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El exfiscal Luis Gustavo Moreno y el abogado Leonardo Luis Pinilla fueron amigos, aun cuando el primero nunca valoró el trabajo de su compañero. No lo hizo cuando tuvo que pagarle honorarios cuando el propio Moreno lo contrató para que le ayudara a impulsar su recién creada oficina. Así describió Pinilla, ante la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, su relación con Moreno. Lo hizo en medio de una audiencia en la que entregó detalles de su trabajo con el exfiscal y sobre la manera en que se consolidó el grupo de exmagistrados y abogados que habrían pedido dinero a cambio de intervenir en procesos judiciales en el alto tribunal.
La historia de su amistad comenzó en 2009. Pinilla, quien acababa de recibir su cartón de abogado, quería, a como diera lugar, ir adentrándose en el mundo del litigio. Ese mismo año conoció a Moreno y rápidamente se dio cuenta de que él podía ser su ventana al éxito, aunque al final terminó guiándolo en su camino a la perdición. Pinilla se unió a su equipo de trabajo para adquirir mayor experiencia. Moreno, para ese entonces, se desempeñaba como contratista en la Secretaría de Ambiente del exalcalde de Bogotá Samuel Moreno y comenzaba a perfilarse como un brillante y joven abogado, interesado en investigar cómo el uso de falsos testigos se había convertido en una práctica usual en la justicia colombiana.
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Pinilla, nacido en Montería (Córdoba), ya tenía algunas referencias de Moreno, porque sabía que había sido docente ad honorem de la Universidad Sergio Arboleda, su alma máter. “Lo conocí estando en la Secretaría de Gobierno Distrital. Yo entré primero que él. Posteriormente, a Moreno lo contratan y llega a ser el que verificaba el tema de tutelas (…) Compartimos algunas clases mientras yo hacía la especialización en la Sergio, y él hacía una maestría”, relató Pinilla en una diligencia judicial ante el alto tribunal a finales del año pasado, cuyo contenido fue conocido por El Espectador.
En su narración, el abogado, hoy preso por haber participado en el cartel de la hemofilia en Córdoba y en el cartel de la toga, agregó que además de ser amigo de Moreno, él fue su maestro. “Luis Gustavo era mayor que yo. Era un hombre muy estudioso. Tenía diferentes títulos, según lo que él mencionaba y con lo que uno conoce”, dijo Pinilla. Varios eran los gustos en común. Uno de ellos, el derecho penal. En la universidad, en medio de almuerzos y trabajos de la especialización, la amistad entre los dos se fue afianzando. A tal punto que Moreno lo invitó a manejar algunos de los procesos que llevaba desde su oficina.
Así fue como Leonardo Pinilla, con 24 años, entró al caótico mundo del litigio con el caso del exrepresentante a la Cámara por el Chocó Carlos Alberto Escobar Córdoba, investigado por parapolítica. Pinilla acudió entonces a un viejo amigo, el abogado Luis Ignacio Lyons, para que él y Moreno tuvieran un espacio donde trabajar y preparar la defensa del exrepresentante. Pero la dupla no duró mucho. Pinilla le aconsejó al excongresista que conservara su fuero mientras se adelantaba el proceso en su contra. Moreno no estuvo de acuerdo y aconsejó lo contrario. Escobar Córdoba le hizo caso a Pinilla –y en 2016 fue condenado–. “Tavo se molestó. Él es bastante soberbio y dejó el caso”.
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Durante el interrogatorio, el abogado Pinilla, también conocido con el sobrenombre de Porcino, entró en detalles sobre el carácter del exfiscal anticorrupción. Era fuerte y siempre quería ser el líder de todo lo que pasaba en la oficina, explicó. A pesar de que ambos tenían una relación cercana, el exfiscal prefería manejar sus propios casos y elaborar sus defensas. “Gustavo manejaba personalmente sus clientes. Él tiene la siguiente modalidad en lo que yo lo conocí: tenía sus clientes y me decía: ‘Colabórame con esto, tú haces esto’. Pero no me dejaba relacionarme directamente con los defendidos. Yo vine a hablar con ellos cuando empecé a trabajar en mi propia oficina”, contó el abogado.
El malentendido en el caso del exrepresentante Escobar y los roces por el temperamento de Moreno no fueron impedimento para que maestro y pupilo siguieran trabajando en varios procesos en los que estaban involucrados congresistas. El siguiente reto de los abogados fue el caso de Germán Olano en 2012. El excongresista fue uno de los primeros condenados por el carrusel de la contratación en Bogotá. Moreno se encargó de su defensa. Pinilla, por encargo del exfiscal, recopiló pruebas. Para ello, el joven abogado acudió a diario a una oficina ubicada al frente del Edificio Murillo Toro en el centro de Bogotá a desarrollar las tareas encomendadas por Moreno.
Nuevamente, las cosas no salieron como se esperaba. El problema esta vez fue el mal pago de los honorarios por parte del exfiscal a Pinilla. “Me retiré del caso. ¿Por qué? Porque Gustavo siempre me manifestaba que eso era un favor, que no había diferentes honorarios y me acuerdo que en ese momento me pagó $20 millones por el tema de Olano”. Pinilla aguantó bajos salarios en varias defensas, como la del exgobernador de Antioquia Luis Alfredo Ramos y la del exrepresentante a la Cámara Eduardo Díaz-Granados. “Cuando ya yo empiezo a tener mis propios clientes, me alejo de la despensa con él, porque en el tema de honorarios no era lo más favorable”, le contó Pinilla a la Corte Suprema.
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Fue en 2013 cuando el camino de los hoy cuestionados juristas empezó a torcerse. Según Pinilla, en ese momento se enteró de las “buenas relaciones” que Moreno tenía con los exmagistrados de la Corte Suprema de Justicia Leonidas Bustos y Francisco Ricaurte, tras la mencionada venta del BMW que Bustos pactó con el exfiscal. Porcino aseguró que Moreno le tenía una alta estima a Bustos, pues lo había ayudado a crecer profesionalmente y porque el exmagistrado le dio el lujoso vehículo. Bustos, por su parte, ha afirmado que no se trató de un regalo, sino de un negocio.
Ante la pregunta de la Corte sobre sus vínculos con algunos de los exmagistrados mencionados en el cartel de la toga, Pinilla hizo una pausa. Respiró y confesó que en muchas de sus declaraciones había mentido. Dejó ver que tal vez el único exmagistrado con quien había cruzado palabra era Francisco Ricaurte, en la presentación de un libro de Moreno, cuya amistad está ahora separada por las rejas. Ahora, Porcino admite que se arrepiente de lo que hizo y pide que le den tiempo para ver a su hija de 11 años antes de enfrentar a la justicia estadounidense.
El monteriano, quien está ad portas de ser extraditado a Estados Unidos por haberle pedido al exgobernador de Córdoba Alejandro Lyons $400 millones para frenar un proceso de corrupción, fue capturado el 27 de junio del año pasado. El mismo día detuvieron a su gran amigo, el entonces jefe anticorrupción de la Fiscalía Luis Gustavo Moreno. Pinilla está siendo investigado por concusión y es considerado como el principal ventilador de otro escándalo de corrupción en el país, el cartel de la hemofilia en Córdoba. Moreno, por su parte, ya admitió haber sido uno de los cerebros del cartel de la toga.
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