El operativo frustrado que dejó escapar a “Guacho”, jefe de disidencia de las Farc

La última operación desplegada para capturarlo prometía ser todo un éxito. Sin embargo, las cosas no salieron como se esperaba y el resultado fue el secuestro de los periodistas del diario “El Comercio” de Ecuador, quienes, al parecer, fueron asesinados.

Catalina Vargas Vergara / cvargas@elespectador.com
13 de abril de 2018 - 03:03 a. m.
El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, anoche en la rueda de prensa. / EFE
El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, anoche en la rueda de prensa. / EFE
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Desde hace meses las autoridades siguen el rastro de Wálter Patricio Arizala, alias Guacho, el hombre que tiene encendidas las alarmas de las autoridades civiles y militares de Colombia y Ecuador. Fue guerrillero de la columna móvil Daniel Aldana de las Farc, y tras la firma del Acuerdo de Paz prefirió darle la espalda que sumarse a las negociaciones. Hoy lidera las disidencias que operan en la frontera y la producción masiva de cocaína que se genera en la zona. También es señalado del secuestro de dos periodistas y un conductor del periódico El Comercio de Ecuador, quienes, tal parece, habrían sido ejecutados por sus captores.

Ese plagio fue la respuesta de Guacho a un operativo frustrado de las autoridades, del cual El Espectador conoció todos los detalles. Desde finales de 2017 se despliega toda una ofensiva binacional contra él. Para Colombia es tan importante capturarlo, que hasta pidió ayuda del FBI y la DEA. En un momento estuvieron muy cerca de dar con él: se logró insertar un dispositivo de rastreo en una de las baterías portátiles que usaba con frecuencia el guerrillero para sus teléfonos. Un viejo truco de inteligencia: así fue como dieron con el campamento del Mono Jojoy en 2010, por ejemplo. 

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Día a día, ese dispositivo mostraba la ubicación de Guacho entre las montañas de Nariño, un dato que fue transcendental para armar el operativo que, se esperaba, significaría la captura del jefe de la disidencia cuya base es el municipio de Tumaco, un territorio históricamente aprovechado para el narcotráfico y otros delitos. Policía, Ejército y varios agentes especiales del CTI tenían trazados sus pasos. Más de tres meses fueron necesarios para planear detalle a detalle su arresto y dar fin a un dolor de cabeza binacional. A mediados de marzo de este año todo estaba listo para el operativo. Las cabezas del Gobierno ya habían dado luz verde.

La Policía fue la elegida para ejecutar el plan. El cerco a Guacho ya estaba montado. Los agentes tenían rodeado al disidente. Lo único que los separaba eran varios metros de vegetación y selva espesa del suroeste colombiano, que en terreno pueden significar días. Pero un paso en falso de uno de los agentes alertó a Guacho, quien, como el viejo zorro que es, huyó de inmediato al prever el peligro con sólo dos de sus hombres de un esquema de seguridad conformado por 30 guerrilleros. Ante el temor de la captura, dejó todos sus elementos personales, incluida la batería recargable que tenía el dispositivo de rastreo.

La tensión entre los agentes fue máxima: su objetivo se había escapado. El paso siguiente era intentar ubicarlo de nuevo. Pero Guacho ya les había cogido ventaja de varios kilómetros, en una selva que él domina perfectamente luego de años de patrullar por ella con las Farc. Por la forma en que se desplazaba, los policías concluyeron que Guacho se sentía acorralado. Al mismo tiempo que se desarrollaba esta escena, el periodista Javier Ortega, el fotógrafo Paúl Rivas y el conductor Efraín Segarra, del periódico El Comercio de Quito, cruzaban un retén militar en la zona conocida como Mataje, provincia de Esmeraldas, en la frontera entre los dos países.

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El equipo iba en búsqueda de información que les permitiera hacer un reportaje sobre los últimos hechos violentos en la zona, como la muerte de tres militares en una emboscada o el carro bomba que explosionó cerca de una estación de policía y dejó a 28 personas heridas. Eran hechos que Colombia ya conocía por la guerra, pero a los que Ecuador, definitivamente, no estaba acostumbrado. Guacho, cree la Policía, vio en los periodistas el distractor perfecto para alejar de él la persecución, logrando que los reflectores de las autoridades se posaran en la región de Mataje, provincia de Esmeraldas, donde se perpetró el secuestro.

Paralelamente, el grupo de Guacho generó una segunda distracción: la voladura de dos torres de energía en la vereda La Espriella, de Tumaco, Nariño. Más de 200.000 habitantes se quedaron sin luz durante cuatro días. Con el atentado, todo el operativo para atrapar a Guacho se terminó de derrumbar, pues los hombres de la Fuerza de Tarea Hércules del Ejército se vieron obligados a acompañar a los funcionarios que trabajaban para reparar el daño de las torres y, sin quererlo, le despejaron el camino a Guacho.

Pero el disidente de las Farc no salió del radar de las autoridades. Tanto Ejército como Policía, en colaboración con las autoridades ecuatorianas, trazaron un nuevo plan para capturarlo. El último intento se hizo la semana pasada, cuando varios agentes se internaron nuevamente en la selva tumaqueña. El resultado: la captura de varios miembros de esta disidencia, entre ellos el cuñado de Guacho. Como respuesta por el duro golpe a su núcleo familiar, el guerrillero tumbó una nueva torre eléctrica ubicada en la vereda Las Marías, del mismo municipio nariñense. El nuevo atentado ocurrió el pasado jueves 5 de abril en horas de la noche.

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La única prueba de vida que se conoció de los ecuatorianos es un video publicado el pasado 3 de abril, en el que ellos confirman que se encuentran en poder de la disidencia de las Farc y advierten que su libertad depende de un intercambio por tres miembros de ese grupo detenidos en su país. El panorama, sin embargo, se tornó mucho más oscuro este jueves, cuando se supo que había fotos que confirmarían que los secuestrados fueron asesinados. El asunto adquirió tal gravedad que el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, suspendió su estadía en la Cumbre de las Américas en Lima y viajó de inmediato a Quito, donde señaló que las fotos aún no eran concluyentes. El director de Fundamedios, Cesar Ricaurte, también conoció su contenido y le dijo a este diario que por lo menos una imagen correspondía al cadáver del reportero Javier Ortega.

Por Catalina Vargas Vergara / cvargas@elespectador.com

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