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Para la última semana de septiembre está previsto que el exjefe paramilitar del bloque Norte, Rodrigo Tovar Pupo (alias Jorge 40), retorne al país. Han pasado 12 años y cuatro meses desde que el entonces presidente, Álvaro Uribe, lo extraditó a Estados Unidos por cargos de narcotráfico junto con otras 13 cabezas del paramilitarismo. Entre ellos el propio Salvatore Mancuso, quien ahora, junto a sus abogados, pide a EE.UU. que lo deje quedarse en ese país para salvaguardar su vida. El Espectador contactó a personas del círculo más íntimo de Tovar Pupo para determinar qué es lo que se viene con la llegada de este, uno de los exlíderes “paras” más influyentes.
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Miguel Ceballos, alto comisionado para la Paz del gobierno de Iván Duque, informó este fin de semana que Jorge 40 tiene 35 órdenes de captura, 38 medidas de aseguramiento y 1.450 procesos. Es decir, tan pronto llegue a Colombia será arrestado por las autoridades. Desde el pasado sábado 5 de septiembre se encuentra en una prisión de migración en Pensilvania y el próximo 21 de este mes se espera que sea trasladado a un lugar de esa misma naturaleza en Luisiana. Ceballos calcula que en el transcurso de esa semana se dé la llegada de 40 en un avión de la DEA a la base militar de Catam, en Bogotá.
La expectativa aumenta entre quienes estuvieron con Jorge 40 delinquiendo a finales de los años noventa y principios de este siglo en la costa Caribe. El Espectador habló con tres de ellos, que colaboraron en los cientos de masacres, homicidios, desapariciones forzadas, desplazamientos, entre otros crímenes, y hoy están libres. Concuerdan en que la figura de Jorge 40 aún tiene gran respaldo dentro de los 5 mil hombres que tuvo a su mando y con los que infundió terror en Cesar, Atlántico, Magdalena, La Guajira y Bolívar. “Es el único que puede articular, tiene liderazgo, causa. Aunque no esté dispuesto a retomar las armas, mucha gente sí le copiaría”, dice uno de sus antiguos hombres, que era del ala más violenta.
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Otro de sus hombres, quien pidió anonimato, señaló que “muchos de los mandos medios y subalternos de Jorge 40 estamos esperándolo porque lo consideramos aún nuestro jefe máximo y la gran mayoría esperamos seguir sus directrices nuevamente, las que sean. Pienso que el proceso de Justicia y Paz, aunque ha tenido sus aciertos, no ha cumplido con las expectativas de quienes nos acogimos y creímos en que sería la solución jurídica para uno de los actores del conflicto armado. Tan así, que estoy casi seguro de que la misma justicia nos está llevando a tomar nuevamente las armas, igual que lo han hecho las disidencias de las Farc”, señaló uno de los antiguos hombres de Tovar Pupo.
El abogado de Jorge 40 en Colombia, Hernando Bocanegra, le dijo a este diario que no ha tenido contacto con su cliente en el último tiempo y no sabe en qué tónica va a llegar. Son muchas las víctimas del conflicto que esperan que sus testimonios aclaren cientos de hechos perpetrados por sus hombres. Cuando se le preguntó al penalista si su cliente vendría a contar todo lo que sabe del paramilitarismo en Colombia y las alianzas que tuvo con empresarios, ganaderos y las grandes casas políticas de la costa Caribe, señaló que no sabía nada al respecto. Desde que Uribe lo extraditó, Jorge 40 optó por el silencio y por ello fue expulsado de Justicia y Paz en junio de 2015.
Este diario tuvo acceso a una de las pocas declaraciones que Tovar dio a la Fiscalía en 2007, un año antes de su extradición. En la diligencia señaló que no conocía a Augusto Jiménez, entonces presidente de la Drummond, ni las instalaciones de la multinacional. Algunos de sus cabezas y exdirectivos son investigados por financiar a la estructura de Jorge 40 y del asesinato de dos sindicalistas. Con respecto al asesinato de los líderes, dijo que solo declararía ante Justicia y Paz sobre estos hechos. En EE.UU. dejó plantados 11 veces a fiscales que querían escucharlo. Bocanegra ha dicho que el asesinato del hermano del exparamilitar, en 2009, fue uno de los motivos de su silencio.
Este y otros crímenes estarían relacionados con los enemigos que durante el conflicto armado Jorge 40 cazó con narcotraficantes, otros paramilitares y casas políticas que tuvieron miembros activos en el paramilitarismo. Tres fuentes que conocen las movidas en el bajo mundo de la costa Caribe le dijeron a este diario que entre los enemigos que dejó Tovar Pupo están el narcotraficante Marquitos Figueroa, mencionado últimamente por sus relaciones con el Ñeñe Hernández. “Ellos se pelearon por el tema de unos peajes de las Auc para pasar cocaína por varios puertos en Magdalena y La Guajira. Incluso Marquitos fue un día a la casa de la esposa de Rodrigo para amenazarlos”, señaló una de las fuentes.
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Otro de los viejos enemigos de Jorge 40 es el narcotraficante Pacho Musso, el hombre que le manejaba los negocios y las operaciones sicariales del también exjefe paramilitar Hernán Giraldo, también enemigo de Jorge 40 y extraditado con él a los Estados Unidos en mayo de 2008. Otra de las fuentes indican que, aunque Musso está preso, un miembro de su familia lo relevó y se habría aliado con la banda de los Pachenca en Magdalena y herederos del clan Giraldo. Tovar Pupo, por órdenes de Carlos Castaño, le pidió a Hernán Giraldo apartar a Musso de la organización paramilitar luego de que el narcotraficante matara a dos agentes de la DEA en noviembre de 2001. Esa guerra interna paramilitar dejó cerca de 70 muertos.
El asesinato de Jorge Gnecco, en agosto de 2001, también se le atribuye a Tovar. El narcotraficante y político del Cesar fue uno de los miembros de ese clan político que aún ostenta el poder en ese departamento. Antiguos “paras” que conocieron del tema señalan que Mancuso y Tovar no estaban de acuerdo con acciones que Gnecco hacía a sus espaldas. Incluso, una de las fuentes señaló que un negocio que salió mal con la mafia italiana (Mancuso tenía contacto con ella) fue el que determinó el asesinato. “Desde mediados de 2000, Gnecco sabía que Mancuso y 40 lo querían matar. Incluso, Darío Laíno Scopetta (alias Ojos Azules) intentó intermediar en la confrontación”, dijo la fuente que tuvo contacto directo con los implicados.
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Este asesinato, más el atentado que sufrió el ganadero Aldo Lacouture en 2010, el intento de secuestro contra Pepe Gnecco por hombres de Jorge 40 en 2004, el reciente atentado que sufrió el también ganadero Checho Castro Gnecco (julio de 2019), el ataque contra el exalcalde de Santa Marta Hugo Gnecco en 2005 y el asesinato de la esposa e hija del Mocho Gnceco (2010), serían parte de una vendetta. Dos de las fuentes también concluyeron en que el reciente asesinato de un reconocido médico en Valledupar también estaría conectado con este contexto violento. “El doctor Alberto Aroca no tenía nada que ver con delincuentes, como el hermano de Jorge 40, él era muy sano”, concluye uno de los exparas.
Otra de las dudas que hay sobre el regreso de Jorge 40 son las propiedades que dejó a nombre de testaferros. En noviembre de 2008, la Fiscalía anunció que Tovar iba a entregar bienes en La Guajira, Cesar y el Magdalena. El Espectador le consultó al ente investigador sobre esos bienes y el proceso penal que inició contra dos supuestos testaferros de Tovar en 2011, sin embargo, al cierre de esta edición no hubo respuesta. “Ese tema de los bienes de Tovar no se hizo nunca. Él dejó a gente con sus propiedades y el que no devuelve se muere, esa es la guerra”, dijo uno de los exparamilitares más cercanos a Jorge 40.
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También se ha ventilado la mala relación que actualmente tienen Salvatore Mancuso y Tovar. Las fuentes concuerdan en que desde 2005, cuando ya la desmovilización de las Auc estaba en marcha, los dos líderes chocaron por las garantías jurídicas que pedía Jorge 40 en el proceso de desarme. Luego, en agosto de 2009, este señaló que el gobierno de Álvaro Uribe los había traicionado y reprochó que paramilitares hubieran retomado las armas en las Agc, grupo sucesor del paramilitarismo y liderado ahora por alias Otoniel, el hombre más buscado en Colombia. “Mancuso entregó la tropa, y también sé que ahora están distanciados pero no conozco los motivos”, señaló una de las fuentes.