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Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario, no aceptó irse de Colombia en silencio. Con la suerte ya echada, a horas de montarse en un avión escoltado por agentes de la DEA rumbo a Estados Unidos, Don Mario escogió salir a los medios de comunicación y, en una entrevista con W Radio, tuvo su último momento de desahogo: “Los últimos días de cautiverio en esta mazmorra donde me encuentro han sido muy difíciles (…) sin agua para bañarme, sólo me sacan de la celda una hora al día”. “Tengo mucho dolor de patria”. Reiteró sus acusaciones contra personas como los hermanos Uribe Vélez o Víctor Carranza. Y una vez más expuso que, si las autodefensas se habían convertido en ese monstruo que llegaron a ser, fue porque los organismos de seguridad del Estado apoyaron su expansión.
Llegó a Estados Unidos luego de que la Corte del Distrito Este de Nueva York solicitara su extradición tres veces entre 2009 y 2013. En esta última entrevista dada en territorio nacional, Don Mario rechazó haber tenido responsabilidad en el crecimiento del Clan del Golfo, organización que se identifica a sí misma como Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), fundada por Rendón Herrera. En Estados Unidos, sin embargo, y en Colombia también, las autoridades judiciales estaban convencidas de su rol fundamental en este grupo ilegal. Analistas locales, de hecho, han señalado que el proyecto de las AGC estaba fríamente calculado, y tenía como propósito abrir una puerta para que Don Mario y sus hombres pudieran entrar a negociar con el Gobierno como lo hicieron las Farc.
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A EE.UU., que conocía a Don Mario con tres alias más (el Viejo, el Tío y la Señora), le tenía sin cuidado si las AGC se consideraban a sí mismas un proyecto político. El Departamento de Justicia lo llamó a juicio con el convencimiento de que el Clan del Golfo era un grupo narcotraficante, y en un indictment (acusación) con fecha del 12 de agosto de 2012, pidió su extradición y la de los hombres claves del Clan: su principal subalterno, Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel —quien acaba de decirle al país que esta organización suspenderá hostilidades por unos días y ha manifestado su interés de entregarse a la justicia “con dignidad”—; Roberto Vargas Gutiérrez, alias Gavilán —quien murió en enfrentamiento con la Fuerza Pública a finales de agosto pasado— y ocho hombres más.
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Según Estados Unidos, Don Mario tuvo que ver con el negocio del narcotráfico mientras hizo parte de las Auc y también tras su desmovilización, con el que hoy se conoce como el Clan del Golfo (en el momento del indictment se hablaba de los Urabeños). Según documentó la justicia de ese país, Rendón Herrera tenía a su servicio barcos en los que enviaba grandes cantidades de droga a Estados Unidos y controlaba desde La Guajira hasta el Golfo de Morrosquillo. Lo que no controlaba, lo gravaba. Con ese dinero, dicen los documentos judiciales estadounidenses, Don Mario compró armamento militar para abastecer a sus filas. Y con esas armas asesinaban, entre otros, a rivales de otras organizaciones narcotraficantes.
Con Daniel Rendón Herrera, el hombre que llegó a ser el capo más buscado del país hasta su captura en abril de 2009, no se cierra sólo un episodio de narcotráfico. También se va con él información sensible de la historia del paramilitarismo en el país, pues ha declarado en casos como Los 12 Apóstoles o contra personas como el fallecido esmeraldero Víctor Carranza. Desde los 90 estuvo a la sombra de Vicente Castaño, quien lo designó para respaldar el crecimiento paramilitar en los Llanos Orientales hacia 1996. Es decir, apenas un año antes de que la masacre de Mapiripán se ejecutara y los paramilitares de la casa Castaño, en connivencia con integrantes de la Fuerza Pública como ya ha señalado la justicia colombiana, empezaran a tomarse esa región, expulsando a la guerrilla y apropiándose de extensos cultivos de coca.
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Tanto él como su hermano, Freddy Rendón Herrera —hombre de confianza de Carlos Castaño— fueron piezas claves del cáncer paramilitar que apareció con los Castaño en el Urabá y que hizo metástasis en el resto del país. Daniel Rendón en los Llanos; su hermano, en el Urabá. Con miles de hombres bajo su mando, fueron responsables de asesinatos, masacres, desapariciones, desplazamientos forzados. Sus caminos, no obstante, resultaron distintos: Freddy Rendón Herrera entregó armas, pasó ocho años recluido, dio versiones libres y dejó la cárcel de máxima seguridad de Itagüí en 2015. Don Mario, en cambio, y Vicente Castaño, decidieron darle la espalda al proceso y huyeron. Vicente Castaño resultó muerto. Su hombre de confianza va este sábado rumbo a una cárcel en EE.UU.