejor persona, por el bienestar de su familia, esforzarse por orar aunque se tenga pereza, etc.
 
De acuerdo con Castellanos, “hay una variante del yihad y es que la comunidad tiene derecho a ser defendida cuando es atacada, pero en la legislación islámica si un musulmán inicia una guerra, eso no es yihad”. Y agrega que “la defensa de la comunidad tiene unos límites: no se puede asesinar gente no participante en el conflicto, es decir, gente que ya se retiró, heridos, prisioneros, mujeres, niños y ancianos; y tampoco se pueden afectar sus propiedades”.
 
Conociendo la sharía
 
En varias ocasiones se escucha decir que el objetivo de algunos grupos extremistas es establecer la sharía o ley islámica, pero poco o nada se sabe de ella. Según Jamid Sánchez, líder musulmán en Bogotá, la Sharía se compone de todas las normas socioeconómicas y políticas del islam que se extraen directamente del Corán y de la sunna (dichos y forma de vida del profeta). 
 
Estas leyes “nos ordenan qué hacer y qué no en nuestras relaciones interpersonales y en todos los ámbitos de derecho, economía y política. Habla de los matrimonios, de la herencia y de los procedimientos que se deben seguir en casos de hurto y asesinatos, entre otros aspectos”, explica Sánchez, quien agrega que es “como una constitución que da las leyes puntuales”. 
 
Al igual que otra carta magna, está sujeta a la interpretación, la cual está a cargo de personas que la han estudiado y tienen la competencia para tomar decisiones. Sin embargo, existen grupos que ‘traducen’ estas normas de manera inexacta y las acomodan según su conveniencia, como es el caso de los grupos extremistas.
 
¿Qué pasa con las mujeres?
 
Las imágenes de niñas forzadas a casarse y de mujeres quemadas con ácido o apedreadas, así como la representación del hiyab (velo islámico) como un sometimiento de la mujer, son recurrentes en el mundo occidental, pero ¿todo esto hace parte del islam? Dos colombianas conversas, que viven en países árabes, cuentan sus experiencias dentro de la religión.
 
Adriana Moreno, Egipto. 
 
Hace siete años, esta mujer decidió ser musulmana. Lo que más le atrajo de la religión fue el respeto inculcado hacia la mujer, a quien consideran la base fundamental de la sociedad. Cuatro años después de su conversión viajó a Egipto para aprender árabe; allí conoció a su actual esposo, “una persona muy comprensiva y respetuosa con mis deseos, un hombre que piensa más en mí que en él y por eso siempre trata de complacerme”. 
 
Aunque para ese entonces ya usaba el hiyab, que cubre el pelo y el pecho de las mujeres, Adriana dio un paso más y comenzó a utilizar el niqab, que tan sólo deja al descubierto sus ojos. “Aquí vi a muchas chicas con esta prenda y por curiosidad empecé a usarlo y me gustó bastante: me sentía muy protegida y muy tranquila”.
 
Adriana explica que Dios ordena a las mujeres utilizar el velo no como símbolo de opresión, sino como una forma de protección a las miradas morbosas de los hombres. Esta modestia que las caracteriza también se debe a que consideran que la belleza exterior de cada mujer no debe ser revelada a cualquier persona, lo que obliga a los demás a fijarse en su intelecto y no en su físico.
 
Nadia Romero, Pakistán.
 
El hecho de nunca entender el concepto de la trinidad dentro del catolicismo y ver los atentados del 11 de septiembre de 2001 hicieron que Nadia empezara a leer sobre islam. Fue así como se acercó a esta religión, en la cual ya lleva seis años, tres de ellos viviendo en Pakistán.
 
Según cuenta, a diferencia de lo que se ve en occidente, allí “si una niña quiere usar el velo, lo usa. Si no quiere y practica su islam de otra forma, lo hace. El velo no es una imposición”. De este país, en donde hay mayoría musulmana, también es recurrente pensar que las mujeres permanecen en sus casas obligadas para cuidar de sus hogares. Nadia desmiente esta idea y dice que ellas son libres de elegir y pueden trabajar si así lo quieren.
 
Pero, de acuerdo con Nadia, no es cualquier trabajo: “es un trabajo digno. Aquí se ven mujeres en oficinas, profesionales como doctoras o profesoras, aquí no se ven mujeres trabajando en la calle, por ejemplo”.
 
Asimismo, manifiesta que “en todo lado hay amarillismo”, por eso las noticias de mujeres apedradas o quemadas con ácido son casos aislados y no son un factor común en países árabes o que esté incluido en el islam. “Yo puedo jurar por Dios que no he visto, presencialmente, a la primera mujer quemada y, en verdad, he visto miles de mujeres porque aquí hay sobrepoblación”, concluye Nadia. 
 
andi.8912@gmail.com

Por Andrea Benavides Herrera

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