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Justicia para un grande: condena contra los asesinos de Orlando Sierra

Orlando Sierra fue un gran lector, un excelente periodista y un mejor hombre. 13 años después de su asesinato, la justicia al fin emerge.

Jaime Andrés Flórez
25 de junio de 2015 - 02:17 a. m.
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“Tratar de silenciar o callar los medios de comunicación es un acto doblemente terrorista, porque es, al miedo, infundirle el silencio”, dijo Orlando Sierra, como una premonición, en la última entrevista que concedió, horas antes de ser asesinado el 30 de enero de 2002. Esa tarde, después de almorzar con su hija, cuando regresaba a las instalaciones del periódico La Patria, su tribuna, su casa, un sicario lo abordó, empujó a su hija y le disparó dos veces a Sierra. Dos días después falleció en una clínica; así se selló el silencio de una voz que con potencia y decisión denunció a los corruptos.

“Todos somos dueños de nuestro miedo; a mí me da muchísimo miedo”, había dicho en una entrevista en 2001. Y no le faltaban motivos para sentirlo. Las denuncias que lanzó desde su columna “Punto de encuentro” le significaron muchos enemigos. Pese a las amenazas nunca se calló, solo la muerte podía silenciarlo, como lo sentenció en uno de sus poemas: “No llevaré etiqueta, boletos, mucho menos recados/además ya no tendría palabras / Al fin soy la figura central en el entierro”.

Orlando Sierra llegó a Manizales a finales de los 70, procedente de su oriunda Santa Rosa de Cabal, persiguiendo el vínculo que sentía con las letras desde las épocas del colegio. Con el anhelo de ser escritor empezó a estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Caldas. Por los pasillos de la universidad andaba Orlando, un muchacho escuálido con una eterna mochila de cabuya terciada sobre el lomo, caminaba a paso largo y con expresión inquieta, así lo recuerda Alba Bernal, una de sus compañeras de aula, quien desde ya notaba su humor fino, rasgo que siempre lo caracterizó, incluso en su oficio periodístico.

Tras graduarse, siguió cultivando su relación con las letras. Así llegó a La Patria en 1986. Tenía 27 años y le asignaron un discreto espacio en el que solía comentar libros y acontecimientos culturales. Y aunque su formación universitaria no era de periodista, rápidamente encontró la esencia del oficio, empezó a publicar crónicas y entrevistas en la edición dominical del periódico. Su huella, hoy definitiva, empezaba a marcarse en las páginas de La Patria.

Afianzado ya en el periódico, Orlando Sierra lideró su proceso de renovación: en dos años cambiaron toda la planta, se la jugaron por muchachos recién graduados de las facultades de comunicación y periodismo. Orlando dejaba entrever su faceta de maestro, les recomendaba a los jóvenes que leyeran a grandes del oficio como Gay Talese. “Tenía el ojo para descubrir en lo cotidiano una historia por contar, una parábola por describir, un entuerto por destapar”, escribió Fernando Ramírez, colega suyo de La Patria.

Descubrió su vocación a punta de accidentes: de las letras al periodismo; también, sin proponérselo, pasó de la información a la opinión. Un director nuevo llegó al periódico y le asignó una columna. Él se resistía; como jefe de redacción regularmente fijaba la posición del diario escribiendo las editoriales y no veía cómo podía empezar a expresar sus opiniones personales, que muchas veces controvertían a las de La Patria. Pero se decidió y así nació “Punto de encuentro”.

Desde ese lugar, ese punto en el periódico, consolidó su estilo, profundo, inteligente, crítico, ácido, frontal; escribía sobre la clase política caldense, denunciaba casos de corrupción en su región y se ocupaba de violaciones de Derechos Humanos. “De ese trabajo sacó una conclusión que escribió alguna vez: Los periodistas somos péndulos. Se refería directamente a que de acuerdo de quien hablara, alguien lo tendría a su diestra o lo pondría a su siniestra. Así lo entendía y eso le facilitaba el trabajo, pues nunca fue hombre de apasionarse contra una persona, sino contra sus malos procederes”, escribió su colega Ramírez. Siempre hubo amenazas en su contra por lo que escribía pero nunca abandonó la posición crítica ni el tono de sus palabras.

Fue así como Orlando Sierra se convirtió en una persona incómoda para Ferney Tapasco, expresidente de la Asamblea de Caldas. El entonces subdirector de La Patria denunció en “Punto de encuentro” los vínculos del dirigente político liberal con los comandantes paramilitares alias “Alberto Guerrero” y “Ernesto Báez”. Esas denuncias fueron confirmadas por la justicia en el 2012, cuando Tapasco fue condenado por sus nexos políticos con el frente Cacique Pipintá de las autodefensas.

13 años después del asesinato del periodista, la justicia solo había condenado a tres autores materiales del crimen. Y pese a que la Fiscalía sostuvo que Tapasco era el autor intelectual del asesinato, incluso el periodista había advertido que si algo le pasaba el exdiputado sería el responsable, un juez especializado de Pereira lo absolvió por falta de pruebas un 24 de diciembre. Este miércoles, el Tribunal superior de Manizales revocó la absolución y condenó a Ferney Tapasco a 36 años de cárcel, como determinador del homicidio y a los hermanos Fabio y Jorge López Escobar a 28 años como coautores. Con esta sentencia, la justicia se reivindica con la memoria de un gran periodista, un grandísimo hombre.


jflorez@elespectador.com 

Por Jaime Andrés Flórez

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