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“Los soldados del Gobierno confiscaron nuestras pertenencias. Tomaron nuestro ganado. Golpearon a los hombres. Y entonces nos violaron. Nos violaron en grupo. Algunas mujeres fueron violadas por ocho o diez hombres. Diecisiete mujeres fueron violadas al mismo tiempo. A todas nos violaron. Incluso a las menores las violaron”.
Esta víctima, entrevistada por Human Rights Watch, se refiere a los actos que las Fuerzas de Soporte Rápido ejecutaron en Darfur, en el occidente de Sudán, en su campaña contra los rebeldes entre 2014 y 2015. Y es ese mismo ejército el que el Gobierno emplea ahora en la rebatiña contra los rebeldes en el sur de Kordofán: fuerzas que han violado mujeres, robado las tierras más empobrecidas, atacado y asesinado a hombres indefensos y desplazado a cerca de 250.000 personas. Fuerzas efectivas.
El conflicto en el sur de Kordofán lleva cinco años, tanto como el de Siria. Ha estado silenciado porque pocos medios tienen acceso y aquellos que logran entrar, como el grupo de periodistas Nuba Reports, arriesgan su vida. En esta región se encuentran las montes Nuba, un referente nacional de belleza natural. A causa de los bombardeos oficiales y los tiros de metralla por tierra, los habitantes, gente muy pobre y con apenas recursos para fomentar sus cosechas en la época de lluvias que viene, han tenido que refugiarse en cuevas y bajo inmensas piedras entre los montes. Temen a la guerra y temen a la advertencia del ministro de Defensa, Abdelrahim Mohamed Hussein: “Vamos a limpiar el sur de Kordofan de rebeldes, y pasará antes de la temporada lluviosa. Hemos preparado las armas”.
La historia viene de esta suerte: poco antes de la independencia de Sudán del Sur, en 2011, grupos de rebeldes del Kordofán decidieron apoyar a los sureños en sus ansias de independencia. Lo hacían por coraje y también con la ilusión de ganar terreno para una posible independencia. Sin embargo, tras la independencia de Sudán del Sur nadie vino a rescatarlos, de modo que decidieron formar una suerte de guerrilla, el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán-Norte (que contiene a varias facciones).
Para combatirlos con más fiereza, y dado que las fuerzas oficiales se han reducido de 11.000 a 2.000 en esta zona, el gobierno decidió poner en terreno en las últimas semanas a las Fuerzas de Soporte Rápido. Sin embargo, todos recuerdan la mala suerte de Darfur cuando entraron esas fuerzas y tienen claro también su origen: provienen de los Janjaweed, grupos paramilitares compuestos por varias etnias que cometieron numerosos abusos en la guerra civil de Sudán desde 2003. Su trabajo, de hecho, todavía se apoya en milicias ilegales que asesinan sin discriminar.
Las Fuerzas de Soporte Rápido (fundadas en agosto de 2013), si bien son controladas por las agencias de inteligencia oficiales, no representan del todo a la presidencia de Omar al Bashid (acusado de crímenes contra la humanidad por la Corte Penal Internacional y con una orden de arresto en pie). Es un ejército más barato, mejor armado, con experiencia en terreno y que gracias a una ley de 2010 tiene inmunidad. También es útil para que el Ejecutivo no se responsabilice por sus actos.
Este ejército tiene el apoyo por aire de las Fuerzas Armadas de Sudán, ese sí el grupo de defensa oficial. Periodistas de Nuba Reports han contado varios muertos en las últimas semanas y dicen que la batalla será “sangrienta”. Un video reciente, publicado por Foreign Policy, retrata explosiones y bombardeos en los montes Nuba: hay casas quemadas (una táctica común de las fuerzas oficiales) y los terrenos de cultivo están deshechos.
Pese a que son conocidos y comprobados los actos de violencia de que se acusa a las Fuerzas de Soporte Rápido, ni las Naciones Unidas ni la Unión Africana han ejercido la presión necesaria para impedir su implementación. Más de 70.000 refugiados sudaneses se encuentran hoy en un campamento de Acnur en Yida, Sudán del Sur, y serían trasladados en junio a Ajuong Thok. Pero los refugiados, incluso en la fuga, se aterran: Ajuong Thok está a menos de 20 kilómetros del territorio dominado por las fuerzas paramilitares, que los quieren ver muertos.