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La extradición de Carlos Lehder Rivas

El miércoles 4 de febrero de 1987, en la vereda Los Toldos del municipio de Guarne (Antioquia), junto a 14 personas más fue capturado por la Policía el narcotraficante Carlos Lehder Rivas. Horas más tarde, luego de una rápida decisión del presidente Virgilio Barco, fue extraditado a Estados Unidos.

Redacción Ipad
08 de agosto de 2012 - 06:43 p. m.
El narcotraficante Carlos Lehder es interpretado por el actor Alejandro Martínez.
El narcotraficante Carlos Lehder es interpretado por el actor Alejandro Martínez.
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La justicia norteamericana le aplicó todo el rigor de la ley y hoy, 25 años después, continúa preso en una cárcel de La Florida. En su momento, su captura y extradición fue el más duro golpe del Estado a los carteles de la droga.

La historia de Carlos Lehder Rivas constituye una saga delincuencial aparte. Nacido en Armenia (Quindío) en 1949, su padre era un emigrante alemán que había llegado a Colombia desde los años 20 y se asentó en el Eje Cafetero, donde además de contraer matrimonio con una joven de la región, se hizo propietario de un acreditado restaurante. No obstante, después de la separación de sus padres, Lehder fue a parar a un internado, de donde se fugó a los 15 años y se fue a buscar fortuna a Estados Unidos.

Su nuevo destino fue la ciudad de Nueva York, donde pudo ubicarse en la comunidad latina, desempeñando diversos oficios. Sin embargo, también encajó en el mundo ilegal, al punto de que en junio de 1973 fue detenido por primera vez bajo el señalamiento de movilizarse en un carro robado. Rápidamente quedó libre, pero a los pocos meses volvió a ser detenido, esta vez por la posesión de un cargamento de marihuana. Su registro judicial refiere dos capturas más y su libertad definitiva a finales de los años 70.

Es en ese momento cuando empieza a consolidarse en el mundo del narcotráfico. Nunca quedó claro cómo logró hacerse a la propiedad, pero de la noche a la mañana se volvió el anfitrión de la isla Cayo Norman, de las islas Bahamas, no muy lejos de las costas de La Florida. En dicho lugar, viviendo a sus anchas como un potentado, Lehder Rivas se transformó en el gran socio de varios capos de la droga que utilizaban Cayo Norman para reaprovisionar sus aviones o reembarcar toneladas de droga que terminaron en EE.UU.

Su reinado de impunidad duró hasta finales de 1979 cuando la policía de las Bahamas promovió una enorme redada en Cayo Norman y arrestó a más de 30 personas. Lehder logró evadirse, pero días después una Corte del Distrito de Florida formuló cargos en su contra por posesión y distribución de cocaína. En busca de capturarlo, la DEA adelantó otro gigantesco operativo en Cayo Norman en 1980, pero en ese momento ya el habilidoso narcotraficante había decidido refugiarse en su natal Colombia.

Cuando volvió a su ciudad, pocos recordaban a su familia, pero en medio de la ostentación de su dinero empezó a llamar la atención. Su primera inversión fue la hacienda Pisamal, situada a las afueras de Armenia, donde modificó la estructura del restaurante La Posada Alemana, para convertirlo en un lujoso complejo hotelero. Como prueba de su excentricismo, frente a su propiedad hizo levantar una enorme escultura de homenaje a John Lennon. Además, consolidó la empresa ganadera Cebú Quindío.

Hasta ese momento no era más que un repatriado que acostumbraba repartir dinero a los campesinos. Sin embargo, cobró notoriedad porque decidió regalarle a la Gobernación del Quindío un moderno avión. El extraño obsequio cogió de sorpresa a la clase dirigente de su departamento y hasta Bogotá, al despacho del entonces presidente Julio César Turbay, llegó la consulta sobre qué hacer con la aeronave. Al final fue legalizada con el aval del Ministerio de Gobierno. De alguna manera, era un hombre sin líos judiciales

En 1982, mientras en Antioquia Pablo Escobar Gaviria, en contravía de sus socios y de su familia decidió incursionar en política, Carlos Lehder Rivas hizo lo propio en el Quindío. Así nació su Movimiento Latino Nacional, fortalecido con el periódico Quindío Libre que repartía gratuitamente en las principales ciudades de Colombia. En medio de los discursos tradicionales de la política, el de Lehder tuvo un énfasis específico: la lucha contra el Tratado de Extradición. En 1984, su movimiento alcanzó a obtener curules en su departamento.

Pero definitivamente, como a Escobar, fue la actividad pública la que empezó a poner en la mira de las autoridades a Carlos Lehder Rivas. Abiertamente se exhibía en las calles de Armenia, de la misma manera como pagaba páginas en los principales periódicos del país, arengando contra la extradición. Acostumbraba a citar frases de Adolfo Hitler, de quien se confesaba gran admirador, y fueron de su cosecha frases de los mafiosos, como aquella que identificó a los extraditables: “Preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en EE.UU.”.

Sin embargo, como a los demás mafiosos, el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla en abril de 1984, lo puso en la órbita de la extradición. Fue así como en mayo de ese mismo año la Corte Suprema de Justicia rindió concepto favorable para su envío a Estados Unidos, en virtud de un requerimiento de la Corte Distrital de La Florida. En otras palabras, judicialmente hablando quedó listo para que, en caso de que fuera detenido, pudiera ser extraditado a Estados Unidos para responder por narcotráfico.

La verdad es que nunca atendió mucho los requerimientos de seguridad y en tres oportunidades estuvo a punto de ser capturado. La primera vez en los Llanos del Yarí, en el Caquetá, días después del desmantelamiento del laboratorio de ‘Tranquilandia’ en 1984. Después en área rural de Puerto Gaitán (Meta), en una propiedad a orillas del río Manacacías, en 1985. Finalmente, en la finca Airapúa, también en el Meta, el mismo año. Aun así, con desafiante conducta daba entrevistas a la prensa y retaba a sus socios.

El día de su captura llevaba una semana dedicado al licor y la droga, lo que hizo posicionar inicialmente la versión de que la Policía le había llegado más por el escándalo de la fiesta en la vereda Los Toldos que por labores de inteligencia de la institución. Después se dijo que una de sus amantes lo había traicionado y luego se aceptó que había sido producto de una delación. El jefe guerrillero Jacobo Arenas, en una entrevista publicada por la revista Semana en esos días, dio con una versión más sensata:

“¿A quién se le ocurre que Lehder tenga un grupo de 14 hombres armados de metralletas y cuando la Policía lo coge preso, ninguno de sus bandidos haga un tiro? Está perfectamente claro que fue un sainete, un montaje, a Carlos Lehder lo sacaron del negocio sus propios compañeros, seguramente por loco”. Días después, el propio narcotraficante, dentro de las pocas declaraciones que se conocieron, admitió que había sido traicionado por otros mafiosos. Fue el trofeo que pudo exhibir el gobierno Barco en su lucha contra la mafia.

La prueba fue la premura con que se obró atendiendo una solicitud expresa de Estados Unidos. Sólo duró ocho horas en Colombia después de su captura. En un helicóptero de la Policía lo movieron de Guarne al aeropuerto de Ríonegro. De esta terminal aérea al aeropuerto militar de Catam, fue transportado en un Hércules de la Fuerza Aérea, y antes de caer la tarde, en un avión Turbo Commander, con previa escala en la base de Guantánamo, enviado a una base aérea en el estado de La Florida.

Si a Lehder Rivas lo tomó por sorpresa y hasta llegó a burlarse de quienes lo capturaron porque tenía plena confianza de que no sería extraditado, también a los demás mafiosos los dejó estupefactos la decisión del Gobierno. El Tratado de Extradición se había caído en la Corte Suprema de Justicia en diciembre de 1986, pero el presidente Barco tomó la decisión basado en la presunción de legalidad que le daba haber tratado de enmendar el error de la ley aprobatoria del Tratado, imponiéndole su firma. Para los mafiosos, la extradición de Lehder fue el paso previo a su terrorismo.
 

Por Redacción Ipad

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