Publicidad

30 años de impunidad en el caso de Pedro Nel Jiménez

Treinta años después, nadie sabe quién mató a Pedro Nel Jiménez, el segundo congresista de la UP en ser asesinado. Hasta hoy, quien era su compañera en el momento de su muerte se mantuvo en el anonimato por miedo. El Espectador habló con ella y con su hijo.

María Paula Rubiano
01 de septiembre de 2016 - 03:18 p. m.
Pedro Nel Jiménez Sánchez, el hijo menor del asesinado líder del UP; junto a su madre, Ofelia Sánchez. / Foto: Cristian Garavito.
Pedro Nel Jiménez Sánchez, el hijo menor del asesinado líder del UP; junto a su madre, Ofelia Sánchez. / Foto: Cristian Garavito.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

- Negra, me van a matar.

Años antes de su muerte, Pedro Nel Jiménez ya presentía lo que estaba por venir. Esa noche, varios años antes de que dos sicarios le dispararan frente al colegio de su hija el primero de septiembre de 1986, Ofelia Sánchez, su “negra”, le preguntó que quiénes. “Los militares”, dijo él sin vacilar, cuenta ella. “Cuando le pregunté que qué debíamos hacer, él me dijo que nos fuéramos para la selva. Yo acepté. Muchos militantes de la UP se fueron y se salvaron, pero él no, él decidió quedarse porque fue más poderosa su convicción de trabajar con la gente”, relata Ofelia Sánchez.

Por esos años, principios de los ochentas, Pedro Nel Jiménez era un reconocido militante de la Unión Patriótica (UP) en Villavicencio (Meta), a la que se vinculó después de haber pertenecido al Partido Comunista durante varios años. Había conocido a Ofelia Sánchez en la oficina de abogados de su padre, desde donde defendía presos políticos y apoyaba organizaciones comunitarias. “Él participaba mucho en invasiones, que si bien no eran permitidas por la ley, era la única forma de mucha gente de tener donde vivir”, relata Ofelia Sánchez.

Antes de su muerte, el panorama ya había comenzado a ponerse oscuro para los militantes de la UP, que había nacido después de que el gobierno de Belisario Betancur llegara a una serie de acuerdos de paz con las Farc en La Uribe (Meta). Las primeras víctimas de la UP fueron Faustino López y Miguel Ángel Díaz, quienes desaparecieron la tarde del cinco de septiembre de 1984 en Puerto Boyacá (Boyacá). A partir de ese momento comenzaron los crímenes contra los militantes del partido: un año después de su creación, ya eran 300 los miembros de la UP que habían sido asesinados.

No obstante, le contó Ofelia Sánchez a El Espectador, Pedro Nel Jimenez solía repetir: “si me muero, me muero comunista”. Por eso no dudó en postularse para senador en las elecciones de 1986. De acuerdo con la abogada de la Fundación Reiniciar que lleva el proceso judicial por su muerte; Meta, de donde era Jiménez, fue uno de los departamentos en los que la Unión Patriótica se constituyó como real oposición a los políticos tradicionales, lo que aumentó aún más la situación de riesgo de sus militantes. “Él era un gran orador. Al principio de la campaña nos íbamos a los municipios en camiones, pero después de varias amenazas, yo dejé de acompañarlo”, relata Ofelia Sánchez.

Las amenazas: dos panfletos advirtiéndole que estaba fichado y que sabían dónde vivía. Un mensaje de condolencias por la muerte de Pedro Nel Jimenez, que alguien deslizó debajo de la puerta del apartamento donde vivían Ofelia Sánchez y el candidato de la UP, días antes de su asesinato. Las amenazas: dice Ofelia Sánchez, una “tortura psicológica” que anunciaba la tragedia. En las elecciones de 1986, la Unión Patriótica logró elegir a 24 diputados departamentales, 275 concejales, cuatro representantes a la cámara y tres senadores, entre ellos, Pedro Nel Jiménez Obando. Pero tan solo cuarenta días después de ser elegido murió asesinado. El suyo fue el segundo magnicidio contra la Unión Patriótica.

El primero ocurrió 48 horas antes de la muerte de Pedro Nel Jiménez. El 30 de agosto de 1986, dos sicarios a bordo de una moto dispararon contra Leonardo Posada, representante a la cámara por Santander, cuando estaba entrando a su casa. Jiménez, que se conocía con Posada, decidió viajar para su funeral. El partido entero estaba conmocionado. Ofelia Sánchez, con el hijo de dos años que ambos habían tenido, lo convenció de quedarse. Sin embargo, “su muerte era un hecho antes de ocurrir”, dice.

El medio día del primero de septiembre de 1986, Pedro Nel Jiménez salió de la casa que compartía con Ofelia Sánchez para recoger en el colegio normal de Villavicencio a la hija de su primer matrimonio, Claudia Patricia. “Yo estaba haciendo tareas de la universidad cuando llegó la dueña de la casa, Marleny, y me dijo ‘Ofelia, mataron a Pedro Nel’, y yo le dije que dejara de hablar bobadas, que no me molestara, que estaba ocupada. Y seguí. Ella me repitió, “Ofelia mataron a Pedro Nel, está tirado en la avenida, vaya”. Yo salí y corría y corría, y los carros parecían que no se acababan nunca. Fueron tres cuadras, pero las sentí eternas”, relata Ofelia Sánchez.

Al llegar lo vio tendido en el suelo, con la cara pálida y la ropa empapada en sangre. Vio a un señor de cabello blanco que le prohibió pasar. El siguiente recuerdo de Ofelia Sánchez es un crucifijo meciéndose frente a su rostro, una monja preguntándole que cuál era su relación con Pedro Nel y diciéndole que estaba en el hospital. “Mi hermana me llevó a la casa y siguió el torbellino”, dice. A pesar de que llevaba conviviendo con el dirigente de la UP seis años, en el momento de su muerte Jiménez seguía legalmente casado con su anterior compañera. Por eso Ofelia Sánchez permaneció en la sombra en las exequias del militante.

Cuando todos se habían ido del cementerio, ella se quedó. A media noche la recogió una amiga. Llegó a su apartamento y sintió que se encogía sobre su cuerpo. Cuando todos los amigos de Pedro Nel Jiménez empezaron a caer abaleados, ella decidió hacerse invisible por el nombre que portaba su hijo. “Ellos tenían la teoría de que acabar con las semillitas era necesario. Por eso exterminaban familias enteras”, explica Sánchez. Solo hasta el año 2010 se contactó con la Fundación Reiniciar, que en 1997 había presentado el caso del genocidio de la UP ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh).

Allí se enteró de que el proceso por el crimen contra su pareja continuaba en indagatorias, a pesar de que en 1986 ella reconoció a un hombre –que luego se supo trabajaba con un grupo paramilitar- que había estado siguiendo a Jiménez, y que una testigo confirmó había sido quien disparó contra el dirigente. A pesar de que las investigaciones preliminares apuntaron a que los sargentos Serbio Tulio Luna y Ovidio Tabuco Betancur ejecutaron una orden que presuntamente dio el jefe de Inteligencia de la Octava Brigada, el teniente Miller Tarsicio Koy; en 1998 la Justicia Penal Militar absolvió a los tres militares.

El proceso acaba de pasar a la Unidad Nacional de Análisis y Contextos, donde, le dijo la abogada de la defensa a El Espectador, esperan que por fin avance y que logre probarse que este asesinato hizo parte de un plan presuntamente orquestado por agentes estatales y paraestatales que desde las organizaciones sociales han denominado el “Plan Baile Rojo”, a causa del cual habrían muerto entre tres mil y cinco mil militantes de la UP en los ochentas y noventas. Por su parte, Pedro Nel Jiménez y su madre, Ofelia Sánchez, esperan, por fin, resarcir la memoria de su ser querido.

Por María Paula Rubiano

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar