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Hemos intentado un acuerdo de paz con el Eln, desde el año de 1991. Lo han intentado los presidentes Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe, Santos y Duque. Si, él también lo intentó, lo dijo desde campaña y luego como presidente, desde el 7 de agosto de 2018, que se sentaría con el Eln si dejaban de secuestrar, entregaban los secuestrados y abandonaban las acciones criminales.
Hoy nuevamente el puño duro de la violencia nos golpea, todos los días nos golpea, pero desafortunadamente hay violencias que son más visibles, más mediáticas. En medio de este clima de desazón, rabias, tristeza por el atentado que el Eln perpetró contra la Escuela de Policía General Santander en Bogotá, quiero insistir, con razones y argumentos, que este conflicto armado con esta organización solo se resolverá de manera definitiva en una mesa de diálogos y negociaciones. La dura realidad nos ha demostrado que el camino de la derrota del Eln, es bastante improbable.
El presidente Duque ha dado por finalizada su “interlocución” con el Eln, eso es, lo que tenía con la delegación del Eln en La Habana. Les exigía cumplimiento de unas condiciones, ahora ha dado por terminada esa “interlocución” –de manera poco respetuosa con el derecho y la solidaridad de Cuba y Noruega- y se abre un nuevo ciclo de confrontación abierta, tema que hay que valorar, desde las realidades colombianas y la comprensión de qué tipo de conflicto es el que tenemos que superar. El presidente Duque ha cerrado la variable negociaciones y ha centrado la acción del Estado en la variable confrontación militar, como vía de solución.
Los conflictos hay que tramitarlos y resolverlos. Estamos hablando de una confrontación armada que tiene 54 años de existencia, de una organización que ha trasegado por territorios, dinámicas de sociedad, acción social y política, de una organización que tuvo vínculos muy importantes con sectores de iglesia y comunidades religiosas, que perdió cuando asesinó al Obispo de Arauca Jesús Emilio Jaramillo en 1989, recientemente beatificado por el Papa Francisco en su visita a Colombia. En fin, el Eln tiene su historia y la realidad es que se mantiene en la vida social y política de Colombia. Es una pequeña organización, pueden ser 2.000 combatientes, con apoyo de 4.000 milicianos, que siguen con una presencia importante en Arauca, Catatumbo, Chocó, Magdalena Medio, Cauca y Nariño.
El Eln, para mí, es una organización política en armas, que tiene sus ideas y sus planteamientos políticos. Es una organización que ejerce violencia de manera sistemática, que en los territorios donde hace presencia es autoritario y solidario, que tiene comunidades que lo aprecian y lo nutren y comunidades que le temen y que los odian y que afecta gravemente la infraestructura petrolera desde hace mucho tiempo. Está el dato que en 2018 atacó en 67 ocasiones esta industria y que los daños se estiman en $100.000 millones de pesos. Es una organización que sigue marcando la vida nacional.
En muchos sectores políticos, sociales, académicos e institucionales hay amplio rechazo por la acción armada, rechazo del que yo participo. Pero igualmente hay una falta de comprensión más afinada de cómo salir de esta situación. Ahora, hay que reiterar algunos mensajes: el Eln no es derrotable militarmente, no en las condiciones colombianas, donde esta guerrilla ha logrado permanecer en territorios y con vínculos con comunidades construidos desde hace décadas. Y el estado no tiene una presencia plenamente legitima en estos territorios, el abandono, la permanencia de economías ilegales, la desconfianza con el Estado, con poderes económicos nacionales e internacionales por parte de estas comunidades, con razones fundadas. O qué es el despojo y la barbarie vividas en El Catatumbo en los últimos treinta años, solo para colocar un ejemplo, allí es donde está la complejidad, de territorios y comunidades donde la constitución de 1991 no rige y el Estado democrático de derechos son tres palabras. No hay estado legítimo, ni hay democracia y los derechos están lejos, empezando por el derecho a la vida, esa es la realidad donde el Eln se mantiene como fuerza territorial.
Hay voces que consideran que el Eln es una “locura ideológica” y no les falta razón. Son el producto de una sociedad profundamente enferma, una sociedad que solo sanará con más democracia, con reconocimiento, con verdad, con justicia, reparando de manera adecuada a los ocho millones de víctimas directas. Los que dicen que el ELN es una fuerza con “locura ideológica”, tienen razón, sin duda.
Y hay quienes creen que solo son “codicia narcotraficante”. Igualmente, razón tienen. Hay codicia en las dinámicas del Eln pero, en medio de las dinámicas del narcotráfico a las cuales cada día están más ligadas, no ha perdido su vocación política. Siguen con sus ideas y sus razones de cambio, en las cuales uno puede coincidir. Esta precaria democracia hay que transformarla, pero no se va a lograr de un día para otro y mucho menos con tiros y balas, allí el Eln está profundamente equivocado.
El Eln no está maduro para las negociaciones, tiene muchas dudas de ese camino y se ve en el espejo del acuerdo con las Farc y todas las dificultades las maximiza para afirmar su desconfianza. Con el Eln estamos lejos de un acuerdo negociado. Para ello debe haber madurez por parte del Eln abandonar de manera definitiva la repudiable práctica del secuestro y aplicarse seriamente a construir un acuerdo negociado, acotado, concreto, pero no por ello poco significativo para regiones y en una perspectiva de ampliación de democracia.
Con el Eln es posible un acuerdo de paz, si hay propuestas de las elites, si hay una dinámica de participación de la sociedad y si hay compromiso del Eln. Estos tres temas son fundamentales, sin propuestas desde las elites que se puedan concertar en una dinámica de sociedad y un Eln que deje de creer en su resistencia armada y se disponga a un acuerdo de paz, no hay nada.
En el gobierno del presidente Duque, no habrá una mesa de paz, el gobierno Duque es más un gobierno de defensa del orden que de ampliación de democracia, hay que preparar una negociación viable para luego del 2022. Si el ELN quiere volver a una mesa de paz, es mejor que piense con mucho cuidado su desempeño en estos años: cada tiro y muerte lo alejará de un proceso con respaldo social y ciudadano.
*Luis Eduardo Celis es analista del conflicto armado, asesor de la Redprodepaz.