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Los restos extraviados del Palacio de Justicia

La Fiscalía confirmó que en la tumba del magistrado auxiliar Emiro Sandoval se hallaban las osamentas de dos personas, como se había advertido desde 1985.

Diana Durán Núñez
02 de julio de 2016 - 03:23 p. m.
El año pasado se conmemoraron los 30 años de la tragedia del Palacio de Justicia. Ese día, el presidente Santos pidió perdón a las víctimas, por orden de la Corte Interamericana.  / Andrés Torres - El Espectador
El año pasado se conmemoraron los 30 años de la tragedia del Palacio de Justicia. Ese día, el presidente Santos pidió perdón a las víctimas, por orden de la Corte Interamericana. / Andrés Torres - El Espectador
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Hasta el momento, todo parece indicar que Emiro Sandoval Huertas, magistrado auxiliar del presidente de la Corte Suprema en 1985, Alfonso Reyes Echandía, no es quien yace en la tumba del cementerio Jardines del Recuerdo, al norte de Bogotá, como creyó su familia sagradamente cada día de los últimos 30 años. “Él no está ahí”, dicen, rotundamente, fuentes de la Fiscalía que conocen de primera mano la investigación, un proceso que busca establecer el destino de algunas víctimas del holocausto del Palacio de Justicia que nunca antes fueron consideradas desaparecidas, como magistrados y magistrados auxiliares.

No obstante, para asegurar sin vacilaciones que los restos en esa tumba no corresponden a Emiro Sandoval falta algo esencial: establecer quién es la segunda persona que estaba ahí. Porque la Fiscalía confirmó que, tal como quedó consignado y advertido hace 30 años en los protocolos de necropsia, a la familia de este magistrado auxiliar no le entregaron los restos de una sino de dos personas. Una de ellas, confirmaron las fuentes de la Fiscalía, es un hombre, pero no es Sandoval. De la otra todavía se está analizando lo que quedó de sus huesos para esclarecerlo.

El levantamiento de su cuerpo —lo que quedaba de él— se hizo el 8 de noviembre de 1985, a las 10:50 de la mañana, cuando en el Palacio de Justicia no quedaban más que restos calcinados, sangre y cenizas como huellas de la violencia máxima que allí se había padecido en los dos días anteriores. En ese momento, se lee en el informe de la Comisión de la Verdad del Palacio de Justicia, Sandoval “fue identificado supuestamente por una argolla de metal de color amarillo, restos de una licencia de conducción, un llavero metálico con cuatro llaves, un reloj destruido y dos estilógrafos con nombre ‘Pedro’, lo cual puede sugerir error en la identificación”.

Diez años antes de la toma, con 22 años, Sandoval se graduó como abogado de la Universidad Externado. Fue allí donde conoció a Alfonso Reyes Echandía como profesor. El 6 de noviembre de 1985, el magistrado Reyes Echandía fue a su oficina, en contravía de su rutina, que era trabajar los miércoles desde casa. Pero ese miércoles fue para coordinar algunos pendientes con su magistrado auxiliar, Emiro Sandoval. Horas más tarde, en vivo por una emisora radial, con un fondo de balas y rockets que estallaban, Reyes le rogaba al presidente Betancur que cesara el fuego. Lo que no pasó.

Hace 12 días circuló en medios de comunicación que los restos de Alfonso Reyes Echandía serían exhumados. Fuentes de la Fiscalía explicaron que hacerlo es una idea lejana, pues la prioridad es aclarar el paradero de las nueve personas con quienes esta investigación arrancó y seguir reconociendo los contenidos de las 96 cajas que se encuentran en la Fiscalía luego de la exhumación que se hizo en el Cementerio del Sur de Bogotá en 1998. Ya van 30 identificadas. Así se hallaron, por ejemplo, los restos de Lucy Amparo Oviedo, quien figuró en la lista de desaparecidos del Palacio por casi 30 años.

“No hemos discutido este tema con la Fiscalía. Ellos tienen, por supuesto, la autonomía para hacer sus investigaciones. No nos vamos a oponer, menos yo, que he trabajado siempre del lado de la justicia. Pero de mi padre quedó un cuerpo reconocible, las fotos deben estar en el expediente”, manifestó Yesid Reyes. Alfonso Reyes Echandía continúa en su tumba en el cementerio Jardines del Recuerdo, en el norte de Bogotá, al lado de la tumba donde hasta el 7 de junio de 2015 reposaron los restos de quien se suponía era Emiro Sandoval.

El punto de partida de este proceso fue la orden de la Fiscalía de exhumar los restos del agente Everardo Bermúdez García, la auxiliar del Consejo de Estado Blanca Inés Ramírez, el escolta Libardo Durán, los magistrados Ricardo Medina Moyano y Pedro Serrano Abadía, los magistrados auxiliares Rosalba Romero de Díaz y Emiro Sandoval Huertas, Ruth Zuluaga de Correa, secretaria de Carlos Medellín, y una mujer que fue a visitar al magistrado Medellín justo antes de la toma, llamada Marina Isabel Ferrer.

Además de ellos nueve, han sido exhumadas 10 personas más para hacer los cotejos, como la madre del magistrado Serrano Abadía. Ese caso no ha sido nada fácil: su cuerpo, inhumado en el Cementerio Metropolitano del Norte, en Cali, estaba rodeado por una placa metálica que año tras año fue afectando la osamenta, a tal punto que la Fiscalía no pudo recuperar material de su ADN. El organismo investigativo adquirió un kit para intentarlo, pero fue en vano. Los restos fueron enviados entonces a Europa, de donde no ha llegado respuesta todavía.

En unos 20 días, la Fiscalía cuenta con que tendrá los resultados de las exhumaciones de Rosalba Romero de Díaz y Ricardo Medina Moyano. En enero de este año entregó los de la secretaria María Lida Mondol, que se encontraban en la tumba de la auxiliar del Consejo de Estado Blanca Inés Ramírez, cuyos huesos estuvieron extraviados hasta hace ocho días, cuando fueron entregados a sus hijas, indicó la Fiscalía. En la tumba de Marina Isabel Ferrer apareció Cristina Guarín, que estuvo en la lista de los desaparecidos casi tres décadas y de quien hay imágenes que la muestran saliendo con vida del Palacio.

“En medio de la angustia que se vivía en esos días se entregaron bolsas con restos humanos sin reconocer plenamente. No fue nuestro caso. Dos médicos y dos odontólogos lograron la identificación plena de mi papá. Pero sabemos que frente a las irregularidades que sucedieron en el levantamiento e identificación de los cadáveres, en medio de la angustia se entregaban bolsas con restos pero sin identificación”, le dijo a este diario Carlos Medellín, hijo del magistrado de la Sala Constitucional de la Corte Suprema que llevaba su mismo nombre. “Resulta lógico que se quiera identificar los cadáveres del Palacio de Justicia”.

Este asunto deja ver que lo que vino después de que se silenciaron los fusiles y se apagó la conflagración en el Palacio de Justicia se resume en dos palabras: caos monumental. Un caos de tal magnitud que tanto tiempo transcurrido (¡30 años!) no ha sido suficiente para que toda la verdad salga a flote, para que la justicia merme tanto dolor o para que dejen de surgir nuevas víctimas.

Por Diana Durán Núñez

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