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Durante los últimos tres años, Siria y luego Irak se convirtieron en escenario de una guerra sectaria regional. Por un lado, los chiíes, esto incluye al gobierno de Iraq, al de Siria (que es de la minoría alaui, una vertiente del islam chií) y a Irán, que apoya económica y militarmente al gobierno sirio y ha enviado unidades a Irak para proteger sitios sagrados del islam chií y armas para que los kurdos se protejan de las tropas yihadistas. Y por el otro lado la oposición sunní, donde se pueden agrupar las fuerzas moderadas que iniciaron la guerra contra Bashar al Assad y también las organizaciones fundamentalistas suníes, que surgieron en medio de la misma guerra y parece que la están ganando.
En 2011, dice un reporte de The Washington Institute (The Terrorist Funding Disconnect with Qatar and Kuwait), grupos fundamentalistas como Jabhat al-Nusra (filial de Al Qaeda) y el Estado Islámico de Iraq y El levante (EIIL), recibieron en varias ocasiones miles de millones de dólares por parte de ciudadanos adinerados y diferentes entidades de países del Golfo Pérsico. Las donaciones fueron claves para que el EIIL creciera en armas y combatientes, se tomara una buena parte del noreste de Siria, avanzara de ciudad en ciudad hacia Irak, y empezara a autodenominarse simplemente el Estado Islámico (EI).
Donar a la oposición sunní, para protegerla de la dura represión por parte del ejército sirio, fue bien visto por muchas organizaciones e individuos del Golfo. En Kuwait, por ejemplo, según un informe del Instituto Brookings escrito por Elizabeth Dickinson (Playing with Fire: Why Private Gulf Financing for Syria’s Extremist Rebels Risks Igniting Sectarian Conflict at Home) , muchos suníes de alto nivel y figuras de la oposición tribal han estado involucrados en la recaudación de fondos; apoyar a los muyahidines (combatientes militares que hacen la yihad) se ha convertido en un importante gesto político. También se cree que decenas a cientos de kuwaitíes han viajado a Siria para luchar junto a los rebeldes.
Joseph Trevithick, analista de defensa y seguridad de Global Security, dice que parece razonable que los mismos individuos que supuestamente financiaron a Al Qaeda financien al EI, organización constituye la continuación del proyecto de Al Qaeda y fue en su origen una de sus ramas. Los canales parecen ser a través de individuos que simpatizan con ideologías del fundamentalismo suní. “Es la misma gente que construyó las madrasas wahabbitas (universidades y centenares de escuelas coránicas) alrededor del mundo. Comparten con los grupos extremistas un punto de vista del reformismo islámico, definido por el retorno a las interpretaciones estrictamente fundamentales del Corán. Es un movimiento predominantemente suní, lo cual lo pone generalmente en desacuerdo con grupos chiíes, musulmanes seculares y no musulmanes”.
La semana pasada el exprimer ministro de Irak, Nouri al Malki, responsabilizó abiertamente a la monarquía saudi por armar a los grupos fundamentalistas que avanzan en su territorio. Habló también de una conspiración regional para apoyar a estos grupos y denunció que medios de comunicación de Qatar y Arabia Saudita hablan del EI como de revolucionarios y no como terroristas. Los gobiernos de Siria e Irán también han acusado a Arabia Saudita, Qatar y Kuwait, de impulsar la avanzada yihadista.
Arabia Saudita, Qatar y Kuwait niegan estas acusaciones. De hecho, los tres países han aprobado leyes para frenar el flujo de fondos ilícitos hacia terroristas. En marzo, Riad incluyó al EI en su lista de grupos terroristas y anunció castigos de hasta 20 años de cárcel para quienes pertenezcan, respalden y financien a estos grupos. Desde 2010, Qatar aprobó una ley que incluye la congelación de fondos que pertenecen a organizaciones consideradas terroristas por la ONU. En Kuwait, una ley de 2013 criminalizó la financiación del terrorismo, permitió la congelación de activos de terroristas y creó una Unidad de Inteligencia Financiera.
En todo caso, parece una paradoja, o acaso una muestra de la hipocresía internacional y las agendas duales en la política global, que las millonarias donaciones para los fundamentalistas islámicos provengan de países que están entre los mejores aliados de Estados Unidos en materia energética y militar. EE.UU., el mismo que bombardea al EI en Iraky podría hacerlo también en Siria. Y que apoya a los kurdos y busca proteger a los yazidíes frente a los fundamentalistas suníes.
En pronunciamientos públicos, dice el reporte de The Washington Institute, funcionarios estadounidenses suelen enfatizar su fuerte cooperación con los estados del Golfo en temas de contraterrorismo, incluyendo la lucha contra el financiamiento del terrorismo. Por ejemplo, Washington ha destacado la coordinación de Doha con el Departamento del Tesoro para aplicar sanciones al Banco Internacional Islámico de Siria en mayo de 2012. EE.UU. también ha felicitado públicamente a Kuwait por las medidas que ha adoptado en el último año para combatir el financiamiento ilícito.
Pero esto no significa que la Casa Blanca y sus socios del Golfo estén siempre en sintonía al hablar de terrorismo. El reporte de The Washington Institute dice que EE.UU. ha estado durante mucho tiempo frustrado con estos socios por no tomar medidas más enérgicas para detener el flujo de dinero a los terroristas. El informe Country Reports on Terrorism de 2013 del Departamento de Estado, se refiere a crecientes reportes de individuos basados en Kuwait que financian extremistas en Siria, y al riesgo de financiar el terrorismo que tienen organizaciones con sede en Qatar. “Este lenguaje diplomático resta importancia a la percepción común entre expertos estadounidenses de que Kuwait es ‘el epicentro de la recaudación de fondos para grupos terroristas en Siria’, y que Qatar es ‘un entorno permisivo de financiación del terrorismo’, como se expresa en un discurso de 4 de marzo de David Cohen, subsecretario del Departamento del Tesoro para el terrorismo y la inteligencia financiera”.
No son los estados de manera oficial, sino individuos y organizaciones privadas, los principales canales de financiación de los fundamentalistas suníes. La responsabilidad estatal recae en la deficiente implementación de las leyes para evitar la trasferencia de fondos. El ejemplo emblemático es Kuwait. Según el informe de Elizabeth Dickinson, los donantes de Kuwait colectan fondos de otros países del Golfo y el dinero viaja a través de Turquía y Jordania antes de llegar a Siria. En Kuwait, a las fundaciones privadas y ONG se les ha permitido más libertad para organizar y recolectar fondos que en cualquier otro país del Consejo de Cooperación del Golfo. Muchas de las organizaciones benéficas son autónomas y son reguladas con un mínimo de interferencia por parte del Ministerio de Asuntos Sociales y del Trabajo.
Algunos de estos grupos, por ejemplo, International Islamic Charity Organization, son respetados como entre los mejores de la región y están a menudo asociados con la ONU en la prestación de asistencia humanitaria. Otros están directamente vinculados a sectas u organizaciones religiosas, por ejemplo la organización Mercy International, vinculada a la Sociedad de la Reforma Social de la Hermandad Musulmana, o la Society of the Revival of Islamic Heritage, un grupo salafista. Además, mezquitas y grupos privados suelen recaudar dinero sin caer bajo el paraguas de una organización benéfica registrada.
Qatar es también un foco de la crítica, por los dineros que supuestamente llegan desde allí para el EI, pero también para la organización palestina Hamas, considerada terrorista por EE.UU. y la Unión Europea, entre otros. El líder de Hamas en el exilio, Khaled Meshaal, reside en Qatar y muchos lo juzgan por impulsar la resistencia islámica desde su estilo de vida multimillonario. Otra vez, pareciera una paradoja que esta monarquía del Golfo, que recientemente firmó un contrato para comprar US$11.000 millones en armas a EE.UU., sea a su vez el que apoya a un movimiento que es atacado por Israel con el respaldo político, económico y militar de Washington.
Las autoridades de Qatar son esencialmente una rama del movimiento político transnacional de los Hermanos Musulmanes. Y Hamas es la rama palestina de los Hermanos Musulmanes. Joseph Trevithick dice que Qatar ha sido señalado de apoyar a sus compañeros afiliados a la Hermandad donde quiera que estén. Es criticado no sólo por Israel sino por otras naciones del Consejo de Cooperación del Golfo, que generalmente se oponen a la Hermandad Musulmana en todas sus formas. Por ejemplo, Arabia Saudita lo ha señalado por su apoyo a Hamas y a la Hermandad Musulmana en Egipto (ahora también considerada terrorista bajo el gobierno militar de Abdel Fatah Al Sisi). “Periodistas de Al Jazeera han sido detenidos en Egipto y es muy probable que esto sea resultado de que las autoridades egipcias sienten que este medio es un portavoz de los Hermanos Musulmanes a través de la Península Arábiga, África del Norte y el Levante”.
En los últimos días Qatar ha incrementado sus esfuerzos para enfatizar que rechaza y no tiene nada que ver con los fundamentalistas suníes. Anunció haber obtenido la liberación el domingo de Peter Theo Curtis, rehén durante 22 meses del Frente al Nosra. El emir de Qatar, por su parte, acogió una reunión entre el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas, y Khaled Meshal, para buscar una solución a la crisis en Gaza. Además, el ministro de Exteriores catarí participó el domingo en una reunión interárabe sobre Siria en la que estuvieron sus homólogos de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, países con los que las relaciones están en su momento más bajo. La reunión concluyó con un comunicado en el cual los países coinciden en que, ante "la progresión de la ideología terrorista y extremista", es necesario luchar contra los yihadistas del EI que "amenazan" la seguridad y la estabilidad de la región y del mundo.
Pero redoblar los esfuerzos por desmarcarse del apoyo al extremismo islámico y cortar los canales de financiación del EI ya no solucionaría el problema que se ha creado en Siria e Irak. Si bien las donaciones internacionales fueron en un principio esenciales para la consolidación del EI, ahora esta organización tiene sus propias fuentes de financiamiento. El profesor Peter Newmann, del Kings College de Londres, ha estimado que antes de su expansión en Irak y la toma de Mosul, el EI poseía bienes y efectivo por US$900 millones; ahora se cree que podría tener cerca de US$2.000 millones sólo en su fondo de guerra. Eso lo convertiría en una de las organizaciones terroristas más ricas del planeta.
De hecho, como si se tratase de una multinacional, el EI publica un informe anual donde están minuciosamente registradas sus acciones bélicas. Es un documento que muestra al EI como una estructura militar bien organizada y que la consolidación de un Estado Islámico es un proyecto posible, lo cual sirve para atraer donaciones y combatientes, que se sumen a sus alrededor de 15 mil soldados.
El EI se ha tomado importante zonas agrícolas y petroleras en Siria e Irak, el segundo mayor productor de petróleo del mundo. Por ejemplo, la zona petrolífera siria de Deir Ezzor, la refinería iraquí de Baiji (la más importante de Irak) y la planta de gas de Shaar, han estado bajo su mando y el EI ha utilizado sus beneficios económicos para la construcción de un califato. En Raqqa (Siria), uno de los bastiones de los fundamentalistas suníes, los pobladores pagan impuestos, especialmente los comerciantes, para financiar la electricidad, el agua y la seguridad: US$20 mensuales es la tarifa, al menos para los negocios.
Otra fuente de financiamiento es el contrabando y la extorsión a pequeñas y grandes compañías que operan en ciudades que controla. Además, a mediados de este año en la toma de Mosul, los militantes del EI saquearon el Banco Central y se llevaron el equivalente a US$429 millones en efectivo. Esta suma les alcanzaría para pagar un ejército entero de combatientes durante un año. En la misma ciudad, por cuenta de un llamado “impuesto revolucionario”, el EI recauda mensualmente ocho millones de dólares.
dsalgar@elespectador.com
@DanielSalgar1