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Se cumplen 11 días del secuestro del ganadero y palmicultor Eugenio Villegas, plagiado el pasado 13 de septiembre por tres hombres armados que lo detuvieron a la salida de su finca ubicada en la vereda Tutumita, en el municipio de Tamalameque (Cesar). Según indicaron los ilegales, un comandante de la guerrilla del Eln necesitaba hablar con él, razón por la cual se lo llevaron junto a los trabajadores que lo acompañaban. Cuentan estos últimos que los amarraron y los abandonaron horas después en la vereda Los Corazones, en Norte de Santander. Sin embargo, los presuntos guerrilleros continuaron su camino con el ganadero, cuyo paradero se desconoce.
En opinión de su hija, Andrea Villegas, el secuestro tiene fines extorsivos. Ella, de 25 años, escribió para El Espectador lo que ha significado para su familia la tragedia del secuestro:
“Mi papá tiene 54 años, proviene de una familia humilde, compuesta por nueve hijos de Convención, Norte de Santander. Desde muy temprano, mis abuelos les inculcaron a mi papá y a mis tíos el amor por la tierra y el trabajo. Luego de graduarse con honores de bachillerato en Ocaña vino a Bogotá a empezar sus estudios universitarios. Durante ese tiempo conoció a nuestra madre y completó sus estudios, obteniendo el título de ingeniero civil.
A pesar de ello, decidió dedicar su vida a trabajar en el campo. Gracias a esto, tanto mi madre como nosotros, sus hijos, y las personas que han tenido la oportunidad de trabajar a su lado, hemos aprendido a valorar cosas maravillosas de la vida como la naturaleza, a aceptar a las personas como iguales, a ser humildes y a ganarnos las cosas con empeño y trabajo.
No entendemos qué pudo haber motivado su plagio a manos del Eln; él es una persona muy apreciada por todos los que lo conocen y no tiene los medios económicos que algunos creen. Como siempre hemos dicho, trabaja duro para vivir justamente.
En estos días de su ausencia pensamos frecuentemente en él. En qué estará comiendo; dónde estará durmiendo; en si ha tenido la posibilidad de bañarse; si le ha tocado caminar largas jornadas; o si ha sido golpeado. Pero conocemos a mi papá y sabemos que tiene la fortaleza necesaria para soportar esta situación y salir bien librado de ella. Hasta el momento no hemos recibido noticia de sus captores.
Más allá de la impotencia que sentimos, de las ganas de buscar culpables en el Gobierno, en la misma sociedad colombiana que ha permitido que hechos como estos tengan cabida en el país, hemos permanecido unidos como familia. Esto nos ha permitido estrechar lazos con nuestros parientes y recibir el apoyo de muchas personas. Hemos podido estar tranquilos, con mucha confianza de que pronto mi papá va a regresar y de que en un tiempo hablaremos de esto como una prueba superada.
A pesar de lo sucedido, no guardamos resentimientos ni odios; más bien, encomendamos a Dios a las personas que están detrás de este acto violento para que sean perdonadas, logren ser conscientes de lo que hacen y tengan en el futuro la capacidad de tomar mejores decisiones para que hechos como estos no se repitan.
Creemos que no existe razón para privar ilegalmente de la libertad a un ser humano. El secuestro no puede ser el medio para buscar lo que alguien necesite, ya sea poder o dinero, porque atenta contra una de las bases inherentes de la condición de ser humano, que es la libertad, y adjudica un precio a la vida, que es invaluable.
Por último, queremos hacer un llamado especial al Gobierno, a todos los colombianos, para que reflexionen acerca de las políticas implementadas y si estas están teniendo el resultado esperado. Y a la comunidad del Cesar y de Norte de Santander, para que si tienen alguna información sobre el plagio de mi papá la notifiquen ante las autoridades”.